Mientras la Reserva Federal está subiendo tipos de interés y ya se encuentran en el 1%, el Banco Central Europeo continúa con su política monetaria no convencional, mediante los tipos de interés en el 0% y la intervención del mercado secundario de deuda, llevando su balance hasta los 3,81 billones de euros. Esto implica la manipulación sobre la percepción del riesgo sobre los instrumentos de deuda y también, que el BCE está perdiendo la oportunidad de crear las bases para una mejora sustancial del crecimiento sostenible en el entorno europeo.
Es un hecho que gran parte de los bancos centrales de las economías desarrolladas han dado un paso atrás en las políticas monetarias no convencionales de los últimos años, con la perspectiva de un mayor estímulo en lo referente a la política fiscal.
En la Eurozona, a partir de marzo de 2017, el BCE en renunciará a sus compras de flexibilización cuantitativa (QE) de 80.000 millones de euros, pasando a una intervención mensual de 60.000 millones hasta finalizar este ejercicio. Mario Draghi, presidente del BCE, ha hecho hincapié en que si las condiciones económicas se deterioran, del programa responderá con una mayor flexibilidad.
Todo esto ocurre en un entorno en el que los niveles de precios de la Eurozona ya se encuentran en el 2% (dato del mes de febrero) frente al 1,8% del mes de enero. Y recordemos que entre los objetivos del BCE esta mantener una política monetaria orientada en el medio plazo cercana al 2%.
Lo que necesita Europa es una menor dosis de la droga del QE y los tipos de interés bajos en el mercado de deuda sino una política más audaz… Los estados deberían implicarse más en materializar las reformas estructurales por completo, un ajuste profundo de sus cuentas públicas de una vez para bajar sus elevadas ratios de deuda pública, y la reestructuración de su sistema bancario para apuntalar el crecimiento económico, pues sin una anca saneada en el crecimiento seguirá deteriorado.
Europa es una excepción en el mundo que nadie nos quiere copiar, un entorno económico en el que el estado interviene la mitad de la producción a través del gasto público, hiperregula el sector privado que debe ser quién promueva los desafíos tecnológicos y de mayor productividad y si no fuera esto suficiente, la autoridad monetaria tiene intervenida por completo las curva de rendimientos de los bonos para que los estados dentro de logrado puedan seguir con el modelo establecido, un incentivo para no provocar cambios sustanciales en sus modelos económicos.