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Guest
Este es y debería ser el principio detrás de WikiLeaks y sus sucesores –publicar información que las autoridades mantendrían en secreto, no información sobre vidas privadas-. En un mundo donde los gobiernos, las corporaciones y otras instituciones tienen tanta información sobre nosotros, está bien que tengamos más información sobre ellos y sobre las actividades de las personas que actúan en su nombre.
Si las instituciones no son plenamente responsables, es útil contar con una institución compensatoria irresponsable que revele sus secretos. De hecho, el modelo de WikiLeaks es bastante sensato: solicita documentos a cualquiera, evalúa si son reales y los publica con alertas a la prensa del establishment, que opera como un guardián de facto para las masas. Después de todo, ¿cuánta gente en realidad visita los originales de WikiLeaks? Poca, comparada con los millones que los ven interpretados en los medios masivos.
¿Qué pasa con la posibilidad de poner vidas en peligro? ¿Qué pasa con los secretos reales sobre terroristas y negociaciones delicadas? Por lo que dicen todos, no se llegó a ese punto. Si fuera así, yo respaldaría que se silenciaran las revelaciones de WikiLeaks… y la mayoría de los medios no republicaría su contenido.
La ironía es que es poco lo que se reveló que ya no supiéramos. Lo que estamos recibiendo son los detalles –los comentarios personales, la textura de las vidas de los diplomáticos y de aquellas personas que observan, la horrible cantidad de muertes de la guerra y sus indignidades cotidianas, las hipocresías y las mentiras de quienes están en el poder.
¿Todo esto hará que nos volvamos más cínicos en lugar de más exigentes? ¿Hará que los gobiernos sean más opacos en lugar de más transparentes? ¿Estamos encaminados hacia una era de más paranoia sobre los secretos, donde incluso no se comparta tanto la información útil?
Si la cura va a ser peor que la enfermedad, para citar al cofundador del Foro de Democracia Personal Andrew Rasiej, encontremos una mejor cura: hagamos la distinción apropiada entre lo que debería ser secreto y lo que todos saben. Alentemos una mayor transparencia sobre las instituciones que ejercen poder sobre nosotros para que un WikiLeaks ya no sea ni necesario ni justificable.
Hasta ahora, se causó poco daño –mientras que el cambio positivo que se logró es mínimo-. La reacción de Estados Unidos fue desmesurada. Instó a Amazon a que cancelara su contrato con WikiLeaks, mientras que PayPal cerró la cuenta de WikiLeaks –aparentemente sin que ni siquiera se lo pidieran-. ¿Por qué es que la exigencia de transparencia parece aplicarse sólo a los países que vista la secretaria de Estado Hillary Clinton y no al país que representa?
Hace poco hablé con un partidario incondicional del establishment que me dijo cuánto más difícil le resultaría al cuerpo diplomático estadounidense lograr sus objetivos presuntamente dignos después de estas filtraciones. ¿Pero la conveniencia diplomática realmente es tan importante? Quizá sea útil que todos nosotros entendamos cómo funcionan en verdad las cosas. En cualquier caso, la reacción oficial es exagerada.
A la larga, WikiLeaks importa por dos razones. La primera es que necesitamos un mejor equilibrio de poder entre la gente y el poder. La información –y específicamente el poder de Internet de difundirla- es nuestra mejor defensa contra un comportamiento deficiente e irresponsable.
La segunda es que queremos confiar en nuestros gobiernos e instituciones. El objetivo de la apertura es hacer que quienes están en el poder se comporten mejor –y que podamos confiar más en ellos-. En lugar de verlos como enemigos, deberíamos saber en qué andan y tal vez opinar más sobre lo que hacen.
Para que esto suceda, alguien tiene que estar dispuesto a enfrentar el oprobio, la cárcel y una vida de vigilancia. Ojalá Julian Assange fuera una mejor persona, pero no hay gente mejor que esté dispuesta a aceptar el reto.
Esther Dyson, presidenta de EDventure Holdings
Si las instituciones no son plenamente responsables, es útil contar con una institución compensatoria irresponsable que revele sus secretos. De hecho, el modelo de WikiLeaks es bastante sensato: solicita documentos a cualquiera, evalúa si son reales y los publica con alertas a la prensa del establishment, que opera como un guardián de facto para las masas. Después de todo, ¿cuánta gente en realidad visita los originales de WikiLeaks? Poca, comparada con los millones que los ven interpretados en los medios masivos.
¿Qué pasa con la posibilidad de poner vidas en peligro? ¿Qué pasa con los secretos reales sobre terroristas y negociaciones delicadas? Por lo que dicen todos, no se llegó a ese punto. Si fuera así, yo respaldaría que se silenciaran las revelaciones de WikiLeaks… y la mayoría de los medios no republicaría su contenido.
La ironía es que es poco lo que se reveló que ya no supiéramos. Lo que estamos recibiendo son los detalles –los comentarios personales, la textura de las vidas de los diplomáticos y de aquellas personas que observan, la horrible cantidad de muertes de la guerra y sus indignidades cotidianas, las hipocresías y las mentiras de quienes están en el poder.
¿Todo esto hará que nos volvamos más cínicos en lugar de más exigentes? ¿Hará que los gobiernos sean más opacos en lugar de más transparentes? ¿Estamos encaminados hacia una era de más paranoia sobre los secretos, donde incluso no se comparta tanto la información útil?
Si la cura va a ser peor que la enfermedad, para citar al cofundador del Foro de Democracia Personal Andrew Rasiej, encontremos una mejor cura: hagamos la distinción apropiada entre lo que debería ser secreto y lo que todos saben. Alentemos una mayor transparencia sobre las instituciones que ejercen poder sobre nosotros para que un WikiLeaks ya no sea ni necesario ni justificable.
Hasta ahora, se causó poco daño –mientras que el cambio positivo que se logró es mínimo-. La reacción de Estados Unidos fue desmesurada. Instó a Amazon a que cancelara su contrato con WikiLeaks, mientras que PayPal cerró la cuenta de WikiLeaks –aparentemente sin que ni siquiera se lo pidieran-. ¿Por qué es que la exigencia de transparencia parece aplicarse sólo a los países que vista la secretaria de Estado Hillary Clinton y no al país que representa?
Hace poco hablé con un partidario incondicional del establishment que me dijo cuánto más difícil le resultaría al cuerpo diplomático estadounidense lograr sus objetivos presuntamente dignos después de estas filtraciones. ¿Pero la conveniencia diplomática realmente es tan importante? Quizá sea útil que todos nosotros entendamos cómo funcionan en verdad las cosas. En cualquier caso, la reacción oficial es exagerada.
A la larga, WikiLeaks importa por dos razones. La primera es que necesitamos un mejor equilibrio de poder entre la gente y el poder. La información –y específicamente el poder de Internet de difundirla- es nuestra mejor defensa contra un comportamiento deficiente e irresponsable.
La segunda es que queremos confiar en nuestros gobiernos e instituciones. El objetivo de la apertura es hacer que quienes están en el poder se comporten mejor –y que podamos confiar más en ellos-. En lugar de verlos como enemigos, deberíamos saber en qué andan y tal vez opinar más sobre lo que hacen.
Para que esto suceda, alguien tiene que estar dispuesto a enfrentar el oprobio, la cárcel y una vida de vigilancia. Ojalá Julian Assange fuera una mejor persona, pero no hay gente mejor que esté dispuesta a aceptar el reto.
Esther Dyson, presidenta de EDventure Holdings