¿Y si Portugal es rescatado antes que Irlanda?

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José Alves-Lisboa.– El máximo responsable de las Finanzas lusas, Teixeira dos Santos, no estuvo muy acertado en una reciente entrevista al semanario "Expresso", advirtiendo que cuando el precio de la deuda soberana del país alcanzara el "limite psicológico del 7%", la única alternativa que quedaría al gobierno seria llamar a la puerta del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del nuevo Fondo Europeo de Estabilización Financiera (FEFF). Su máxima preocupación, entonces, consistía en presionar aún más al Partido Social Demócrata (PSD), cuya "abstención constructiva" era vital para que el Presupuesto del 2011 fuera aprobado por el Parlamento. Eso fue efecivamente lo que pasó, gracias también a la presión ejercida en el mismo sentido por el Presidente de la República Aníbal Cavaco Silva, que lleva los colores del PSD. El problema, es que la situación actual ya se acerca mucho a la que temía el ministro de las Finanzas:el jueves, en la última subasta anual de deuda lusa (1.200 millones de euros), Portugal tuvo que pagar una tasa record del 6,806%, muy cercana pues al "limite psicológico" del 7%, que fue después superado en los mercados secundarios, donde alcanzó "picos" del 7,122%, como ya había ocurrido el martes.

En la relación con la subasta anterior, el bono luso a diez años registró un incremento de 0,4 puntos, mientras que en la emisión de deuda a seis años (6,156%), la degradación fue aún mayor, de 1,8 puntos. Lo único aspecto positivo, resaltado por Teixeira dos Santos, fue que la demanda de deuda nacional representó todavía el doble de la oferta. Otro dato importante es que los bancos internacionales y los lusos, se quedaran respectivamente con un 70% y un 30% de la emisión. Lo que no invalida las conclusiones de un estudio de Citigroup publicado por el Financial Times, y según lo cual los inversores internacionales llevan ya tiempo reduciendo su nivel de "exposición" a la deuda soberana de los países periféricos de la zona euro: pasó del 85% al 65% por la deuda lusa, del 70% al 55% por la griega, y del 43% al 38% por la española.

Según Teixeira dos Santos, la presión de los mercados tiene mucho que ver con las "dudas" en torno al nuevo mecanismo permanente de gestión de crisis defendido por Alemania y Francia principalmente, y que es una forma de desplazar la responsabilidad de la situación actual sobre Ángela Merkel y Nicolas Sarkozy. Pero el responsable de las Finanzas lusas, también reconoce que lo que los mercados esperan de Portugal es que el gobierno y la oposición se concentren más que nunca en la reducción del déficit presupuestario (del 7,3% del PIB este año al 4,6% previsto para el 2011) y en las reformas estructurales ya iniciadas. "No queda otra alternativa para alejar el escenario de una intervención del FMI", advierte Teixeira dos Santos.

Lo que no está ya en el orden del día es "satanizar" a los mercados. Eso es en lo que insiste Cavaco Silva, que tiene grandes posibilidades de ser reelegido por cuatro años más en las presidenciales de enero 2011, frente al candidato socialista Manuel Alegre. "La retóorica de los ataques a los mercados internacionales no creerá ningún empleo", advierte el presidente de la República, en un clara alusión al primer ministro José Sócrates, insistiendo en que la solución de los problemas actuales pasa por reducir la dependencia de la financiación exterior. El comisario europeo para la Economía, Olli Rehn, insiste en la misma tesis: aunque denuncie la "reacción excesiva de los mercados", advierte Lisboa que lo que hay que hacer "es evitar un endeudamiento excesivo por parte de la administración pública y del sector privado".

Tras la emisión de deuda realizada esta semana, y que fue la última programada para este año, la atención de los mercados estará más concentrada en el Presupuesto del 2011, que fue ya aprobado en la generalidad gracias a la abstención del PSD, pero cuya discusión detallada no está todavía terminada en el Parlamento. En todo o caso, la posibilidad de una crisis política (dimisión del gobierno y disolución del Parlamento) sólo se plantea para después de marzo 2011, cuando el nuevo presidente de la RepÚblica asuma sus funciones. Cavaco Silva es el gran favorito, y ya advirtió que si sale reelegido tendrá una actuación más activa anteo el ejecutivo.

En todo o caso, al margen de la evolución política y de la severa cura de austeridad anunciada para el próximo ano (reducción del gasto público, incremento de la presión fiscal, rebaja de los salarios de los funcionarios...) y que llevó los sindicatos CGTP (pro-comunista) y UGT (socialista y socialdemócrata) a convocar conjuntamente por primera vez una huelga general para el 24 de noviembre, son ya muchos los políticos y los economistas que consideran la intervención del FMI como "inevitable". La explicación que avanzan es que ni el gobierno ni la oposición están dispuestos a asumir la "impopularidad" de nuevas reformas estructurales y de sacrificios aún mayores que los previstos para los próximos tiempos, pero sin los cuales el país no podrá salir a flote y evitar así una degradación de la ya muy difícil situación económica, financiera y social.

El problema de la deuda, por ejemplo, volverá rápidamente al centro de las preocupaciones del gobierno: aunque los riesgos estén siendo "exagerados" por los mercados, lo cierto es que Portugal necesitará el próximo año 25.600 millones de euros para financiar su deuda (19.700 millones llegarán a vencimiento entre enero y julio), y otros 10.500 millones para cubrir el déficit presupuestario, lo que representará casi un 21% del PIB, 1,8 puntos más que en 2010. Sólo los costes de la deuda alcanzarán los 6.300 millones de euros (1.100 millones más que este año), el equivalente a un 3,6% del PIB, prácticamente un 80% del déficit presupuestario previsto. "Será el espiral de deuda, la presión de los mercados y la degradación de la situación política, económica y social que harán inevitable la llamada al FMI", pronostican los expertos.

Hay que recordar que el FMI ya tuvo que acudir un par de veces en ayuda de Portugal, al final de la década de 1970 (por culpa de los "excesos" de la "revolución de los claveles") y al inicio de la década de 1980. En aquellos momentos, lo que hicieran los "tecnócratas grises" del FMI fue poner en orden las finanzas lusas, imponiendo una reducción drástica del gasto público y otras medidas de austeridad, pero utilizando también instrumentos que ya no podrían utilizar ahora, como la desvalorización del escudo y el incremento de las tasas de interés.

Lo que haría ahora el FMI, dicen los expertos, seria principalmente imponer nuevos recortes en la inversión pública y en el gasto social (salud, pensiones, educación) y con una visión más a largo plazo que la que tienen los gobiernos de turno. Los expertos también especulan sobre el riesgo de un "efecto dominó": la intervención del FMI en Portugal pondría aún más España en la punta de mira de los mercados internacionales, que ponen muchas veces una mirada global sobre la Península, principalmente por la fuerte interpenetración de ambas economías ibéricas.
 
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