Sobre estas bases teóricas habría de operar posteriormente el alcance de Kondratieff sobre los ciclos largos, y los trabajos posteriores de Schumpeter, Wallerstein , Arrighi, Frank, Modelsky, Metzler, Goldstein, Grossmann y otros.
Kondratieff planteó su provocativo trabajo sobre la estructura cíclica del desarrollo capitalista en los primeros años del régimen soviético, cuando en 1920 la III Internacional empezaba a afirmar el dogma de la decadencia irreversible del capitalismo, una decadencia sin retorno. Kondratieff planteó un punto de vista diferente y basó sus estudios en el análisis de la conducta de los precios durante el siglo XIX, en donde pudo observar una alternancia semisecular entre expansiones y contracciones de una onda larga que se cumplía en un lapso de entre 54 o 55 años. Una onda que continuaba en el siglo siguiente, marcando una situación de ascenso precisamente para esos años veinte. Kondratieff también diseña su célebre figura de la onda, con sus lineas de ascenso, su pico principal, su caída, el nuevo ascenso corto, la meseta y la caida casi vertical hacia la depresión.
Ernst Mandel, que ha discutido y criticado diversos aspectos de la tesis de Kondratieff, adoptó también el modelo, anclándolo en las revoluciones tecnológicas y en los procesos de revalorización del capital. Y señala cuatro ondas largas, de la duración de las ondas de Kondratieff que se desplazan, la primera desde fines del siglo XVIII hasta 1847; la segunda, desde 1847 hasta 1890, y la tercera desde esa fecha hasta la segunda guerra mundial; la cuarta desde la posguerra hasta el fin del siglo XX. En cada una de estas ondas, se puede descubrir la alternancia entre aceleración y desaceleración. De acuerdo a esta visión estaríamos ahora entrando en la fase de caída ,hacia una contracción de la última onda.
A lo largo de estos doscientos años, la onda larga en su transcurso ha originado cambios de centro en el desarrollo capitalista, la consolidación de nuevas hegemonías.
También las fases de crecimiento han sido dinamizadas por la introducción de nuevas tecnologías. De nuevas formas de organización del trabajo. Por ejemplo, la fase de crecimiento después de la primera guerra se benefició de una mejor organización del trabajo, y de una mayor intervención del Estado.
En el último período el ascenso se ha definido por el establecimiento de la hegemonía norteamericana, apoyada en los resultados de la segunda guerra, la caída del Este, la industria de armamentos y la informática,
Esta onda completa un ciclo entre sus puntos de quiebre de más o menos 50 años. Así, tiene sus puntos bajos a principios de la segunda década del siglo XIX, hacia 1870 y tantos, y luego en 1930. Después de la segunda guerra comienza un nuevo ascenso, y el nuevo punto de caída vendría a darse poco antes de 1999. El espacio entre la caída y el inicio de una nueva onda ascendente, ha sido variable en los últimos cien años, dependiendo mucho de las condiciones de destrucción y de reorganización social. De modo que la caída que recién comienza podría alcanzar sus puntos más bajos hacia el año 2003 o 2005, y arrastrarse por algunos años más en busca de un crecimiento. No se sabe con qué actores., ni bajo que condiciones de acumulación.
Lo que ha ayudado a confundir un poco a los analistas, ha sido el hecho de que el sistema también muestra ciclos u oscilaciones de más corto alcance, en el mismo canal de su ascenso, un canal porque como en un tubo se aprecian limitados los puntos de tope hacia lo alto y lo bajo de pequeños ciclos, ciclos por ejemplo que se cumplen a lo largo de cuatro años. Tanto en EEUU como en México, se da una coincidencia de períodos de baja con los períodos de sucesión presidencial. Eso sin embargo ha acompañado a un crecimiento generalizado de la economía desde 1945 a 1997. Mostrando puntos bajos, que no llegaron a quebrar al movimiento ascendente de la onda larga, en 1954, en 1970, en 1975, en 1980 o 1990. Y entonces, muchos políticos y tecnócratas, absorbidos entre el juego de sus intereses acumuladores y el análisis de los ciclos cortos, han tenido la fuerte tendencia a imaginar recuperaciones a la vuelta de la esquina. Acompaña a esto una sobreconfianza en los "mecanismos anticíclicos" que decían haber inventado.
La excesiva confianza de la tecnocracia neoliberal en la "sustentabilidad del crecimiento", los lleva posiblemente a cometer el mismo error de los militantes de la III Internacional, pero con signo opuesto. Los comunistas de los veinte no sabían reconocer el ascenso de la curva, mientras los tecnócratas de hoy no están preparados para imaginar siquiera el quiebre y la caída.
El efecto del quiebre de la onda larga se reconoce, sin entrar al difícil problema de alta teoría económica, por una constante baja en el volumen y la tasa de ganancias y por la extensión de la contracción. Es aquí en donde vale la pena señalar otros sofismas de estos tiempos: cuando se dice que los mercados caen por influencia y que sólo ahora los mercados pueden resonar ya que se encuentran interconectados por el internet. Ya desde 1860, cuando se tendieron los cables del telégrafo existía esa interconexión, y esa semisimultaneidad. Y los mercados son "susceptibles" cuando los propios resortes internos de captación de valor se encuentran dañados. En las etapas de crecimiento de la curva, los engranajes que conforman el valor han sido también globalizados. Al llegar a su momento de quiebre, la onda larga se muestra deprimiéndose a nivel global, a nivel de la economía mundial, donde los capitales se revuelven sin encontrar cuotas de ganancia. Claramente en ese tiempo surgen los problemas de sobreproducción y fuertes tendencias deflacionistas. Y el período que sigue es de depresión.
Viene también a darse el comienzo de una destrucción masiva de valores, incomparablemente mayores de los que pueden haber encontrado sólo frenos en el caso de las ondas depresivas de corta duración. El ejemplo hoy en día está a la mano: en pocas semanas los mercados han perdido porcentajes equivalentes al 30% de su valor. En pocos días hay países en donde el valor de los signos monetarios se han depreciado en más de un 100%. El desbarajuste de los sistemas monetarios es mayúsculo. La caída de la inversión es sorprendentemente alta, masiva y a nivel mundial.
El peso de la depresión se hace sentir en un cese del crecimiento --tema al que se alude en estos días cuando se habla de recesión-- y en una descomposición generalizada de las relaciones económicas y financieras. Ese peso genera un desequilibrio mundial. Se debe apreciar que desde el estallido del Sud este de Asia en octubre de 1997, los países más afectados (Asia, América Latina, Rusia) representan el 30% del producto mundial. Y si uno ha de observar como toca esto a regiones más fuertes, como Europa o los EEUU, se debe ver el desequilibrio que se ha originado en sus balanzas comerciales con las desaceleraciones consecuentes. La detención en el crecimiento sólo de EE UU, que representa más del 20% del PIB mundial está cargada de consecuencias a largo plazo.
Estos movimientos aunque generalizados, son espasmódicos, y tienen más o menos presencia en unas regiones que en otras, sin que ninguna pueda quedar indemne. Si en estos días se considera a regiones débiles, puede verse lo que pasó en Indonesia o en Rusia, en donde nos encontramos con descalabros inmensos. Pero, cuidado, en EEUU, que es una plaza fuerte, los valores en bolsa, se han conducido de tal manera que desde mediados de julio a fines de agosto, han experimentado un severo hundimiento que importa varios millones de billones de dólares, sólo en eso de ir de un tramo bursátil a otro en Wall Street, de 9400 puntos a 7500. Ni hablar de Japón donde en las dos semanas recientes el Nikkei atravesó con gran facilidad "la barrera psicológica" de los 15 000 puntos y luego "la barrera psicológica" de los 14 000. Por momentos se han construído, es cierto, recuperaciones de papel: en Malaysia mediante la utilización bursátil de los fondos de pensiones; en EEUU,amenazando con una baja de los intereses; en Japón, comprando yenes y acciones con los dólares de la reserva. Pero sin nada que pueda llegar a alterar las causas profundas que empujan hacia el desastre. Se puede prever que sacudidas inevitables en Asia, Europa Oriental y América Latina, en los meses de septiembre y octubre, apoyarán el envío de este mercado americano por debajo de los 6000 puntos, y que no será difícil que Japón siga en su trasmigración "psicológica" hacia abajo.. .
En las circunstancias de una crisis mundial como la que estamos presenciando, un desastre tiende a amarrar otros. Rusia, arrastra a Alemania y a los países del Este de Europa. América Latina le importa a España y a EEUU. El Asia le cuelga al Japón.
Y EEUU depende de todos. Todo con traducciones bursátiles, monetarias, bancarias, de comercio y de producción, debatiéndose en la caída hacia una depresión histórica. Este es el escenario que se trata de explicar.
El diseño gráfico de la onda larga que realiza Kondratieff merece también reflexionarse, ya que muestra una serie de coincidencias con los fenómenos recientes: primero un ascenso, sigue una quiebra con una caída de corta duración, a lo que sigue un nuevo ascenso muy rápido y breve, seguido de una corta meseta y la caída. Merece especial cuidado retener que el período de depresión suele durar entre diez o quince años.