Es cada vez más común que dentro de una misma empresa nos encontremos con jóvenes que prácticamente acaban de terminar sus estudios y personas más mayores, cerca de la edad de jubilación. Entre unos y otros puede llegar a haber una diferencia de 40 o incluso 50 años.
Los más jóvenes quieren comerse el mundo. Creen saberlo todo y estar muy al día con lo que sucede a su alrededor. Les queda toda una vida laboral por delante.
Los más mayores, en la mayoría de los casos, ya están pensando en su jubilación. Saben todo sobre la empresa. En muchos casos incluso se han quedado desfasados con las nuevas tecnologías o les cuesta mucho ponerse al día.
Son las dos caras de la moneda, pero tienen que convivir entre ellos, lo que muchas veces no es nada fácil.
Las distintas generaciones que pueden llegar a convivir dentro de la empresa son:
- Generación Z o Newton. Son los jóvenes que han crecido entre ordenadores y videojuegos. Ven a los jefes como a iguales, porque esa es la enseñanza que han recibido, así que les cuesta recibir órdenes arbitrarias o autoritarias. Son profesionales especializados en áreas profesionales y orientados a obtener resultados rápidamente.
- Generación Y. Se caracterizan por su optimismo, ese es su punto fuerte. Han sido educados para respetar la autoridad, colaborar en equipo, trabajar con ahínco y ser multifuncionales.
- Generación X. No se dejan intimidar ante los directivos. Estos trabajadores son escépticos, adaptables, independientes y pragmáticos. Además, necesitan un equilibrio entre su vida profesional y laboral.
- Baby Boomers. Están muy preparados para servir, conducir y orientar al equipo. Trabajan muchas horas y muy duro. Son personas muy optimistas, aunque a lo largo de su dilatada experiencia han desarrollado una relación amor-odio con su jefe.
¿Qué se puede hacer para que convivan en armonía entre ellas?
Según los expertos, lo más importante es que las empresas sean conscientes que cada uno de sus empleados son personas distintas y las diferencias entre estas cuatro generaciones se podrían ver en seis factores organizacionales: la relación que tienen con la autoridad, el vínculo con la organización, la relación con sus colegas, el estilo de trabajo, la forma de liderazgo y los estilos de aprendizaje. Así, por ejemplo, en cuanto a los estilos de trabajo, para los Baby boomers son más bien estructurados, los integrantes de la Generación X tienen una forma de trabajar flexible y para los jóvenes de la Generación Y es fluido.
En Expansión.com nos dan unas claves para esta convivencia:
Evitar la creación de tribus, grupos de interés y diferencias entre generaciones. Eso genera una erosión interna que afecta al rendimiento y hace que se dilapiden esfuerzos.
Concienciarse sobre la importancia del talento de mayor edad.
Derribar estereotipos y superar prejuicios del tipo “las personas mayores no aceptan el cambio, no están motivadas, viven acomodadas en sus puestos”. Los mecanismos han de ser distintos de los que funcionan en el caso de los recién titulados o en el de los profesionales treintañeros. Se necesita talento que sepa adaptarse al entorno; que genere serenidad y se sobreponga a los obstáculos. Eso lo hace el talento maduro.
Las nuevas generaciones restan importancia al dinero y le dan más importancia al tiempo que se dedica a la jornada laboral. Son muy exigentes al perseguir otros factores, como el tipo de tareas que se asignan (“dame labores que me diviertan, que me enseñen y me motiven”); el esfuerzo mental que supone trabajar en una u otra compañía; o el orgullo que se siente por la empresa, que lleva a preferir un lugar en el que uno se sienta importante, y a rechazar ofertas si la firma es injusta, o no cuida el medio ambiente.
Si tienes un jefe más joven hay que verlo como algo natural. El empleado mayor y el jefe joven son responsables a partes iguales de que funcione la relación: en el caso del superior de menos edad, éste no puede tirar sólo de autoridad, y la experiencia de sus empleados mayores no debe ser una amenaza.
Implicar al empleado con experiencia, pidiéndole opinión sin que parezca que el joven no sabe. Los jóvenes directivos con éxito saben involucrar a cada miembro de su equipo y aprovechan su experiencia. Aprender de los mayores, siendo su jefe, es un rasgo de humildad e inteligencia. La arrogancia juvenil es una vía hacia el fracaso.
Los empleados mayores deben tratar al jefe joven como a cualquier superior, sin pensar en su edad. Hay que centrarse en lo positivo, en lo bueno que puede aportarnos. Y conviene poner al día las habilidades, sin resistencias al cambio.
¿Cómo se maneja la diferencia generacional en tu empresa?