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El BCE no ve una gran apreciación del euro en los próximos años

Los responsables europeos de la política monetaria no hacen ninguna valoración sobre la reciente apreciación del euro con respecto a su media a largo plazo. El personal del Eurosistema publicó sus proyecciones económicas más recientes en diciembre del 2017.

Si bien los pronósticos de base suponen que el tipo de cambio se mantendrá estable en su nivel medio durante las dos semanas anteriores a la publicación, el personal también calculó una trayectoria «alternativa». En esta ocasión, se centraron en un escenario en el que el euro se revaloriza a 1,36 dólares para 2020, niveles superiores a los actuales ya que la relación euro/dólar se encuentra en 1,229 dólares.

En este escenario, la media de los resultados de varios modelos macroeconómicos  apunta a que el crecimiento del PIB real será 0,2 puntos porcentuales inferior en 2018, 0,6 puntos porcentuales inferior en 2019 y 0,2 puntos porcentuales inferior en 2020. La inflación medida por el IAPC sería 0,2, 0,5 y 0,6 puntos porcentuales inferior en 2018,2019 y 2020, respectivamente.

Si esto se cumple,  plantearía graves problemas al Banco Central Europeo. De acuerdo con el macropronóstico de referencia, se prevé que la inflación volverá a la meta de «por debajo, pero cerca del 2%» para finales de 2020. Si los modelos son creíbles, la modesta apreciación del tipo de cambio pondría una seria mella en ese plan. De hecho, la inflación europea se ha ido reduciendo en los últimos meses.

No es de extrañar que las actas de la última reunión de política económica del BCE, que se celebró a finales de enero de 2018,  que acaban de publicarse, señalaran que «se consideraba que el equilibrio de los riesgos para la expansión económica mundial seguía inclinado a la baja». 

La Eurozona ha sufrido una gran depresión durante la última década y está tratando adecuadamente de recuperar parte de lo que se perdió, por lo que no es sorprendente que quieran una moneda más barata.

La depreciación de una moneda empuja hacia arriba los precios de importación, lo cual es bueno si se está preocupado de que la inflación sea demasiado lenta. La depreciación también anima a los hogares y a las empresas a elegir bienes y servicios de fabricación nacional en lugar de importaciones, lo que contribuye a impulsar el empleo y la inversión. La depreciación también aumenta los beneficios de las empresas que venden en el extranjero, lo que tiende a impulsar la inversión. La apreciación de la moneda funciona al revés.

El problema es que el deseo europeo de un tipo de cambio favorable tiene que venir necesariamente a expensas del resto del mundo: las monedas se aprecian y deprecian entre sí. El euro sólo puede permanecer barato si otras monedas siguen siendo caras.

Después de todo, Mario Draghi hizo posible que volviera a invertir en Europa pronunciando sus palabras mágicas a mediados de 2012. Luego, en la segunda mitad de 2014, el BCE anunció que empezaría a comprar billones de euros en bonos en un esfuerzo por impulsar el crecimiento y la inflación. Esto debería haber alentado a los hogares y las empresas a pedir préstamos e invertir. Y, de hecho, las cosas están mucho mejor ahora en algunos de los países en crisis, especialmente España, que en 2012. La mejora de las perspectivas también debería haber animado a los extranjeros a apostar por acelerar la recuperación europea.

Marc Fortuño

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