La inversión socialmente responsable (ISR), que antes se consideraba un área de nicho para la práctica de la inversión, ahora abarca una amplia audiencia de inversión que incluye a personas físicas, grandes patrimonios e instituciones como planes de pensiones, fondos de inversión y fundaciones. Los principios religiosos, las creencias políticas, los acontecimientos específicos y el amplio cometido de la responsabilidad empresarial (es decir, la inversión ecológica, el bienestar social) impulsan esta práctica de inversión.
En efecto, la asociación profesional USSIF: El Foro de Inversión Sostenible y Responsable, en su «Informe 2016 sobre Tendencias de Inversión Socialmente Responsable», estima que alrededor de 8,72 billones de dólares en activos bajo gestión se suscriben a uno o más de los enfoques de inversión socialmente responsable antes mencionados, lo que supone un aumento del 33% desde 2014.
Sólo en los Estados Unidos, alrededor de 519 compañías de inversión registradas utilizan un proceso de selección social, con activos de aproximadamente 1,74 billones de dólares, según el informe más reciente de la USSIF.
La inversión socialmente responsable expresa el juicio de valor del inversor, del cual se pueden utilizar varios enfoques. Un ejemplo es cuando un inversor evita compañías o industrias que ofrecen productos o servicios que se perciben como perjudiciales. Las industrias del tabaco, el alcohol y la defensa son comúnmente evitadas por personas que tratan de ser inversionistas socialmente responsables.
Ya en la década de los ochenta, la desinversión de empresas estadounidenses que hacían negocios con Sudáfrica recibió gran publicidad. Otro es un ranking de rendimiento en términos de lo bien que una empresa logra no sólo en las métricas financieras, sino también en cuestiones sociales, ambientales, de gobernanza y éticas.
Los inversores con conciencia social pueden asumir una visión más holística de una empresa a la hora de tomar decisiones de inversión, observando cómo sirve a sus grupos de interés, una rúbrica bajo la cual se engloban no sólo los accionistas, sino también los acreedores, la dirección, los empleados, la comunidad, los clientes y los proveedores. En este contexto, la inversión socialmente responsable busca maximizar el bienestar mientras obtiene un retorno de la inversión que es consistente con los objetivos del inversionista.
En la superficie, estas dos nociones pueden parecer contradictorias. Por ejemplo, puede haber un costo implícito de tal enfoque en la medida en que evita empresas y sectores rentables. El tabaco, el alcohol, las armas de fuego y los juegos de azar han sido industrias lucrativas.
No hay que confundir la ISR con destinar parte de los ingresos o comisiones de un producto financiero que percibe a una organización sin ánimo de lucro, fundación u otro organismo equivalente que tenga un fin social. En este sentido, un producto solidario promueve la acción social, pero no necesariamente la responsabilidad social empresarial.
Pero la pregunta del millón es ¿ofrece la ISR una menor rentabilidad o mayor riesgo que la inversión tradicional? La mayoría de estos estudios muestran que la ISR es al menos tan eficiente desde un punto de vista de rentabilidad-riesgo como la inversión tradicional, sino mayor. La ISR permite además un mejor control de los riesgos de las empresas y actividades en las que se invierte.