Parece mentira que España, con la predominante falta de cultura financiera, se pueda colgar la medalla de que el primer libro escrito sobre Bolsa en la historia pertenezca a un español. Este español es José de la Vega, nacido alrededor del año 1650 en Espejo provincia de Córdoba, y el libro es Confusión de Confusiones: Diálogos curiosos entre un philosopho agudo, un mercader discreto, y un accionista erudito, una obra publicada en el año 1688 que forma parte de los clásicos para cualquier apasionado de las finanzas. Aunque ser el primer libro escrito sobre bolsa no implica ser el mejor, en sus páginas se manifiestan una sabiduría del entorno bursátil, en las que hace un especial hincapié en la irracionalidad del inversor y en los diferentes engaños que predominan.
En los diálogos que se introducen en el libro por boca del accionista, José de la Vega comenta que existen tres estímulos para subir y tres para bajar: Las circunstancias de las Indias, la situación de la política Europea y la opinión existente sobre la propia bolsa. ¿No es curioso que casi cuatro siglos atrás exista una visión tan parecida a la actual? A día de hoy todos tenemos puesto un ojo en Estados Unidos y el otro en China, la política europea sigue siendo un factor decisivo… sólo falta mencionar a Mario Draghi y su «whatever it takes» que eliminó el pánico del mercado de un plumazo y por último, muchos inversores suelen utilizar diferentes indicadores de sentimiento de mercado como es el VIX de volatilidad, la Ratio Put-Call, o bien la encuesta de sentimiento de mercado de la AAII.
Uno de los aspectos más relevantes de Confusión de Confusiones es que nos ofrece una serie de principios que prácticamente la mayoría de nosotros subrayaríamos perfectamente en la actualidad.
El primer principio en el campo de la especulación: Nunca aconsejéis a nadie que compre o venda acciones, porque donde la perspicacia está debilitada, mal puede lucir airoso el consejo. Lo que en el siglo XVII sería «la perspicacia está debilitada», hoy sería los sesgos psicológicos que nos hacen estar eufóricos en los momentos en que la bolsa se encuentra en máximos y por el contrario,
El segundo principio: tomaos toda ganancia sin remordimientos por los beneficios perdidos, porque una anguila puede escaparse cuando menos se espera. Es prudente disfrutar de aquello que es posible, sin esperar la continuación de la coyuntura favorable ni la persistencia de la suerte. Probablemente este es el principio es el más errado y al que menos atención deberíamos prestar ya que «tomarse toda ganancia» significa no dejar correr los beneficios. En el pensamiento actual del inversor lo que hay que cortar son las pérdidas que uno acarrea de acuerdo a la tolerancia al riesgo de cada inversor.
El tercer principio: los beneficios de la bolsa son los tesoros de los duendes. En un momento dado pueden ser carbuncos, luego carbones, luego diamantes, luego guijas, luego lágrimas de la aurora, luego lágrimas. Este principio tiene un punto muy value al mencionarnos de la evolución de los beneficios de una sociedad que al fin y al cabo, es el objetivo principal cuando se incorpora una acción en cartera, beneficiarse de los siguientes flujos que la actividad económica de la empresa genere.
El cuarto principio: quien desee ganar en este juego, debe tener paciencia y dinero, puesto que los precios son muy inconstantes y los rumores muy poco fundados en la verdad”. Aunque no me atrevería a utilizar el término juego para en referencia a la bolsa, el cuarto principio nos habla de la psicología serena y tranquila que todo inversor debería manifestar, mientras el mercado produce esos vaivenes erráticos en el corto plazo que pueden alterar nuestras decisiones de inversión.
Este libro no es especialmente técnico por lo que si uno goza de un tiempo de lectura, es verdaderamente interesante tanto para recién iniciados como para aquellos que quieran entretenerse en los cimientos del conocimiento bursátil actual, y podrán comprobar que la percepción actual de los mercados financieros no se aleja demasiado a la que se tenía en el siglo XVII.
Qué curioso, desconocía que el primer libro sobre la bolsa hubiera sido escrito por un español. Intentaré hacerme con un ejemplar para leerlo, gracias por el artículo. Un saludo 🙂