Los mercados financieros han sido capaces durante mucho tiempo de ignorar los efectos indirectos de los acontecimientos políticos y geopolíticos. Ahora, parecen mucho más sensibles a las posibles interrupciones que estos eventos podrían causar al crecimiento y a los beneficios empresariales, y con buena razón: Las amenazas se está extendiendo.
Tres factores principales explican la mayor sensibilidad de las acciones y otros activos de riesgo tras un prolongado período en el que los mercados financieros ignoraron con confianza los factores políticos y geopolíticos.
En primer lugar, muchos siguen creyendo que una guerra comercial mundial absoluta es evitable y que las tensiones actuales resultarán ser parte de un proceso de negociación que tendrá como resultado un comercio más justo (incluidas las salvaguardias contra el robo de la propiedad intelectual, la modernización de los acuerdos comerciales y la reducción de los aranceles no comerciales). Sin embargo, sin duda, la incertidumbre y el riesgo de accidentes han aumentado. Esas preocupaciones se ven acentuadas por la reciente propagación de la retórica proteccionista, que ahora se centra en las corrientes de inversión transfronterizas, así como en el comercio.
En segundo lugar, los mercados ya no se sienten reconfortados por la narración de un repunte sincronizado del crecimiento mundial. Hay buenas razones para ser más cautelosos y perspicaces: Con la notable excepción de Estados Unidos, el impulso del crecimiento ha empezado a debilitarse, y no sólo en Europa, donde tanto los indicadores duros como los blandos ya están bajo presión. En China, el fin de semana, el banco central anunció una relajación de las reservas obligatorias para los bancos con el fin de reforzar la actividad económica nacional.
En tercer lugar, debido a las medidas de endurecimiento de la política monetaria adoptadas por la Reserva Federal y a la reciente ausencia de un lenguaje tranquilizador que reprima la volatilidad de cualquiera de los bancos centrales de importancia sistémica, los inversores se han dado cuenta de que los precios de los activos financieros ya no pueden contar con los mismos mecanismos de respaldo de liquidez y disyuntores, incluso durante períodos de mayor volatilidad.
Hasta ahora, la mayor parte de las molestias causadas por el proteccionismo se han limitado a las variables financieras y no a las económicas. Y la perturbación ha sido menos aguda de lo que sería si el mercado decidiera aceptar plenamente una alta probabilidad de una guerra global en el comercio y la inversión. La turbulencia se ha contenido gracias a la creencia de que la formulación de políticas bien informadas y racionales en todo el mundo evitará en última instancia una alternativa que podría beneficiar a un puñado de segmentos dentro de los países pero redundar en peores resultados de bienestar y prosperidad para todos.
Marc Fortuño