Historia de burbujas y bajas mundiales

Johngo

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NOTA: Esto es un trasporte de un trabajo realizado en otro foro iniciado por un servidor. Sabrán disculpar por lo tanto la redacción de algunas fechas de años pasados.

16 DE Octubre 2007
Aconsejo juntar con ayuda de ustedes aquí historias y relatos de famosas bajas bursátiles mundiales que desgraciadamente se van perdiendo en la memoria como la de la crisis del 30 que cuando llego un cartero en Estados Unidos a la casa de un pintor el saldo era de 30 u$s y el pensó que era por el desempleo; el saldo era de todos sus ahorros de su vida, 30.000 u$s que había puesto en la bolsa! Existieron famosas bajas que hay que bucear como la del “efecto Tequila” (Méjico) o la del “efecto arroz” en Asia. Una advertencia para los “permabulls”. A lo mejor el problema hipotecario denominado subprime que estamos asistiendo desde julio 2007 será denominado “el efecto subprime” (se cumplió)

Trataremos de empezar las más antiguas

LA CRISIS INMOBILIARIA DEL AÑO 33 d C.

En el año 33, en pleno Imperio Romano, acontece un “crack inmobiliario”. Los préstamos de dinero con altos intereses provocan la protesta de los deudores. El Senado pide al emperador Tiberio que promulgue una moratoria de un año para pagar las deudas. Ante la situación, los usureros se apresuraron a ejecutar las deudas pendientes y lo que consiguen es colapsar el mercado. Los ciudadanos de Roma solo pueden pagar sus deudas vendiendo sus propiedades. Y esta es tan extensa e intensa que terminan hundiendo los precios. ¿Cómo solucionó Tiberio la crisis? Prestando dinero a tres años, sin interés, para pagar las deudas. ¿Y de dónde salió el dinero para hacerlo? Fácil: apresó, juzgó y condenó a muerte a sus enemigos políticos y luego confiscó sus bienes y tierras, como Sexto Mario, propietario de codiciadas minas de oro.
 

Johngo

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LA PRIMERA BURBUJA – LOS TULIPANES DE HOLANDA

A lo largo de la historia han tenido lugar muchas crisis bursátiles, y aunque no podemos afirmar que la historia se va a repetir, la historia si que nos demuestra que la economía es algo cíclico.
Dando un paseo por la historia, y remontándonos al lejano siglo XVII, nos encontraremos con la crisis de los tulipanes, donde un bulbo de tulipán llegó a cambiarse por un carruaje, dos caballos y un arnés, para poco tiempo después tener el mismo precio que una cebolla. En el siglo XVIII, en Inglaterra la Compañía de los Mares del Sur provocó también una especulación, una euforia y una depresión histórica. Desde entonces, pasando por el crac de Wall Street en 1929, el hundimiento de 1987 o la de Japón (efecto arroz) de los años noventa, el proceso ha sido bastante similar. Liquidez, subida de las cotizaciones, día del crac, desplome de los precios, depresión económica y posterior recuperación.

La euforia especulativa se desató en los Países Bajos en el siglo XVII con los bulbos de tulipán, cuyo precio alcanzó niveles exorbitantes. Se trata de uno de los primeros fenómenos especulativos de masas de los que se tiene conocimiento.

La prosperidad comercial de los Países Bajos y el aumento del gusto por las flores exóticas, que se convirtieron en objeto de ostentación y símbolo de riqueza, fueron las dos razones que desataron la suba de los precios. A ello se unió que los tulipanes cultivados en Holanda sufrían variaciones en su apariencia, naciendo así los tulipanes multicolores, irrepetibles, lo que aumentaba su exotismo y por tanto su precio.

En la segunda década del siglo XVII en precio del tulipán comenzó a crecer a gran velocidad. En 1623 un sólo bulbo podía llegar a valer 1.000 florines neerlandeses: una persona normal en Holanda tenía unos ingresos medios anuales de 150 florines. Durante la década de 1630 parecía que el precio de los bulbos crecía ilimitadamente y todo el país invirtió cuanto tenía en el comercio especulativo de tulipanes.

Este episodio, acaecido en Holanda en el siglo XVII, es uno de los ejemplos más citados a la hora de ilustrar el concepto de burbuja especulativa. Quizás es, por el objeto de la especulación, uno de los más curiosos, aunque desde luego no el único.

Los tulipanes llegaron a Europa Occidental a finales del siglo XVI, y en un principio no eran demasiado populares (ya que en su estado natural no es una flor especialmente atractiva). Sin embargo, tras verse afectadas por un virus, empezaron a surgir una gran variedad de colores y una forma, irónicamente, más agradable, lo que provocó un creciente interés por ellos. Varios factores explican el origen de la tulipomanía holandesa. Por un lado, el éxito de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales y la prosperidad comercial de los Países Bajos, y por otro, el gusto por las flores, especialmente las exóticas, que se convirtieron en objeto de ostentación y símbolo de riqueza.

A su vez, y por razones que en su día se desconocían, los tulipanes cultivados en Holanda sufrían variaciones en su apariencia, naciendo así los tulipanes multicolores, irrepetibles, lo que aumentaba su exotismo y por tanto su precio. Hoy se sabe que la causa de ese fenómeno era un parásito de la flor, el pulgón, que transmite un virus a la planta conocido como Tulip Breaking Potyvirus.

En 1593, el destacado botánico Carolus Clusius dejó su trabajo en los Jardines Imperiales para tomar un cargo de profesor de botánica en Leiden, Holanda, hasta donde llevó una colección de bulbos de tulipanes que crearon un gran interés y entusiasmo. Clusius comenzó a cultivar tulipanes de variedades exóticas: sin embargo, celoso de su colección, los mantenía guardados. Pero una noche alguien penetró en su jardín y robó sus bulbos. El suelo arenoso holandés, ganado al mar, resultó ser el idóneo para el cultivo de la planta, y el tulipán se extendió por todo el territorio.

La boyante situación económica en Holanda, derivada de su gran actividad comercial, hizo el resto; y a principios del siglo XVII, los bulbos de tulipán se convirtieron en piezas de coleccionista. En 1623 un sólo bulbo podía llegar a valer 1000 florines neerlandeses: una persona normal en Holanda tenía unos ingresos medios anuales de 150 florines. Durante la década de 1630 parecía que el precio de los bulbos crecía ilimitadamente y todo el país invirtió cuanto tenía en el comercio especulativo de tulipanes. Los beneficios llegaron al 500%.

En la década de 1630, el panorama se volvió enloquecido, con un mercado de los tulipanes cada vez más activo. Los precios ascendían sin parar, alcanzando cifras desorbitadas; en 1635 se llegaron a pagar 100.000 florines por 40 bulbos, y por un bulbo de la preciada especie Semper Augustus, se podían pedir 5.500 florines.

En esta situación, generalizada en todo el país, se generó la ilusión de que siempre se ganaba en el mercado del tulipán. Independientemente de a qué precio se comprara, alguien siempre estaría dispuesto a pagar más. Gentes de todas las clases se lanzaron a comprar bulbos de tulipán, deshaciéndose de sus bienes más básicos, con la esperanza de revenderlos obteniendo un beneficio. Un marinero desconocedor de los tulipanes fue encarcelado tras comerse por error un bulbo.

Las variedades más raras eran bautizadas con nombres de personajes ilustres y almirantes de prestigio. En la década de los años veinte del siglo XVII el precio del tulipán comenzó a crecer a gran velocidad. Se conservan registros de ventas absurdas: lujosas mansiones a cambio de un sólo bulbo, o flores vendidas a cambio del salario de quince años de un artesano bien pagado.
En 1635 se vendieron 40 bulbos por 100.000 florines. A efectos de comparación, una tonelada de mantequilla costaba 100 florines, y ocho cerdos 240 florines. Un bulbo de tulipán llegó a ser vendido por el precio equivalente a 24 toneladas de trigo. El record de venta lo batió el Semper Augustus: 6.000 florines por un sólo bulbo, en Haarlem. Charles Mackay cuenta una historia de la época: Un rico mercader había pagado 3.000 florines por un raro tulipán Semper Augustus, y éste desapareció de su depósito. Tras buscarlo vio a un marinero (que había confundido el bulbo con una cebolla) comiéndose el tulipán. El marinero fue detenido de inmediato y condenado a seis meses de prisión

En 1637, el 5 de febrero, un lote de 99 tulipanes de gran rareza se vendió por 90.000 florines: fue la última gran venta de tulipanes. Al día siguiente se puso a la venta un lote de medio kilo por 1.250 florines sin encontrarse comprador. Algunos de los especuladores detectaron signos de agotamiento del mercado (por vez primera no se vendió una colección exclusivísima de tulipanes), y decidieron que era buen momento de vender y salir del mismo con sus ganancias. Esta actitud se contagió rápidamente y el pánico se apoderó del país. Quienes tenían bulbos en esos momentos, adquiridos a precio de oro, se encontraron sin compradores. La situación no era mejor para los que habían comprado mediante un contrato de futuros: se veían obligados a comprar a un precio que ya no era el de mercado. Entonces la burbuja estalló. Los precios comenzaron a caer en picada y no hubo manera de recuperar la inversión: todo el mundo vendía y nadie compraba. Se habían comprometido enormes deudas para comprar flores que ahora no valían nada.

La situación era tal que el gobierno holandés trato de mediar, estableciendo unas normas que consideraban nulos los contratos realizados a partir de noviembre de 1636, y que establecían que los contratos de futuros debían ser satisfechos con un 10% de la cantidad establecida inicialmente. Sin embargo, estas medidas no dejaron contento a nadie: los compradores se veían obligados a pagar por algo que ya no tenía valor, y los vendedores tenían que vender a un precio menor que el acordado. En 1637, el 5 de febrero, un lote de 99 tulipanes de gran rareza se vendió por 90.000 florines: fue la última gran venta de tulipanes. Al día siguiente se puso a la venta un lote de medio kilo por 1.250 florines sin encontrarse comprador. Entonces la burbuja estalló. Los precios comenzaron a caer en picada y no hubo manera de recuperar la inversión: todo el mundo vendía y nadie compraba. Se habían comprometido enormes deudas para comprar flores que ahora no valían nada. Las bancarrotas se sucedieron y golpearon a todas las clases sociales. La economía holandesa terminó en quiebra.

La explosión de la burbuja dejó, como siempre ocurre, vencedores y vencidos. Vencieron aquellos que se salieron justo antes de la explosión, acumulando grandes beneficios. Perdieron quienes habían liquidado su patrimonio para especular con bulbos y al final se quedaron con tulipanes y sin casa. Y perdió el país, que durante años se vio sumido en una importante depresión económica.

Fuentes varias y Wikipedia: Tulipomanía - Wikipedia, la enciclopedia libre
 

Johngo

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LA BURBUJA DE LOS MARES DEL SUR

El crack de 1720 es una crisis bursátil que ocurrió en Gran Bretaña en 1720, debido a la burbuja de los mares del sur entre 1711 y 1720; constituye uno de los primeros cracks económicos de la Historia.

La Compañía de los mares del sur (South Sea Company), fundada en 1711 por Robert Harley (entonces jefe del partido Tory), logró el monopolio sobre el comercio con las colonias españolas en América. La compañía, a cambio, aceptó cambiar diez millones de libras en bonos del tesoro contra las acciones a una tasa de interés del 6%, lo que equivalía a una renta perpetua para los inversores.

El primer viaje comercial hacia América tuvo lugar en 1717, pero la ganancia fue poca. En 1718, las relaciones entre España y Gran Bretaña se deterioraron, lo que ensombreció las perspectivas de la compañía. Aún así, seguía manteniendo que era inmensamente provechosa a largo plazo. En 1717, se hizo cargo de diez millones de libras suplementarias de deuda pública contra una nueva emisión de títulos.

La compañía divulgó rumores cada vez más extravagantes sonre el valor potencial de su comercio con el Nuevo Mundo, lo que tuvo el efecto de desatar la especulación. Las acciones subieron rápidamente, pasando de 128 libras en enero de 1720 a 550 a finales de mayo.

La compañía obtuvo la licencia real para comerciar en exclusiva de manera que su atractivo aumentó y sus acciones llegaron a las 890 libras a principios de junio. Este pico incitó a algunos inversores a vender; para limitar la presión bajistas, los directores de la compañía ordenaron a sus agentes comprar títulos, manteniendo así su valor en torno a las 750 libras.

El rápido aumento del valor de la acción provocó un frenesí especulativo por todo el país. Los inversores se interesaron por los mares del sur, pero también por otras acciones. A principios de agosto la cotización alcanzó las 1.000 libras, y la tendencia cambió bruscamente.

Otras burbujas estallaron al mismo momento en Ámsterdam y París (Compañía del Mississippi de John Law) y aceleró la caída de la cotización. La crisis se propagó a los bancos. entre los accionistas que se arruinaron estuvieron miembros del gobierno, incluso Isaac Newton: después de haber obtenido una plusvalía de 7.000 libras en abril, acabó perdiendo 20.000 libras. Más tarde, declaró: «Puedo predecir el movimiento de los cuerpos celestes, pero no la locura de las gentes. »

La cotización quedó en 100 libras antes del fin de año. Ante la cólera de los inversores, el Parlamento se disolvió en diciembre, y una comisión ocupó su lugar. En su informe publicado en 1721, se reveló un fraude de gran amplitud organizado por los directores de la compañía. Los directores fueron arrestados y llevados a la Torre de Londres. La mayor parte fueron desposeídos de sus bienes: así, a John Blunt no le quedaron más que 5.000 libras de las 183.000 que tenía[2]. James Cragg se suicidó. El nuevo canciller y el primer lord del tesoro, Robert Walpole, anunciaron una serie de medidas para restablecer la confianza pública y la solvencia de la compañía.

La compañía continuó con su comercio (cuando no quedaba interrumpido por la guerra) hasta el final de la Guerra de los siete años. Sin embargo, su principal función fue siempre manejar la deuda gubernamental, más que comerciar con las colonias españolas. La compañía de los mares del sur continuó encargándose de administrar parte de la deuda nacional hasta que se abolió en los años 1850.

FUENTE: Burbuja de los mares del Sur - Wikipedia, la enciclopedia libre
 

Johngo

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JOHN LAW (Enviado por Droblo) 19-10-2010



La figura de este escocés nacido a finales del siglo XVII tiene algo de personaje literario de novela de aventuras: hijo de un banquero o un joyero (según las fuentes), jugador empedernido, de gran atractivo físico, mató en un duelo de honor al marido de su amante (que se dice años atrás lo había sido del rey Guillermo III de Inglaterra) y eso le llevó a huir a Amsterdam, la entonces capital de la innovación económica. Hacía ya 100 años que en esa ciudad existían las sociedades accionariales de responsabilidad limitada (lo que hoy conocemos como acciones de bolsa), inventadas para poder financiar los mercaderes de forma conjunta la construcción y equipamiento de barcos que hicieran los largos y peligrosos viajes a las Indias, ya que los onerosos rendimientos requerían una amplia inversión. Con lo que aprendió allí elaboró unas ideas propias (¿por qué limitar el número de acciones a la venta, porque no crear un banco público que emitiera el dinero que hiciera falta?…) que supo llevar a cabo en Francia, país en el que llegó a ser el más querido y el más odiado en pocos años y que le hizo rico y también acabó convirtiéndolo en un fugitivo que murió en Venecia, según algunos en la casi indigencia, según otros invirtiendo su amplio capital en obras de arte, siempre sin dejar de jugar a las cartas como en su juventud.

En su tumba en Venecia dice:

<<En honor y memoria de John Law de Edinburgo, el más distinguido tesorero de los reyes de Francia>>



¿Qué hizo a este personaje tan controvertido y por qué ocupa hoy un lugar en un blog de economía?

Puede haber varios motivos, por ejemplo en su libro “El dinero y el comercio: una propuesta para proveer de dinero a la nación” anticipaba una de las ideas más discutidas de toda la historia del pensamiento económico: la conveniencia de incrementar la circulación monetaria para estimular la actividad económica, también fue el responsable de la primera gran burbuja bursátil de la historia (y eso que en Holanda seguro debió conocer la de los tulipanes de 1630) si bien en el mundo económico fue más famoso por ser considerado el inventor del billete bancario. Y es que lo normal en su época era pagar con monedas de oro o plata, joyas o títulos de propiedad lo que ralentizaba el intercambio comercial. Por ejemplo, en Francia la Corona y sus súbditos estaban tan endeudados y faltos de metales preciosos que ni se acuñaba ni se movía capital lo que provocaba la deflación y la anemia que tenían al país entero paralizado. Seguro ese fue uno de los argumentos que utilizó para convencer al regente del trono de Francia Felipe de Orlenas – acuciado por la necesidad de aligerar el peso de la deuda pública que había dejado Luis XIV al morir-, que le concedió una autorización para poner en marcha un banco privado emisor de billetes convertibles al portador (el Banco General) en 1716.

En 1717 creó una compañía privilegiada de comercio ligada al banco (la Compañía de Occidente o del Mississippi, luego llamada Compañía de Indias), que explotaba negocios como el comercio con la Luisiana, la recaudación de los impuestos reales o la acuñación de moneda. Consiguió tantos favores porque redujo la deuda pública por la vía de pagar a los acreedores de la Monarquía entregándoles acciones de la Compañía y del Banco por lo que en 1718 el Banco General fue nacionalizado y se transformó en banco de la Corona. Law fue elevado al rango de ministro de Finanzas del rey de Francia. De este modo ligó la política monetaria del país a la buena salud de las acciones de una gran empresa. Como director general de las finanzas controló los impuestos de toda Francia, así como la deuda pública, la emisión de dinero y la Compañía de las Indias (que a su vez controlaba el monopolio de la importación de tabaco, monopolio del comercio con África, Asia y Luisiana, que era la cuarta parte de los EUA entonces). Confiado en el éxito de un sistema en el que lo controlaba aparentemente todo (acuñó la frase “La economía soy yo”), Law aumentó la emisión de billetes muy por encima de lo que le permitían los recursos de su Banco. Hasta entonces, se entendía por dinero a las monedas de oro y plata, la novedad de Law fue hacer circular billetes cuyo valor residía en su convertibilidad en metálico; en teoría, cualquier tenedor de esos billetes podía ir al banco y convertir en oro o plata la suma expresada en ellos (de algún modo fue el inventor del patrón oro), por eso emitir demasiados sin respaldo era, de hecho, una estafa.

Una activa propaganda y unos rumores fantasiosos sobre la riqueza de Luisiana consiguieron que la cotización de las acciones de la Compañía subiera extraordinariamente, en medio de una fiebre especulativa generalizada: cuanto más subían más interés había en comprarlas. Cuando las acciones de la Compañía se vendían a diez veces su valor de emisión, Law hizo emitir tres nuevas series (ampliaciones de capital). En noviembre de 1719 las acciones cotizaban a 36 veces el valor de emisión (habían pasado de 500 a 18 mil). Por ese entonces, la gente de toda Francia iba a París a comprar acciones en tal número que los asientos de carruajes públicos estaban vendidos con días de anticipación. Los problemas empezaron curiosamente por la generosidad del dividendo, cuando a fines de 1719 se abonó un 40% muchos accionistas lo cobraron en oro en lugar de en billetes o acciones. Para que esto no pasara, a principios de 1720, Felipe de Orleans prohibió tener joyas y más de 500 libras en metálico dentro de casa. Si el Gobierno prohibía el oro y las joyas, el mensaje que lanzaba era que precisamente el oro y las joyas era lo que valía. Si a eso le sumamos que todo se basaba en la supuesta “generosidad” de las las tierras de Lousiana, bastó la vuelta de varios emigrantes contando que aquello era una tierra de pantanos y ciénagas para que se iniciara una aguda crisis de confianza.

Para evitar que el castillo de naipes se derrumbara, John Law entonces decidió fusionar la Compañía y el banco. Los accionistas tuvieron derecho a cambiar sus participaciones por billetes, al precio todavía notable de 9 mil. Pero para reembolsar las acciones, tuvo que emitir (sin respaldo alguno) una cantidad tal de billetes que duplicó bruscamente la oferta monetaria. La consecuencia fue que la inflación llegó a un 23 % mensual en enero de 1720 y la cotización de las acciones se hundiera, a la vez que reclamaban al banco la conversión de sus billetes en oro y plata. El papel moneda y las acciones, que sólo unos días antes todos querían tener, eran abiertamente repudiados. Para calmar los ánimos, el regente Felipe anunció que se habían encontrado minas de oro en América, e hizo desfilar por París a 6.000 vagabundos vestidos como mineros. Con esa estratagema ganó tiempo y pudo colocar algunas acciones de la Compañía de las Indias y siguió imprimiendo billetes cargando las culpas sobre John Law pero evidentemente era el Estado el que debía responder de la estafa.

Fue la primera gran burbuja bursátil (salieron a cotizar a 500, llegaron a 18 mil y acabaron valiendo 200) y vino acompañada por una fuerte crisis financiera. Pero lo peor, más allá del desastre de la compañía, fue el coste social. Los inversores se dirigieron al Banco Real a reclamar el reintegro de las acciones sin éxito pero peor era la situación de los asalariados. ya que se les pagaba en papel, esos billetes que no tenían respaldo ya que habían sido emitidos por un banco insolvente. Muchos iban a hacer cola desde el amanecer ante las puertas del banco para cambiarlos –sin éxito- por oro. El 17 de julio de 1720 hubo un tumulto, y 15 personas murieron. Law tuvo que huir del país. Francia volvió a la quiebra en la que le había dejado Luis XIV acrecentada por la ruina de muchos ahorradores privados Hay autores que defienden a John Law como Claude Cueni:

<< El problema saltó ante la imposibilidad de frenar a toda la nobleza. Obligaron a emitir tanto papel para financiar sus extravagancias, que arruinaron todo el sistema >>

Aunque no le exculpa, algo de eso también hubo, de hecho el dinero corría de tal manera que en plena euforia el regente compró el mayor diamante del mundo, una gema de 140 kilates, obnubilado con la cantidad de beneficios que daban las acciones. El diamante, denominado Le Régent, está expuesto en el museo del Louvre como testigo mudo de aquella época de despilfarro.

John Law sobrevivió nueve años al desastre, cuando llegó la noticia a Francia, un periódico le dedicó estas palabras:

<< Murió un escocés célebre, un calculador sin igual, que con las reglas del álgebra ha puesto a Francia en el hospital >>

Su sistema, frustrado por la ambición excesiva de ganancias especulativas, sembró entre la opinión pública francesa una desconfianza duradera hacia instituciones como el papel moneda, los bancos centrales y toda experiencia financiera, lo cual contribuyó a retrasar la modernización del sistema bancario hasta el siglo XIX y se dice que ese retraso y la pobreza que originó fue un germen para la Revolución Francesa. Pero mi reflexión personal va un poco más allá, ¿Es tan diferente la política actual de la FED a la de John Law? ¿No se está acaso emitiendo demasiado papel sin respaldo? ¿No reconoció Greenspan la importancia de una bolsa alcista para el buen desempeño de la economía? ¿No está ligada la solvencia de las naciones a las de sus más grandes bancos y de ahí la expresión “demasiados grandes para caer”? ¿No están reaccionando los inversores como entonces acumulando materias primas ante la desconfianza en el dinero de papel?

FUENTE: Euribor - John Law
 

Johngo

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October 16, 2007 4:05 a.m.
A 20 años del crash de 1987, Wall Street busca superar los fantasmas de octubre

Por E.S. Browning
The Wall Street Journal



(Repetimos tener en cuenta la fecha)

Tras el reciente auge del mercado bursátil, muchos inversionistas han dejado de lado sus preocupaciones acerca del bajón inmobiliario y las turbulencias que afectaron a los mercados de crédito hace unas semanas.

Al mismo tiempo, algunos están pensando en un inminente aniversario. Hace 20 años, el viernes 19 de octubre de 1987, la bolsa se desplomó. Es un evento que todavía provoca escalofríos entre los operadores más veteranos. En una jornada, el Promedio Industrial Dow Jones cayó 22,6%, su peor colapso porcentual en un día (sin contar 1914, cuando el mercado reanudó sus operaciones tras permanecer cerrado por más de cuatro meses en la Primera Guerra Mundial).

Por razones que los analistas no logran comprender del todo, octubre ha sido el mes de los derrumbes. En octubre de 1929, las bolsas descendieron un 23% en dos días. Y el 27 de octubre de 1997, el índice Dow Jones cayó 7,2%, con lo que culminó una baja de 13% en dos meses.

Pero en la mayoría de los años, octubre ha sido un buen mes para las acciones, marcando muchas veces el inicio de un auge en el cuarto trimestre. Esto es, precisamente, a lo que apuestan hoy los inversionistas. Tras batir dos marcas este mes, el Dow Jones acumula una subida de 13% en lo que va del año.

"Me parece que la Fed se ha encargado (de las turbulencias de los meses pasados)", al reducir en medio punto porcentual las tasas de interés de corto plazo, inyectar dinero al sistema bancario y mostrar que hará todo lo que esté a su alcance para impedir una recesión, afirma Jana Sampson, de la gestora de fondos OakBrook Investments. Sampson era una joven gerente de portafolio durante el desplome de 1987.

Hoy, la mayoría de los inversionistas tiene pocos recuerdos de ese crash. Incluso muchos de los que recuerdan el evento creen que, pese a las sorprendentes similitudes entre 1987 y 2007, también hay suficientes diferencias para aliviar las preocupaciones.

Al igual que en 1987, hoy el mercado alcista ya dura cinco años y se ve algo cansado. En 1987, tal como hoy, el dólar estaba bajo ataque. Hacia finales de 1987, Estados Unidos y sus socios comerciales discutían acerca de la debilidad del dólar. Antes, como hoy, EE.UU. estaba nervioso por su gran déficit comercial y las incursiones de los exportadores asiáticos: entonces era Japón, hoy es China. En 1987, al igual que hoy, los inversionistas extranjeros invertían en EE.UU.

En 1987, las firmas de adquisiciones deslumbraban a Wall Street al comprar a grandes compañías. Lo mismo ha sucedido este año. Y en 1987 y 2007 los mercados de préstamos atravesaron por turbulencias.

Este año, al igual que en 1987, los inversionistas más sofisticados pensaron que podían usar modelos computacionales para protegerse de caídas bursátiles. Pero en ambos años fallaron. En 1987, los inversionistas planearon vender futuros en caso de un bajón, una técnica conocida como seguro de portafolio. Pero descubrieron que no existían suficientes compradores cuando demasiada gente trataba de vender los mismos futuros al mismo tiempo. En agosto de este año, los fondos de cobertura que usan modelos matemáticos descubrieron que si demasiados inversionistas trataban de realizar apuestas similares al mismo tiempo, todos podían sufrir fuertes pérdidas.

Las diferencias

Sin embargo, algunas de las causas del desplome de 1987 no parecen estar presentes hoy. Un gran problema hace 20 años era que las acciones habían subido muchísimo en muy poco tiempo. En agosto de ese año, el Dow Jones había subido más de 43% desde enero. Este año, el alza ha sido más moderada. Para su cierre récord de 14.164 puntos el martes pasado, el Dow Jones había acumulado una subida de 14% durante el año.

Hoy, las tasas de interés son mucho más bajas que entonces. Y la inflación, que inquietaba a la Fed en 1987, parece ser moderada hoy, al menos por el momento. De hecho, una de las diferencias más importantes entre entonces y hoy es la postura de la Fed. Para combatir la inflación, en 1987 el banco central estaba elevando las tasas de interés y ajustando las condiciones de crédito. Esto aumentaba el atractivo de los bonos sobre las acciones, intensificando el temor de que las acciones estaban sobrevaloradas. Alan Greenspan, entonces presidente del banco central estadounidense, no alivió las condiciones de crédito hasta después del desplome bursátil.

En esta ocasión, la Fed ha intervenido al bajar las tasas de interés e inyectar dinero al sistema bancario. Hoy, el congelamiento de los mercados de crédito es una preocupación mayor que la sobrevaloración de las acciones. Muchos inversionistas piensan que lo peor de este año ya pasó. Phil Roth, de la firma de corretaje bursátil Miller Tabak, dice que "el próximo crash ocurrirá donde existe más especulación. Ahora, la mayor especulación está en Asia".
 

Johngo

Well-Known Member
De nada MARIARP, un placer haber llamado tu atencion y escribas por aqui
(Ya seguiremos)
 
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