Según publica la prensa del país el gobierno ya estaría negociando las condiciones técnicas de la ayuda que podrían hacerse públicas en la reunión mensual de ministros en Bruselas del próximo martes.
Aunque oficialmente se sigue negando "hubo un contacto ayer entre el gobierno de Dublín y el presidente de la Comisión Europea José Manuel Barroso, el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, y el ministro de Exteriores alemán Guido Westerwelle."
El primer ministro irlandés Brian Cowen he negado que Irlanda necesite un plan de rescate. AFP
Con la crisis de la deuda irlandesa como punto principal en el orden del día en la reunión de ministros de finanzas en Bruselas, el columnista irlandés Fintan O’Toole advierte de que el rescate de este país paralizado económicamente no funcionará si no se complementa con una reorganización de sus instituciones políticas. Fintan O'Toole
El rescate de Irlanda, ocurra cuando ocurra, no es simplemente un momento decisivo en nuestra historia. Es también un momento crucial para la Unión Europea. La gestión de la Unión Europea con respecto a este pequeño Estado moroso será la mayor prueba para esclarecer si la UE sigue siendo un proyecto político y social, basado en el legado de la Segunda Guerra Mundial, o si simplemente es otro instrumento para los intereses de los ricos. Independientemente de lo que diga el gobierno (¿acaso hay alguien que aún le crea?), la pregunta clave sobre el rescate no es cuándo ocurrirá, sino cuáles serán sus condiciones. ¿Con qué tipo de interés? ¿Durante cuánto tiempo tendrá que devolver Irlanda el dinero y alcanzar el mítico objetivo del 3 por ciento de déficit presupuestario? Puede que estas cuestiones parezcan aspectos técnicos fiscales. Pero en realidad son asuntos políticos y morales. Afectan a la esencia del proyecto europeo. La UE existe tras aprender una lección del modo más espantoso posible, con el ascenso de la barbarie y el conflicto más destructivo de la historia mundial. Dicha lección es muy sencilla: el interés nacional de cada país europeo está vinculado al bienestar de los demás países europeos. O por decirlo de un modo más directo, a nadie le interesa ver cómo un vecino estalla.
Como prestamista, Alemania también es responsable
El país que mejor lo sabe es precisamente el que ahora tiene nuestro destino en sus manos: Alemania. Los alemanes han vivido dos experiencias opuestas de lo que le ocurre a un país cuando adopta un comportamiento vergonzoso. Al final de la Primera Guerra Mundial, se decidió que deberían ser castigados para que aprendieran la lección. Todos conocen el resultado: una Alemania peligrosa y demente. Así pues, al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania se comportó de un modo incluso más atroz, la tentación fue castigarla con más severidad. El impulso inicial fue inmovilizar y bloquear a Alemania, una respuesta perfectamente justificada. Pero se impusieron la memoria y la sabiduría. Y en lugar de bloquear al país, se ayudó a Alemania a recuperarse. Estamos demasiado débiles como para recibir un golpe fuerte. No necesitamos castigos, necesitamos ayuda. Y la propia Alemania no está libre de pecado. Sin duda la crisis es culpa de nuestras propias idioteces internas. Pero los bancos alemanes fueron nuestros prestamistas más entusiastas en los años de prosperidad. Y Angela Merkel nos podría haber ahorrado muchos problemas si hubiera dicho en septiembre de 2008 lo que dijo la semana pasada sobre los titulares de los bonos que deben compartir el dolor. El descubrimiento de Alemania de la locura de los rescates bancarios llega un poco tarde para nosotros.
Los valores de la Unión, en juego
Sin embargo, la pregunta fundamental va más allá de los culpables y recae en los fundamentos esenciales de la propia UE. Están en juego sus bases del interés propio ilustrado, la solidaridad, la igualdad y la justicia. Castigar a los irlandeses y en especial a los más vulnerables, que serán los más afectados con la destrucción de los servicios públicos, sería una estupidez desde el punto de vista económico. Pero también socavaría la afirmación de la UE de tener unas bases morales y no simplemente pragmáticas. Sin embargo, la otra parte del trato es igualmente importante. No tiene sentido que nos rescaten si el único fin es mantener los sistemas y la cultura política que han creado este lío. La UE podría terminar con nuestras deudas de un plumazo y acabaríamos con otra crisis en 10 años. Por decirlo crudamente, somos incapaces de gobernarnos a nosotros mismos con nuestra actitud y nuestras instituciones actuales. Por ello, la otra parte de un rescate lógico y justo, con tipos de interés bajos y un plazo de 10 años, es una revolución en nuestras instituciones públicas, en la moral pública y en los sistemas de gobierno. Un contribuyente alemán tendría razón al concluir que si rescatas a gente que no ha aprendido nada de las consecuencias de sus propias acciones, asumirá que les sacarán las castañas del fuego una y otra vez. Por ello, la otra pregunta que debe plantearse la UE es la siguiente: ¿se trata de rescatar a un país o a un sistema inútil de compinches y de política inepta? Si la respuesta es la primera opción, la UE habrá superado una prueba clave. Si es la segunda alternativa, los alemanes harían bien en guardarse su dinero en el bolsillo
¿Lanzará la Unión Europea un plan de ayuda financiera a Irlanda? ¿Se trata del principio de una crisis más larga y más grave? Habrá que tomar decisiones y, como indica Der Standard, “a muchos no les importa la isla”. El diario vienés comprende “el escepticismo de Dublín” frente a una posible pérdida de su independencia financiera. “El problema fundamental es el siguiente: para los rescatadores del continente, el problema principal no es Irlanda. Igual que en el caso de Grecia, la economía irlandesa es demasiado pequeña como para arrastrar a la zona euro a las profundidades. Pero, también como sucede con los griegos, Irlanda y su banca deben mucho dinero a los bancos de la eurozona y del Reino Unido: 138.000 millones contando sólo los banco alemanes”, constata el periódico vienés. Der Standard señala el peligro de un efecto dominó, que podría provocar la caída de la cuarta economía europea: España. “¿Vendrá después España?”, se pregunta El Mundo. Según el rotativo madrileño, se trata de una "advertencia de la UE al borde del precipicio", ya que la Comisión Europea considera que "la situación irlandesa puede tener efecto en España si no demuestra su credibilidad en los mercados". "El Gobierno apenas ha avanzado en las reformas estructurales a las que se comprometió ante la UE" el pasado mayo y se está quedando sin tiempo, afirma el diario. Entre otras cosas, Madrid debe reformar el sistema de pensiones y acelerar el proceso de fusión de las cajas de ahorros, un problema mayor para la financiación de la economía española, exigido "imperativamente" por Miguel Angel Fernández Ordoñez, gobernador del Banco de España. En el vecino Portugal, el Diário de Notícias anuncia que “el gobierno rechaza pedir ayuda, incluso aunque Irlanda lo haga”. Sin embargo, Público afirma que en Bruselas “hay quien admite que una ayuda común a los dos países es inevitable”. ¿Cómo hemos llegado a este punto? Les Echos opina que Europa está pagando las decisiones que se tomaron la primavera pasada. Durante la crisis griega, “por orgullo se descartó cualquier tipo de reestructuración de la deuda de ninguno de los Estados miembros”, y se optó por “un plan que debía servir para ganar tiempo y tranquilizar a los mercados”. No obstante, “los mercados financieros solo se calmaron durante unos meses y a los países llamados periféricos —Grecia, Irlanda y Portugal— pronto les faltará tiempo para refinanciarse en unas condiciones aceptables”, asegura el diario económico francés. A día de hoy, “¿cómo podría Irlanda reducir el déficit de un 32% del PIB a un 3% en 2014?”, se cuestiona el rotativo. “El exceso de deuda desembocará en un momento u otro en suspensiones de pagos o en una profunda reestructuración. Hasta ahora, Europa se ha negado a reconocerlo”. Por lo tanto, resulta urgente “salir de la negación” y “poner en marcha un mecanismo de reestructuración ‘ordenada’ de la deuda de los países más vulnerables; en otras palabras, un escalonamiento de los vencimientos acompañado de un esfuerzo por parte de los acreedores”. Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ) lo ve como una “partida de póquer en torno a Irlanda”. Y Berlín, por ejemplo, se encuentra acorralado entre los mercados y los contribuyentes tras el proyecto que presentó Angela Merkel para sustituir el mecanismo de rescate actual por uno permanente antes de 2013. La intención de la canciller es que los acreedores privados, en especial los bancos y los fondos, participen en el rescate de los países.
“No podemos seguir exigiendo durante mucho tiempo a los ciudadanos para que los bancos sean rescatados con el dinero de los contribuyentes sin obligarlos a que asuman las consecuencias de sus inversiones erróneas”, publica FAZ. El diario cree que la canciller ha contribuido en buena parte a la aceleración de los mercados mediante la ratificación de la posición alemana en ese sentido en la cumbre de Seúl. Según un banquero entrevistado por FAZ, algunos inversores pensaron que Irlanda o Portugal serían objeto del citado mecanismo de rescate