Si alguien tenía una mínima duda de que Donald Trump era partidario de una aceleración de la subida de los tipos de interés para conceder una mayor estabilidad a los ahorradores de Estados Unidos, sus últimas declaraciones van en línea opuesta. En concreto, el presidente de Estados Unidos ha afirmado que le gustaría ver como los tipos de interés se mantienen a la baja… Parece ser que no ha olvidado su vena de agente inmobiliario y hace caso omiso a los elevados riesgos que se han acumulado en la renta variable estadounidense.
Sin embargo, en la campaña electoral, Trump fue especialmente crítico con la política «dovish» de la Fed. Y ahora incluso, podría llevar a la renominación de Janet Yellen como presidenta de la Reserva Federal cuando ésta finalice su mandato a finales de 2018.
Recordemos que desde finales de 2015, la Reserva Federal emprendió una subida paulatina de los tipos de interés partiendo del 0,25% hasta el actual 1%, cuya última subida fue el mes de marzo de este año. Asimismo, hasta la fecha y con las proyecciones actuales, se esperarían dos subidas de tipos de interés más durante el presente ejercicio.
Trump también ha realizado declaraciones sobre el devolución del dólar frente a las principales divisas, calificándolo como «demasiado fuerte». En concreto, comentó que «Creo que nuestro dólar ese está volviendo demasiado fuerte, y en parte eso es mi culpa porque la gente tiene confianza en mí».
No es casualidad esta declaración ya que el dólar subió un máximo de tres años después de que Trump ganara a Clinton las presidenciales. Sin embargo, también hay que decir que tras alcanzar máximos la revolución del dólar se ha relajado ya recortado parte de las ganancias obtenidas y el índice dólar se encuentra cotizando en los 100 puntos.
La razón que subyace a esta declaración es que para algunos economistas el dólar estaría demasiado elevado para las empresas estadounidenses, especialmente para los fabricantes que llevan a cabo exportaciones, pues un dólar fuerte implicaría una menor capacidad para competir. Con ello, los productos estadounidenses serían más caros en relación a los productos europeos y japoneses.
No obstante, también hay que analizarlo desde el punto de vista de las importaciones, pues el dólar fuerte conlleva una mayor capacidad para importar productos extranjeros que tiene una especial notoriedad en un país con un elevado déficit comercial como es Estados Unidos.