La racionalidad es casi una utopía en el mundo de la inversión y hay una larga lista de «cadáveres en la cuneta» por no resistir los vaivenes psicológicos a los que nos someten día sí día también los mercados financieros. Nuestra emocionalidad es nuestro factor más inestable y siempre estará estrechamente vinculada a las posiciones abiertas que todo inversor mantiene. Si nuestra posición se mueve en sentido favorable, se nos esboza una pequeña sonrisa, o incluso un «Qué bueno que soy!» sin embargo si nuestras inversiones se mueven en sentido opuesto a nuestros intereses aparecen nervios, dudas… ¿Estaré equivocado?, ¿Es un sólo una corrección?, los fundamentales son sólidos y un sin fin de comentarios placebo que nos pasan en nuestros momentos de silencio más absoluto. Por lo que solemos cometer una serie de inestabilidades psicológicas que nos conducen a una relación agridulce con los mercados financieros que pasaremos a describir a continuación:
1) Ambición de riqueza
El deseo de poseer de tener más y más y ver el campo de la inversión como «El Dorado», la oportunidad que esperaba para, por fin, ser rico y tener un Ferrari en la puerta de nuestra mansión. Normalmente estas percepciones un tanto fantasiosas son promovidas después tras ver películas estilo Wall Street el la que se hablan millones de dólares como si de «cuatro perras» se tratará, cuando la realidad se aleja de esos millones.
Nuestra ambición de riqueza no es que sea dañina pero cuando nos promueve a aceptar mayores riesgos, para la posibilidad de aumentar nuestros beneficios se convierte en un sentimiento tóxico. O bien, decidimos que lo mejor es apostar todo a un valor o a unos pocos… «¿Diversificar? Así uno no se hace rico» son comentarios muy frecuentes de algunos que buscan el atajo más inmediato para alcanzar la riqueza. No digo que no pueda salir bien y dar un pelotazo, no obstante cuando uno juega a la ruleta rusa de forma constante siempre hay una bala en la recámara que estará esperando su turno.
2) Envidia
La envidia se define como aquel que desea las posesiones ajenas. Es un sentimiento que puede incitar a realizar hechos para imitar los mismos comportamientos del prójimo. No obstante, de nuevo solemos caer en la trampa… ¿y si el vecino se está equivocando? ¿Acaso somos capaces de cuestionar su metodología o sus riesgos? La envidia suele aparecer especialmente en panoramas de burbuja económica, escenarios en el que parece que el mundo se está volviendo rico y nosotros nos estamos perdiendo la fiesta, siendo unos auténticos pardillos.
Al final si alguien se sumerge en este negocio por envidia de lo ajeno, quizá es capaz de copiar la metodología de algún gurú o algún vecino, suponiendo que ese sistema funcione en el largo plazo y no en un momento puntual, pero muy difícilmente podrá replicar su psicología, que le permita aguantar las malas rachas, que las hay.
3) Soberbia y euforia
La soberbia la podemos definir como la sobrevaloración de uno mismo o también como la falta de humildad. Cuando uno acierta y es capaz de arañarle puntos al mercado ya sea porque su gestión del trading es todo un éxito o bien por pura suerte, podemos tender a engrandecernos y sentirnos eufóricos, capaces de dominar el mundo.
Especialmente el negocio de invertir puede llegar a ser muy cruel ya que en los entornos de mayor confianza en uno mismo, Zas! las manos fuertes te machacan vivo sin piedad alguna. Y es que no debemos olvidar, al igual que cuando levantamos la vista hacia el cielo, que somos muy pero que muy pequeños frente al establishment, que tiene el dinero, mejores equipos y información más rigurosa que cualquier otro mortal que se precie.
4) Miedo y pánico
Uno cuando batalla contra el mercado no debe tener miedo pero si un gran respeto por la incertidumbre a la que se somete constantemente. El miedo y el pánico aparecen cuando hemos perdido el control de nosotros mismos, estamos perdiendo hasta la camisa, los números rojos aparecen en la pantalla de forma creciente y la sangría es cada vez mayor. Es el peor de todos los estados anímicos que un individuo pueda sentir, por lo que es un aspecto que hay que trabajar muy duramente y día tras día si no queremos que nos terminen expulsando con una mano delante y otra detrás.
5) Autoengaño
Cuanto dolor ha propiciado la frase: «la bolsa es alcista al largo plazo» y más cuando tenemos el Nikkei 225, índice bursátil de Japón, que prueba que una bolsa de valores puede perfectamente estar 20 años de tendencia bajista. Y es que muchos, suelen pecar de autoengaño y dejan que las pérdidas corran con el placebo de «ya subirá…». Debemos recordar en primer momento que muchos valores, que tienen evoluciones de pena, suelen salir de los índices en favor de otros valores con mejor salud bursátil por lo que este «lavado de cara» es lo que permite ese «largo plazo».
Quizá el autoengaño nos permita descansar emocionalmente en el corto plazo, pero al final más tarde o más temprano las consecuencias llegarán y serán mucho más agresivas que en un principio. Es por ello, que debemos ser consciente de nuestro límites y del riesgo de cada una de nuestras posiciones y el único método para evitar culpas en el largo plazo es simplemente gestionar el riesgo en el corto plazo y saber limitar las pérdidas, ya que en todo momento debemos tener en mente la siguiente pregunta: ¿Cuánto estamos dispuestos a perder para ganar?