Joseph Nye, ex Secretario Adjunto de Defensa de los Estados Unidos y profesor de Harvard opina sobre Japón:
La economía del Japón ha sufrido dos decenios de crecimiento lento a causa de las deficientes decisiones en materia de políticas que siguieron al desplome de la enorme burbuja de precios de los activos del país a comienzos del decenio de 1990. En 2010, la economía de China superó a la del Japón en tamaño total, aunque sólo es una sexta parte de su tamaño desde punto de vista de la renta por habitante. En 1988, ocho de las diez empresas más importantes del mundo por su capitalización en el mercado eran japonesas; hoy ninguna lo es.
Pero, pese a sus recientes resultados deficientes, el Japón conserva unos recursos de poder impresionantes. Su economía ocupa el tercer puesto de las economías nacionales por su tamaño y cuenta con industrias avanzadas y las fuerzas militares no atómicas mejor equipadas de los países asiáticos.
Hace sólo dos decenios, muchos americanos temían verse superados después de que la renta japonesa por habitante superó la de los Estados Unidos. Se publicaron libros que predecían un bloque del Pacífico encabezado por el Japón y que excluiría a los Estados Unidos e incluso una posible guerra entre los dos países. El futurólogo Herman Kahn pronosticó que el Japón llegaría a ser una superpotencia nuclear y que la transición en cuanto al papel del Japón sería como “el cambio habido en los asuntos europeos y mundiales en el decenio de 1870 por el ascenso de Prusia”.
Esas opiniones extrapolaban una impresionante ejecutoria japonesa. Sin embargo, en la actualidad sirven de útil recordatorio del peligro de las proyecciones lineales basadas en aumentos rápidos de los recursos de poder.
En vísperas de la segunda guerra mundial, el Japón contaba con el 5 por ciento de la producción industrial del mundo. Después de quedar devastado por la guerra, no recuperó ese nivel hasta 1964. De 1950 a 1974, la tasa media de crecimiento anual ascendió a un notable 10 por ciento y en el decenio de 1980 ocupaba el segundo puesto por tamaño de las economías nacionales del mundo, con el 15 por ciento de la producción mundial.
El Japón llegó a ser también el mayor acreedor y el mayor donante de ayuda exterior. Su tecnología era aproximadamente igual a la de los EE.UU. e incluso estaba ligeramente más adelantada en algunas ramas manufactureras. El Japón se armó sólo ligeramente (pues limitó los gastos militares al 1 por ciento del PNB, aproximadamente) y se centró en el crecimiento económico.
Aquélla no fue la primera vez en que el Japón se reinventó a sí mismo de forma impresionante. Hace un siglo y medio, el Japón fue el primer país no occidental que se adaptó con éxito a la mundialización moderna. Después de siglos de aislamiento, la restauración Meiji del Japón eligió selectivamente modelos del resto del mundo y, al cabo de cincuenta años, el país había llegado a ser lo bastante fuerte para derrotar a una gran potencia europea en la guerra ruso-japonesa.
¿Puede reinvertarse de nuevo a sí mismo el Japón? En 2000, una comisión creada por el Primer Ministro sobre las metas del Japón en el siglo XXI pidió eso precisamente. Poco ha habido al respecto. Dados el estancamiento económico, las deficiencias del sistema político, el envejecimiento de la población y la resistencia a la inmigración, el cambio fundamental no resultará fácil.
Pero el Japón sigue conservando un nivel de vida elevado, una mano de obra muy especializada y una sociedad estable y encabeza algunos sectores tecnológicos y manufactureros. Además, su cultura (tanto la tradicional como la popular), su ayuda internacional al desarrollo y su apoyo a las instituciones internacionales le granjean recursos de poder blando, es decir, atractivo.
Pero no parece probable que un Japón revitalizado llegue, dentro de uno o dos decenios, a ser un aspirante a la primacía mundial económica o militarmente, como se predijo hace dos decenios. El Japón, que tiene aproximadamente el tamaño de California, nunca tendrá la escala geográfica o demográfica de China o de los EE.UU y su poder blando resulta socavado por actitudes y políticas etnocéntricas.
En el muy improbable caso de que los EE.UU. se retiraran de la región del Asia oriental, el Japón podría subirse a un carro chino, pero es más probable que mantenga su alianza con los Estados Unidos para preservar su independencia de China.
El peligro principal para el Japón actual es una tendencia a encerrarse en sí mismo, en lugar de llegar a ser una potencia civil mundial que haga realidad su gran potencial para producir bienes públicos mundiales. Por ejemplo, el presupuesto del Japón para ayuda ha disminuido y sólo la mitad de los estudiantes japoneses estudian en el extranjero en comparación con los que lo hacían hace decenios. Un Japón que se encerrara en sí mismo sería una pérdida para todo el mundo.