La idea de que una empresa ha adquirido un tamaño tan relevante en la economía de un país que hay que proporcionarle, antes de que ésta entre en quiebre, asistencia financiera se conoce como «demasiado grande para caer» o en inglés «too big to fail». Este concepto se aplica a grandes empresas y más concretamente a las entidades financieras, no obstante también se puede vincular a las diferentes administraciones públicas según su importancia a nivel global. Como en todo en esta vida, hay quienes defienden los rescates por su carácter sistémico y quiénes se oponen a está visión por los riesgos vinculados, así que veamos a desarrollar los diferentes puntos de vista…
Vayamos con la visión de los defensores del «demasiado grande para caer»… Cuando una empresa adquiere un gran peso económico, significa que realiza un gran número de transacciones con diferentes empresas por lo que recibe calificación de sistémica. Si ésta falla y entra en quiebra, las empresas que dependen de ella se ven arrastradas en la proporción de sus ingresos que representaba generando un efecto dominó en la economía que lastra pérdidas económicas y puestos de trabajo. Ante este escenario, es preferible que el sector público rescate, con el dinero del contribuyente, las entidades sistémicas que estén en quiebra, recapitalizando su balance, para evitar el efecto multiplicador de pérdidas.
En el lado opuesto, los detractores valoran en primer lugar el riesgo moral… Si una entidad financiera ha asumido grandes riesgos que le han conducido a la quiebra ¿Por qué hay que salvarla? ¿No sería incentivar las conductas arriesgadas? En un sistema capitalista aquellas empresas que entran en quiebra son modelos de negocio que han demostrado su fracaso y por lo tanto no deben ser reproducidos con posterioridad. Asimismo, se interpreta que hay voluntad política para salvar unas determinadas empresas y otras no de un modo casi clientelar. Esta discriminación no contiene una clara línea roja determinada ya sea por los ingresos, el número de empleados, o bien la valoración de activos sino que queda sujeta al designio político. Los opositores no sólo tienen una visión moral, sino también una visión económica referida al coste de oportunidad de los recursos. Endeudarse para invertir en actividades con rentabilidades negativas, supone limitar que los agentes económicos el acceso a recursos para que éstos lo inviertan el proyectos con mejor rentabilidad ¿O sabe más de inversiones el ministro de economía que el conjunto de empresarios de un país?
Durante la crisis financiera, Estados Unidos declaró que 19 instituciones financieras eran de importancia sistémica, o lo que es lo mismo «Demasiado grandes para caer». A estas entidades se las respaldó con 700.000 millones de dólares mediante un programa de alivio de activos problemáticos nombrado TARP por sus siglas en inglés. Como resultado, esas 19 instituciones pueden ahora beneficiarse de una visión que ellos tienen una garantía implícita del Gobierno de Estados Unidos. Los seis mayores bancos de EEUU controlan el 67% de todos los activos bancarios, y por ejemplo, Bank of America representó cerca de un tercio de todos los préstamos el año pasado. Si estas instituciones eran «demasiado grandes para caer» en el 2008, entonces ahora pueden ser «demasiado grandes para colapsar» y eso podría ser una ventaja gigantesca para gestionar su riesgo.
Si hablamos de la crisis financiera española ha habido una doble vara de medir. Mientras por un lado se han sepultado 250.000 negocios en España, por otro lado hubo un proceso de integración de las cajas de ahorro convirtiéndolas seguidamente en grandes entidades bancarias, por lo tanto en sistémicas, y bajo el principio de «Demasiado grande para caer», se ha efectuado un proceso de recapitalización de las entidades por un importe de 63.000 millones de euros. ¿Se deberían haber dejado quebrar las cajas de ahorro o mejor ha sido el proceso de unificación y posterior rescate?
Para finalizar, el criterio «demasiado grandes para caer» también se aplica a los estados con el apoyo necesario de sus respectivos bancos centrales. Este proceso no es directo ya que hablaríamos de monetizar la deuda sino que a través del mercado secundario de bonos, se interviene para mantener el coste de la deuda bajo y que el estado pueda seguir financiado su gasto público. Gracias a la cooperación de una autoridad monetaria, muy probablemente la deuda pública de Japón no hubiera llegado nunca a tener un peso del 245% de su PIB, pagando unos intereses, en promedio, del 0,5%.
Es como una doble moral, podría decirse no. Creo que la ayuda debería ser igual para todos. Así como una gran financiera es un personaje importante dentro de la economía de un país, una PYME también merece la misma consideración, sobre todo porque también da trabajo a aquellos que no tienen los medios para realizar un emprendimiento comercial o productivo.