2017 se ha convertido en el año del Bitcoin, todo el mundo habla de él tras la excelente rentabilidad ofrecida. Es pues el año en el que, por si quedaba alguna duda, ha quedado claro que no es un sustituto del dinero como se supone pretendía su creador -o creadores- conocidos como Satoshi Nakamoto sino un activo que se compra y se vende. Esto es clave porque el dinero es algo simbólico, puede ser un trozo de papel con un sello pero un activo debe tener un valor intrínseco, debe valer para algo.
La popularidad del bitcoin empieza por su opacidad -preocupante tanto por temas fiscales como por ser un posible escondite para fondos procedentes de actividades ilegales-, prosiguió como modo de transformar una moneda nacional débil (en Zimbawe por ejemplo) o una que no se puede cambiar en el mercado libre por otra (el mejor ejemplo es el yuan)… pero en la actualidad es un nido de especuladores comprando barato para vender caro. De hecho, estos días van a empezar a cotizar futuros del bitcoin, todo un mercado de derivados montados sobre un activo muy poco líquido, en el que ha habido varios episodios de robo de monederos, que no está regulado, que tiene unos movimientos de una volatilidad altísima… A lo que sumar el nivel de precios al que empieza todo esto: