Tal vez pueda parecer un tanto frívolo, en unos momentos tan complejos en el mercado laboral, hablar de vacaciones que nos desconecten del trabajo, pero, lo cierto, es que en una época como esta, el verano, parece interesante detenerse en algo que, a la postre, resulta fundamental en cualquier ocupación profesional; el tiempo vacacional.
Partimos de una realidad contrastada y reconocida incluso a nivel médico; las vacaciones laborales son absolutamente necesarias por cuanto contribuyen al equilibrio de nuestra salud, física y mental y porque resultan ser, por regla general, un punto de inflexión en las rutinas (no solo laborales) que nos hace recargar energías y volver a ellas con otra actitud.
Esta es la realidad sí, pero una realidad que cada vez se diluye más cuando comenzamos a considerar las vacaciones ya no como un lujo, sino como un exceso que nos separa de nuestra actividad profesional y por tanto nos desconecta de manera excesivamente drástica de nuestros trabajos.
Lógicamente estas sensaciones se acentúan más dependiendo de los sectores laborales y de la condición de los trabajadores en relación a su puesto de trabajo, sin embargo, lo que resulta ya innegable es que en los últimos años estamos asistiendo a un cambio profundo en el modelo de vacaciones, un cambio que corre parejo a la situación laboral actual y que, desde luego, a priori, no parece ser la mejor de las soluciones si se desea conceder a las vacaciones su finalidad primaria.
Uno de los factores clave de este nuevo modelo de vacaciones es la fragmentación de las mismas, a fecha de hoy para una gran mayoría de trabajadores resulta poco menos que impensable el hecho de tomarse un mes completo de vacaciones veraniegas, y, aunque en este aspecto también influye el tema económico, no debemos obviar que en buena medida son decisiones tomadas en función del trabajo que el individuo o los componentes de la familia desarrollen.
Es cierto que la fragmentación de las vacaciones lleva a la posibilidad de disfrutar de otros momentos de asueto durante el año, algo que en cierta medida también se hacía en el modelo de vacaciones anterior aunque tal vez no tan profusamente, pero, en muchas ocasiones, estas mini vacaciones se convierten en escasos fines de semana o escapadas en las que además, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación difícilmente cortamos la relación más o menos directa con nuestras responsabilidades laborales.
Porque, ahí se encuentra otra de las claves de ese nuevo modelo de vacaciones, un elemento que además, de manera reiterada, se nos presenta como negativo, y que es ni más ni menos que la no desconexión del trabajo en un periodo vacacional.
Unas buenas vacaciones tienen que ser capaces incluso de hacernos olvidar nuestras rutinas laborales, tienen que encontrarse repletas de esas cosas que nos gustan pero para las que durante el resto del año no disponemos de tiempo a dedicar, y, en definitiva, tienen que ser un bálsamo (más o menos activo, al gusto de cada uno) que nos motive y provea de fuerzas para la vuelta al trabajo.
¿Sabes desconectar en vacaciones?
Hay veces que las vacaciones son un estrés y si no, haz la prueba de irte de vacaciones con la suegra y los sobrinos! Nunca más!!!