La inflación, el aumento generalizado de los niveles de precios, es uno de los principales enemigos de los inversores pues conlleva a que la rentabilidad de sus inversiones quede corregida por el incremento de los precios. Pensemos que si contratamos un producto de ahorro que concede un retorno del 4% pero la inflación ha sido de un 5%… La rentabilidad real es del -1%.
Es importante conocer que los incrementos en los precios pueden producirse por diferentes razones. En primer lugar tenemos la llamada ‘inflación de costes’ que está vinculada a los costes de producción necesarios para llevar a cabo la actividad empresarial.
Una empresa podría tener que aumentar los salarios si los trabajadores exigen salarios más altos (debido al aumento de los precios y el coste de vida) o si el trabajo se vuelve más especializado. Si el coste de la mano de obra , un factor de producción, aumenta, la empresa tiene que asignar más recursos a pagar por la producción de sus bienes o servicios. Para seguir manteniendo (o aumentar) los márgenes de beneficio, la empresa traslada los mayores costes de producción al consumidor, por lo que los precios de venta se incrementan.
Otro factor que puede causar un aumento en los costes de producción es un aumento en el precio de las materias primas . Esto podría ocurrir debido a la escasez de materias primas, un aumento en el coste de mano de obra o un aumento en el coste de la importación de materias primas y mano de obra (si es que están en el extranjero), a causa de una depreciación de la moneda interna. Esta es una de las situaciones que se está produciendo en la actualidad con el aumento del barril de crudo hasta los 50 dólares se han incrementado los precios en las diferentes economías.
El gobierno también puede aumentar los impuestos, obligando a las empresas a asignar más recursos para el pago de impuestos. Esta inflación la hemos visto brevemente en Japón a mitad de 2014 tras la aplicación de Abenomics con el incremento del impuesto a las ventas. En ese momento los precios al consumo llegaron a incrementarse hasta un 3,4% anual (el ritmo más rápido en los últimos 32 años).
Por otra parte tenemos la llamada ‘inflación de demanda’ que se produce cuando existe un aumento de la demanda agregada, clasificados por las cuatro secciones de la macroeconomía : hogares, empresas, gobiernos y compradores extranjeros. Cuando estos cuatro sectores al mismo tiempo quieren comprar más que la capacidad de la economía tiene para producir, los precios, en consecuencia, se ven incrementados.
El aumento de la demanda agregada es causado por diversas dinámicas económicas. Por ejemplo, un aumento en las compras del gobierno puede aumentar la demanda agregada, tirando así los precios. Generalmente, esta dinámica viene acompañada de la creación de dinero para la financiación del déficit, que nos lleva a un incremento de la inflación y en los casos más extremos, la hiperinflación como en Venezuela que se calcula que ascenderá al 2.200% en el 2017.
Otro factor para la ‘inflación de demanda’ puede ser la depreciación del tipo de cambio locales, lo que eleva el precio de las importaciones y, para los extranjeros, reduce el precio de las exportaciones. Como resultado, la compra de las importaciones disminuye mientras que la compra de las exportaciones por parte de extranjeros aumenta, elevando así el nivel global de la demanda agregada.
También, nos podemos encontrar con una reducción de impuestos que lleva a familias y empresas a mayores niveles de renta disponible. A su vez conduce a un mayor gasto de los consumidores, lo que aumenta la demanda agregada y, finalmente, causa la ‘inflación de demanda’. Los resultados de la reducción de impuestos pueden conducir también a la creciente confianza de los consumidores en la economía local, lo que aumenta aún más la demanda agregada.