El centro financiero mundial se desplaza hacia el este

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El cambio más sorprendente en los rankings es el ascenso de los principales centros financieros asiáticos –y no sólo Hong Kong y Singapur, sino también Shanghái, Beijing y Shenzhen-. Los chinos han venido promoviendo de manera explícita sus centros financieros, y el impacto está empezando a percibirse. El Índice de Desarrollo Financiero del Foro Económico Mundial –otra tabla de liga más para tener en cuenta- muestra que Hong Kong y Singapur de hecho están muy cerca de Londres, y actualmente China está por delante de Italia en lo que a sofisticación financiera se refiere. Los fideos chinos les están ganando a los espaguetis.

Esto, en parte, no sorprende. Mientras el centro de gravedad económica del mundo se desplaza hacia el este, el equilibrio de la actividad financiera está destinado a avanzar con él. Teniendo en cuenta el principio de que si algo es inevitable es mejor darle la bienvenida, la respuesta apropiada en Londres y Nueva York es encontrar maneras de colaborar con estos nuevos centros.

Sin embargo, la pregunta más importante para los centros financieros tradicionales es si la actividad internacional que puede trasladarse a otra parte realmente lo está haciendo. Eso es algo mucho más difícil de juzgar. Existen anécdotas de gestores de fondos de cobertura individuales que se trasladan a Ginebra. Cada vez que un gobierno, o un regulador, anuncia algún control nuevo, o un ajuste de los controles existentes, los banqueros amenazan con empacar y marcharse, llevándose consigo sus Porsche y sus amantes.

Estas amenazas, que antes tenían mucho impacto político, ahora son mucho menos efectivas. Algunos políticos y analistas rápidamente dicen “¡Adiós y buen viaje!”. Hasta el Banco de Inglaterra ha preguntado si, frente al costo de limpiar el caos causado por la última crisis, vale la pena albergar un mercado financiero global.

Es una especulación riesgosa. A pesar de todo lo mal que se hayan comportado –y algunos claramente merecen una década o más en el banquillo de los expulsados-, los servicios financieros son un elemento crucial de la economía de Londres. Si el sector financiero se viene a pique, ¿qué lo va a reemplazar en términos de empleos?

A pesar de todos los dichos poco serios sobre la ciencia y la industria como las escaleras para salir de la recesión (una imagen favorita del ex primer ministro británico Gordon Brown), no son más que eso –palabras vacías-. Existen pocos ejemplos –si es que existen- de sociedades post-industriales de altos costos que reanimen su sector industrial en gran escala una vez que ha declinado.

Londres, en particular, no tiene ningún derecho inalienable a ser un centro financiero global. El mercado doméstico del Reino Unido, después de todo, es mucho más pequeño que el de Estados Unidos.

De hecho, la ubicación de la actividad financiera ha cambiado a lo largo de los siglos. Si la incumbencia fuera una ventaja permanente, las oficinas globales de Goldman Sachs estarían en Babilonia. Debe de haber un punto crítico en el cual cierta combinación de mayores impuestos, más regulación gravosa y un clima político hostil haga que las empresas financieras se reubiquen.

Existe el riesgo de que Gran Bretaña ahora pueda estar acercándose a ese punto. Es por eso que la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido, y hasta la Confederación de la Industria Británica, que habla esencialmente por las firmas no financieras que tienen que ver con el acceso al crédito, ha empezado a pedir una tregua entre las autoridades y los mercados financieros.

Los próximos dos o tres meses determinarán si se declara la paz y, de ser así, si perdurará. Como siempre sucede en las negociaciones de paz, ambas partes deben estar dispuestas a hacer concesiones.

Las empresas necesitarán mostrar una limitación visible en lo que concierne a la ronda de sobresueldos de este año. El gobierno británico no tolerará otra juerga. Y los gobiernos de ambos lados del Atlántico necesitarán decidir hasta dónde quieren llegar a la hora de castigar a los bancos. Las continuas amenazas de cargas impositivas aún más altas podrían resultar peligrosamente contraproducentes. Si no se establece un nuevo contrato social entre el Estado y los mercados pronto, esos mercados pueden, efectivamente, trasladarse a otra parte.

Howard Davies, ex presidente de la Autoridad de Servicios Financieros de Gran Bretaña y ex vicegobernador del Banco de Inglaterra, actualmente es director de la London School of Economics.
 
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