Cuando hablamos de capacidad ociosa nos referimos a aquellas situaciones económicas en la que la producción de un bien o un servicio es menor que la capacidad productiva óptima de una empresa. A menudo, esto significa que la demanda en el mercado para el producto está por debajo de lo que la empresa potencialmente podría abastecer a los consumidores. Generalmente todas las empresas tienen cierta capacidad ociosa que les permite atender a las puntas de producción. No obstante, la capacidad ociosa está especialmente vinculada a empresas monopolísticas o bien Estados porque al tener el control de un producto, conlleva controlar el precio. Asimismo, al no competir con ninguna empresa suelen maximizar el precio para cubrir todos sus costes sin importar la naturaleza o justificación dentro del proceso productivo, dando lugar a numerosas ineficiencias a cargo del consumidor final o bien al contribuyente si hablamos del estados.
Para entenderlo con un ejemplo, imaginemos que una fábrica de Seat tiene la capacidad de producir 2.000 vehículos diarios pero está produciendo 1.500. Ante este escenario existe una infraestructura ociosa que podría ser utilizada para producir pero lo único que genera, en ese momento, es que el coste medio de fabricación se incremente y por lo tanto el margen de la empresa se vea reducido. Ante este escenario, la empresa puede valorar dos opciones o bien se deshace de la capacidad ociosa modificando su estructura productiva para tener un mayor margen operativo o bien considera que la capacidad ociosa puede ser dada por un momento coyuntural, por lo que no merece la pena hacer modificación alguna ya que la demanda se está recuperando y la capacidad ociosa tenderá a verse reducida en el tiempo.
En momentos de ciclo de expansión económica donde la previsión de una demanda en auge justifica nuevas inversiones y más aún si el coste del capital es especialmente bajo. En este escenario de «todo vale», es cuando nacen gran parte de exceso de capacidades. Seguidamente, en los ciclos recesivos, los mayores excesos de capacidad ociosa son reducidos ya que la empresa debe atender a las obligaciones financieras del balance y dado que la capacidad ociosa genera coste y no valor añadido el principal elemento del balance que se somete a revisión para efectuar las correspondientes desinversiones, lo que comúnmente se conoce, perder volumen para ganar músculo.
Aunque dependerá del sector, la empresa o factores como la estacionalidad, el parámetro sobre la capacidad de fabricación de una empresa tiende a situarse alrededor de un 85% de su capacidad productiva, lo que nos deja significa una capacidad ociosa del 15%. Si la capacidad productiva es superior a éstos niveles la empresa mostraría un mayor grado de eficiencia, mientras que si está por debajo simbolizaría un menor grado de eficiencia.
Desde luego en el momento de analizar los fundamentales de una empresa, la capacidad ociosa es un elemento de debilidad en términos generales, al socavar la eficiencia y por lo tanto los recursos destinados a la actividad, un hecho que a los accionistas no debería hacerles especialmente gracia y puede ser un factor importante para discriminar una empresa de una cartera de valores. Aunque dependiendo de la empresa, podríamos deducir que si se trata de una empresa dominante en el mercado y el sector cuenta con sólidas barreras de entrada, esas ineficiencias son fruto de la fuerte posición y es un elemento de fortaleza. En este punto lo más relevante es analizar que tipo de barreras de entrada tenemos (económicas , legales, físicas, etc.) y si son lo suficientemente contundentes para impedir a la competencia acaparar una cuota mayor del mercado.