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Lamentaciones

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El otro día tuve que ir a renovarme el DNI. Trámite que nunca entenderé ya que somos siempre los mismos, pero bueno, supongo que es una manera de recordarle a la sociedad que sigues aquí, que no has cambiado de sexo y aprovechar para ponerte una foto más mona que la anterior.

Anyway, el tema es que cuando salí me acerqué a una papelería de barrio que había cerca de la comisaría para aprovechar y hacerle a mi nuevo DNI unas fotocopias para otros papeleos varios que tenía que hacer. Cuando entré, iba pensando en mis cosas, más bien iba enfrascada con el WhatsApp del teléfono que es un verdadero vicio, y no me fijé en lo que me rodeaba. De repente, entró un hombre a la tienda, que debía ser un comercial o representante de una marca comercial de artículos de papelería y el mismo señor que me estaba haciendo las fotocopias, le despachó rápido diciéndole básicamente “que la cosa estaba muy mala, que no vendía nada, que todo se lo llevaban las grandes cadenas y centros comerciales y que la juventud ya no venía a este tipo de tiendas, que actualmente sobrevivía de fotocopias y alguna pequeña compra esporádica de los vecinos del barrio, pero poco más. Así que poco tenía que vender por ahí”

Tuve que levantar la cabeza, porque no sé si me sentó peor que menospreciara mi compra aunque fuesen unas míseras fotocopias o que obviara mi juventud, porque vaya, aún tan mayor no me encuentro para no estar dentro del grupo “la juventud”.

Fue la situación más embarazosa de esa mañana, porque además, el señor quiso reforzar conmigo sus argumentos negativos sobre cambios en los hábitos de consumo en la zona centro, pero por supuesto, yo no estaba por la labor. Hace 1 minuto me había incluido en el grupo “no joven” y esas cosas duelen.

Eso sí, consiguió que me desconectase del teléfono y analizase el entorno que me rodeaba.

Sin considerarme muy lista, rápidamente me pareció detectar el fallo en ese comercio. Sólo había que pararse a observar un poco para ver la realidad del local: la tienda reflejaba el mismo pesimismo que su dueño. Oscuro, sin luz, no daba buenas vibraciones. Los productos estaban todos amontonados y “desordenados”. Sin sentido aparente.

Mira que es “golosa” una papelería, o eso creo yo. Si está bien organizada, me parece un negocio de impulso, siempre quieres llevarte ese boli original, o unos post-its de colores, siempre picas en algo.

Pero en esa no.

Era imposible picar, porque no sabías si se vendía o lo había dejado el dueño ahí por error. Había botes de bolígrafos todos mezclados, de distintas marcas y colores, sin orden ni criterio aparente para estar todos ahí en el mismo sitio. Las mochilas de colegio estaban metidas en sus plásticos todas amontonadas en la última balda de la estantería, a excepción de 2, que colgaban de un gancho metálico como besugos en la pescadería. Las revistas y libros de textos estaban apilados en vertical, tipo columna, mezclados por temas y cursos. Parecía más bien producto para devolución que material a la venta.

El desorden era tal, que te daba más la sensación de estar en un rastrillo outlet que en una papelería de barrio.

El escaparate era un fiel reflejo de lo que dentro te encontrabas, con producto descolorido por el sol y con un papel pegado con celo y escrito a mano que decía “Se hacen fotocopias a color y B/N”. Con una letra un poco torcida y con la sensación de haber ido achicando el tamaño para que cupiese bien en el folio.

La puerta de entrada tampoco invitaba a entrar, un gran cartel avisaba de “No se aceptan tarjetas”. Vaya es un alivio, así no gastaré mucho.

El rótulo de la tienda no estaba mal, se mantenía en su estilo, le faltaba limpieza pero daba un punto de comercio antiguo con solera ya que se podía leer en pequeño “Fundado en 1947”. ¡Madre mía! Si el bisabuelo levantase la cabeza.

Ante este panorama ¿puedes seguir culpando a los clientes por la falta de afluencia en tu tienda y en que prefieran ir a comprar a otro establecimiento?

Yo creo que no. El problema no son los centros comerciales ni las grandes cadenas, el problema somos nosotros que nos obcecamos en ver ahí al enemigo cuando realmente, lo tenemos en casa.

¿En que momento se nos olvidó pensar en el negocio? ¿Qué hemos hecho para mantener a la clientela? Para hacer sombra a los grandes hay que moverse, porque cuando las cosas van mal sino se reacciona se va a peor.

Y ser pequeño no es una desventaja tan mala como nos creemos. No es más rápido y veloz el más grande sino el que mejor conoce y se maneja en el medio.

Podemos rediseñar nuestro espacio de venta, invertir un poco en el local para actualizarlo y que sea más atractivo a la vista. Investigar que hacen los competidores cercanos, adaptar las mejores ideas de los grandes a nuestro negocio de barrio.

Buscar asociaciones con colegios o grupos de padres para la compra de los libros de texto.

Debemos explotar todas las ventajas que como pequeño comercio podemos ofrecer, calidad, personalización, localización, garantía, dedicación…Todo aquello que los clientes no pueden o no encuentran directamente en otros grandes locales.

Pero sobre todo, no hay que seguir lamentándose y llorando por las esquinas. Hay que cambiar nuestra actitud, reaccionar, analizar la situación donde nos encontramos y trabajar duro.

Esta es la gran diferencia entre el pequeño comercio que surge actualmente con fuerza y diferenciación y el que está condenado a extinguirse sin pena ni gloria.

Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo. Albert Einstein

4 COMENTARIOS

  1. Tienes toda la razón. A mi me pasa con las tiendas de alimentación del barrio. Si las veo muy descuidadas, ni entro. Pienso que lo que tienen no será de buena calidad o estará caducado!

  2. Hay tiendas que estan tan viejas que ves las cosas con etiquetas en pesetas.
    Por lo menos podian cambiarle la etiqueta. Me paso en una merceria, compre unas cintas elasticas y en la caja tenia pegada una etiqueta con el precio en pesetas .. Madre mia! Pero eso no caduca?

  3. Coincido en todos tus argumentos, pero me gustaría ir más allá de lo que a simple vista observaste…

    … y si todo lo matizado fue puesto en práctica, y a pesar de eso, no remontaban las ventas, y si lo que viste no es más que el producto de una evolutiva resignación ante la batalla que representan estas grandes superficies, mejores precios, cómoda accesibilidad, simpleza (en momentos de crisis, el romanticismo se aparca a un lado por cuestiones de rapidez y bajos precios).

    Hay pequeños comercios que después de mucho esfuerzo simplemente dan para sobrevivir, y cuando te enfrentas a competencias tan acaparadoras, puedes facilmente caer en el desánimo. Sé que ese el paso previo para el cierre, que quizás si siguieras luchando los resultados no serían tan descorazonadores, pero también hay que entender que no compites con el vecino (situación teoricamente similar a la tuya), y que ello puede llevarte a situaciones similares a la de tu relato.

    Mi reflexión no debate la tuya, sencillamente describe la de muchos pequeños comerciantes que ante el tsunami de estos gigantes pueden acabar dejando de luchar para simplemente sobrevivir.

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