Viendo como andan últimamente las valoraciones de ciertos activos financieros, como la renta variable en Estados Unidos o bien la renta fija en Europa con rentabilidades negativas, a muchos nos ha pasado por la cabeza la teoría del mayor tonto. Está teoría es de las más mencionadas entre las existentes ya que se presupone que en el mercado, siempre encontraremos un comprador a quién venderle nuestros títulos a un precio superior, al que previamente habíamos comprado, independientemente de que el mercado se encuentre extremadamente sobrevalorado, hasta que se encuentra definitivamente al mayor tonto de todos. Muchos consideran que la Bolsa se resume en pasarnos una cerilla prendida los unos a los otros, mientras se está consumiendo… Pues bien, en base a «la teoría del mayor tonto» tenderemos a pensar que habrá alguien quién nos reclame esa cerilla, aunque gran parte de ella esté consumida. Según esta teoría, el precio de un activo no estaría determinado por el valor intrínseco, sino más bien por la percepción o expectativas de los participantes del mercado y teóricamente mientras no seamos ese «mayor tonto» es posible obtener beneficios en un mercado porque siempre encontraremos a alguien que este dispuesto a pagar una unidad monetaria más.
En la burbuja de los tulipanes en la Holanda del siglo XVII, el gran negocio de los bulbos de tulipanes cegó a muchos. En la fase final de la burbuja, un empresario intercambió su fábrica por tres bulbos de tulipanes… ¿Acaso era el mayor tonto? Depende, si consiguió vendérselos posteriormente a alguien, objetivamente no fue el mayor tonto. Pero desde luego intercambiar una fábrica por tres miserables bulbos… no parece una operación muy inteligente. Lo mismo pasó con Terra en la burbuja de las punto.com, en el 17 de noviembre de 1999 salió a Bolsa a un precio de 11,81 euros y la cotización voló hasta alcanzar su máximo histórico de 157,6 euros, el 14 de febrero del 2000. Seguramente aquellos que compraron en el máximo histórico, pensaron en la teoría del mayor tonto, si Terra se había revalorizado un 1.000% en tres meses, seguro que se dijeron a sí mismos: ¿Tras esta subida acaso no podré sacarle algo? Lo mismo ocurre en nuestros días, Facebook cotiza a 82,71 dólares, con un PER de 76 veces, valoraciones de locura, pero… ¿Acaso el accionista de Facebook es el mayor tonto? ¿Enserio no pueden las acciones de Facebook subir a 83 dólares o incluso llegar a 90? ¿Hasta donde llega la exuberancia irracional?
Pero un día la música deja de sonar, la teoría del mayor tonto recae sobre alguien, quizá alguien que muy probablemente confió en que dicha teoría tuviera resultados en forma de considerables plusvalías. El título del mayor tonto ya tiene nombres y apellidos pero en el pico más alto de cualquier burbuja se tiende a negar la mayor, «no seré yo el mayor tonto» y empiezan a surgir los problemas… Ese último tonto primero pierde, pero la teoría del mayor tonto dice que alguien nos comprará a un precio mayor, por lo que en vez de interpretar como el punto y final de de la burbuja, más bien lo interpreta de que esto es sólo una corrección. Luego la pérdidas van a más… y uno se niega a ser considerado como el mayor tonto de la partida, iniciando una espiral psicológica muy dura en que el mayor enemigo es uno mismo y su capacidad para aceptar la realidad.
Hay quiénes tienen mayores papeletas para ostentar el deshonroso título de ser considerado el mayor tonto, hablamos de las manos débiles del mercado, aquellos que con sus decisiones no tienen capacidad de mover el mercado pero son víctimas de las fases de distribución del mercado, que son ejecutadas por las manos fuertes.Por otra parte, las manos fuertes pueden aprovecharse de la teoría del mayor tonto, soltando papel hasta el último de los compradores, aquél que le corresponderá ser EL MAYOR TONTO DE TODOS.