La Unión Europea
A comienzos de la década del cincuenta los grandes capitales europeos a partir de su necesidad de competitividad en el mercado mundial, sobre todo respecto del Japón y de los Estados Unidos, forzaron la creación de lo que sería la Comunidad Europea, hoy día Unión Europea. El contexto de posguerra y de depresión había obligado a Estados Unidos a proveer de una masa monetaria muy fuerte al viejo continente con el objetivo de mantenerlo alejado de la amenaza “Comunista”, esto permitió la reconstrucción europea pero al mismo tiempo generó una cierta dependencia hacia el nuevo líder económico y político occidental. Así, las burguesías europeas, principalmente las francesas y alemanas, vieron en la conformación de un bloque unido y proteccionista fronteras adentro respecto del comercio internacional, la posibilidad de producir a costos menores y entonces, ser más competitivas hacia afuera. Al cabo de más de cuarenta años de tediosas negociaciones y múltiples retrocesos, hoy, la Unión Europea tiene una moneda y una política común para todos sus miembros, que además, han ido incrementándose en cantidad de manera exponencial. Al mismo tiempo posee un parlamento europeo, una legislación y un poder ejecutivo, esto muestra la relativa pero importante incorporación de la sociedad a la toma de las decisiones.
Sin embargo éste camino que ha desandado el viejo continente, sobre todo en su lado occidental, ya que recién en estos años se está incorporando a países como Rusia y a Turquía, está atravesando una suerte de crisis de la que no se tiene bien en claro la dirección de la salida, ya que la Unión misma es una creación que se ha ido construyendo sobre la marcha y a partir de la concreción de consensos que le permitieron avanzar sin planes predeterminados.
El fantasma de la recesión se hace presente constantemente ya que para obtener mayor competitividad, los capitales europeos se concentran y apuntan a aumentar la acumulación de capital, obligando a los estados nación a ajustar a las sociedades civiles a estas reglas. Quienes pagan dicha acumulación son los trabajadores, los cuales a su vez deben observar como se deprecia su salario, se pierden reivindicaciones sociales históricas, los créditos se encarecen y las tasas de interés suben -recuérdese que el Euro es una de las monedas más caras en éste momento. Así finalmente, cae la demanda. Es entonces cuando las economías tienden a estancarse y a generar inflación. (Cabe recordar la caída del precio de la propiedad inmueble en España y la caída del sexto banco más importante de Inglaterra, ambos fenómenos relacionados a la alta tasa de interés de la que se aprovechaba el capital financiero. Esta alta tasa de interés que permite en cierto momento beneficios millonarios a partir de la especulación, cae abruptamente cuando los bienes dejan de tener demanda, y esto es lo que sucedió con el precio de la propiedad inmueble en gran parte de España, y tiene una fuerte relación con lo sucedido en Inglaterra, el centro del capitalismo financiero a nivel mundial.)
De la misma manera se están dando oleadas migratorias hacia Europa provenientes de África y Asia, que ponen a disposición del capital una mano de obra más barata y jaquean al trabajador europeo que se resiste a vender su fuerza de trabajo por los valores pagados a los inmigrantes. Se da así una crisis además de económica, social. El capital precisa de esta mano de obra para poder seguir compitiendo internacionalmente y por eso el fenómeno tampoco se detiene realmente, pero el trabajador europeo por esto mismo se ve afectado en sus posibilidades porque el valor de la fuerza de trabajo termina por caer por la misma competencia.
Estos son los fenómenos que han puesto un manto de incertidumbre sobre las posibles salidas positivas al estrangulamiento que genera el hecho de mantener el Euro como moneda europea. Estos problemas se han traducido en las urnas en reiteradas oportunidades en países como Francia, España, e incluso la propia Alemania, el banco de Europa, donde la sociedad vota en contra de los tratados que representarían una mayor integración y al mismo tiempo, dependencia.
La tendencia del capital es concentrarse, acción que abarata la producción y permite una mayor competitividad, lo cual conlleva a su vez un aumento de la acumulación, esto significa en sí mismo y en este contexto, trascender las fronteras nacionales, y por esto mismo para el capital europeo; la integración y la supresión de las fronteras nacionales es siempre beneficiosa, si bien el instrumento para llevarla adelante sigue siendo el Estado. Sin embargo, la explotación al extremo de estas posibilidades genera el mencionado estrangulamiento, fenómeno más peligroso en sociedades civiles como las europeas, acostumbradas a un estado benefactor que les garantiza una importante cantidad de derechos sociales, los cuales continúan disminuyendo.
Lo que debe rescatarse aquí es la complejidad de estos temas ya que no puede hacerse una marcha atrás en la integración económica a esta altura, y sin embargo no es absolutamente conveniente para las propias burguesías europeas la profundización de estas medidas tampoco. Se ve de ésta manera como el capital, que nunca tuvo nacionalidad, tiene un rumbo muchas veces opuesto al de sociedades que no quieren perder sus identidades culturales ni verse tan afectadas económicamente.
Este proceso de integración y dependencia entre los países europeos que conforman la Unión, en éste momento de la historia ha detenido su rumbo, y las razones son en gran parte sociales. Esto no debería generar demasiada alarma ya que así ha sido como este mercado común se ha construido, con avances y retrocesos. El punto fundamental es que a esta altura solo parecía quedarle por delante a la Unión Europea la disolución de las nacionalidades, cosa que sin embargo hoy se aparece como imposible debido al papel que han tomado las sociedades civiles.
Pese a esto, hacia fuera el Euro ha alcanzado una competitividad y una fortaleza únicas, la Unión tiene un saldo comercial positivo respecto a los Estados Unidos y es uno de los cuatro poderes más importantes del mundo junto con Japón y China. Por esto mismo a los países lindantes con la Unión Europea, su no participación les es muy perjudicial, ya que sus burguesías no pueden competir de ninguna manera con éste gigante. Pero al mismo tiempo, entrar a formar parte de la Unión demanda de un esfuerzo magnánimo que al final debe pagar la sociedad civil, ajustándose económicamente a todas las reglamentaciones pertinentes que demanda el Euro. Cuando finalmente esto se logra, los capitales pueden fluir positivamente, mientras que los beneficios que reciben las sociedades civiles están siendo puestos en duda.
Podríamos decir en conclusión que al fenómeno que es la Unión Europea lo atraviesan dos fuerzas, una centrípeta y otra centrífuga. Para los países que están afuera de la Unión, y sobre todo en un territorio lindante, se da un proceso respecto de la Unión de fuerza centrífuga, quedan afuera y debilitados, son expulsados del crecimiento económico que ostenta este gigante económico y social. La imposibilidad de competir con él y la influencia negativa que les genera tenerlo cerca en un mundo donde el capitalismo está tan globalizado termina poniendo en jaque hasta a las propias sociedades civiles y no solo a los grupos burgueses. Para el resto de los grandes actores del capitalismo mundial se está dando un contexto en el cual la Unión Europea debe ser aceptada como un de los poderes más importantes y al mismo tiempo difíciles de abordar dentro de las lógicas de competencia de los mercados internacionales. Es un gigante consumidor, lo que genera una gran dependencia desde los mercados que comercian con él, al tiempo que es potencialmente una gran amenaza competitiva.
Para los países que se encuentran del lado de adentro de la Unión se da un fenómeno de atracción centrípeta, tanto para las burguesías y los grupos económicos que se concentran y acumulan cada vez más capital, tanto como para las sociedades civiles que ven a sus identidades históricas licuarse en las contradicciones de la integración del mercado, y en la succión económica que demanda la existencia de tamaña empresa.