El panorama de la política comercial ha experimentado una transformación significativa en la última década. El impulso hacia la integración económica que caracterizó a las décadas anteriores se ha desvanecido, lo que es evidente en el lento ritmo de crecimiento del comercio en los últimos años. Después de haber crecido aproximadamente al doble de la tasa del PIB mundial en los años previos a la crisis financiera mundial, la relación entre las importaciones medias y el crecimiento del PIB -o la elasticidad de los ingresos del comercio- ha caído a alrededor de 1 desde 2011.
Para 2016 había un consenso cada vez mayor en el sentido de que un menor crecimiento del comercio se había convertido en una característica permanente de la economía mundial. Por ejemplo, el análisis del BCE concluyó que era improbable que el comercio mundial volviera a su tendencia anterior a la crisis y que la evolución posterior a 2011 constituye una «nueva normalidad».
Se han identificado varias razones que explican la reciente disminución de la actividad comercial, incluidos los efectos de la composición y los factores estructurales. El análisis realizado por el BCE y el Fondo Monetario Internacional (FMI) sugiere que los cambios geográficos en la actividad económica y los cambios en la composición de la demanda agregada (por ejemplo, hacia los servicios, que son menos intensivos en comercio, aunque cada vez lo son más) pueden haber influido en la sensibilidad del comercio a la actividad económica.
Concretamente, se observa que alrededor de la mitad de la desaceleración de la elasticidad del comercio entre los períodos 1995-2007 y 2012-16 se debió a factores de composición, a saber, el peso creciente en la economía mundial de los países con mercados emergentes, que suelen tener una intensidad comercial inferior a la de las economías avanzadas. Además, países como China han pasado progresivamente de ser ensambladores de insumos extranjeros a depender cada vez más de los insumos nacionales.
Otros estudios sugieren que la evolución estructural podría haber contribuido a la disminución de la elasticidad del comercio, como la disminución del crecimiento de las cadenas de valor mundiales, la reubicación de la producción más cerca de los mercados finales y la disminución del impacto marginal de la profundización financiera.
El proteccionismo en constante aumento puede ser un factor adicional que impulse el declive de la actividad comercial. A partir del final de la Segunda Guerra Mundial, los aranceles siguieron una tendencia a la baja que se estabilizó tanto en las economías de mercado avanzadas como en las emergentes durante la primera parte del siglo XXI, antes de iniciar una trayectoria ascendente en los últimos meses. Al mismo tiempo, ha aumentado el uso de medidas reguladoras y de barreras no arancelarias, como las subvenciones a la exportación, las restricciones a la concesión de licencias o a la inversión extranjera directa, y las cláusulas nacionales en la contratación pública, lo que ha dado lugar a un aumento general de las distorsiones comerciales.
Según los datos de la base de datos de Global Trade Alert, que abarca medidas comerciales tradicionales y no tradicionales, el número de nuevas medidas discriminatorias anunciadas por las economías del G20 ha aumentado constantemente desde 2012 y se ha incrementado aún más en 2018.
Las medidas antidumping y los aranceles a la importación fueron los dos instrumentos más utilizados, que en conjunto representan alrededor del 30% de todas las medidas impuestas. El uso de medidas indirectas, como los préstamos estatales a empresas exportadoras, también ha aumentado gradualmente.
El aumento del proteccionismo implica que una parte cada vez mayor del comercio mundial se ha visto afectada por las distorsiones del comercio. Los datos de la base de datos Global Trade Alert muestran que en 2017 más del 50% de las exportaciones de los países del G20 estaban sujetas a medidas comerciales perjudiciales, frente al 20% en 2009. En consecuencia, el crecimiento del comercio se ha desacelerado más marcadamente en los sectores en los que se han adoptado amplias medidas discriminatorias que en los sectores que se han beneficiado de la liberalización del comercio.
Junto con estos acontecimientos, el apoyo público a la apertura comercial ha disminuido, mientras que el proteccionismo ha aumentado en todo el mundo. La percepción de los riesgos asociados con el comercio abierto se ha añadido a la lista más amplia de preocupaciones relacionadas con la globalización. Por ejemplo, a veces se cree que el libre comercio ha hecho que los países sean más vulnerables a las crisis internacionales y a los efectos indirectos procedentes del extranjero. Dadas sus consecuencias distributivas, también se considera que el libre comercio es un factor detrás de la creciente desigualdad tanto dentro de los países como entre ellos. Sin embargo, los méritos del libre comercio también son ampliamente reconocidos.
El comercio internacional permite a los países especializarse en la producción de bienes en los que tienen una ventaja comparativa, al tiempo que permite a los consumidores disfrutar de una mayor variedad de bienes de consumo. Los estudios empíricos han revelado que la apertura comercial ha dado lugar a un aumento de los ingresos per cápita en todos los países, lo que ha estimulado el crecimiento de la productividad y ha contribuido a reducir la pobreza en todo el mundo[11] Sin embargo, los beneficios de la apertura comercial y su distribución entre los distintos grupos sociales varían de un país a otro. Factores como la naturaleza de la especialización de las exportaciones.