Desde principios de los años ochenta hasta la actualidad, los tipos de interés han ido descendiendo de manera sostenida en el tiempo. No cabe duda que abaratando el precio del dinero, que se encuentra controlado por la política monetaria de los Bancos Centrales, ha sido un gran incentivo en las últimas décadas para que los gobiernos se endeudaran cada vez más y más. ¿Quién se resiste a dinero barato?
El gobierno de Estados Unidos desde 1980 sólo ha obtenido superávit presupuestario desde el año 1998 hasta 2001. El resto de los años el gobierno ha financiado su presupuesto a través del déficit. El resultado de abaratar dinero cada vez más para impulsar la demanda agregada ha sido que la relación entre deuda pública estadounidense y el PIB se ha incrementado desde el 30% en 1981 hasta el 101% actual.
En Europa, la mayoría de los países hemos pecado recurrentemente en el gasto público y en el déficit continuo. Pero si hay que resaltar un caso por su excepcionalidad es sin duda Francia. Desde las últimas cuatro décadas, la administración pública francesa no ha mantenido ni un sólo año un superávit presupuestario. Daba igual si el ciclo económico era expansivo o recesivo, o el color político del gobierno, la administración siempre ha forjado un gasto público por encima de su capacidad de ingresos. De hecho, si a principios de los años ochenta el gasto público suponía el 46% del PIB, en la actualidad el gobierno francés controla a través del gasto público el 57,50% de su economía.
En base a las estadísticas del eurostat, tras la recesión en 2012, el año 2014 fue el segundo año de crecimiento con un incremento del PIB en la Unión Europea del 1,1%. En un momento de crecimiento económico, de los 28 países de la Unión Europea sólo cuatro tuvieron superávit presupuestario (Dinamarca, Alemania, Estonia y Luxemburgo). El resto de países en un momento de crecimiento económico, siguieron apuntalados en el déficit público. En este escenario, los mayores déficits públicos de la Unión Europea fueron para países como Chipre (-8,9%), Portugal (-7,2%), España (-5,9%), Bulgaria (-5,8%), Reino Unido (-5,7%), Croacia (-5,6%) y Eslovenia (5%). Si la deuda pública de la UE a principios de milenio suponía el 60%, en 2014 ya se había incrementado hasta el 86,8% del PIB europeo.
Para finalizar, el caso más dramático a nivel global lo protagoniza Japón. Una economía que ha sido incapaz de levantar cabeza desde su crisis inmobiliaria de principios de los noventa hasta hoy. El gobierno japonés ha recurrido al déficit público y no precisamente a ligeros descuadres presupuestarios, sino a grandes diferencias como podemos apreciar en el siguiente gráfico.
Para financiar la diferencia entre ingresos y gastos y no ir directo a la bancarrota, el gobierno nipón se ha valido de toda la ingeniería monetaria que tuviera a mano. El Banco de Japón (BoJ) ha realizado recurrentes programas de compra de deuda pública para que los intereses fueran los menores posibles. De hecho, la administración ha conseguido financiarse a un 0,50%. No obstante la partida de intereses supone el 23% del presupuesto público y la relación entre su deuda pública y el PIB es ya del 245%, la más alta del mundo.