El "dinero veloz" cambia al mercado
NUEVA YORK.- Una parte sustancial de las operaciones con acciones en EE.UU. sucede en un depósito en un parque empresario sin nada especial que lo distinga a la bajada de la New Jersey Turnpike (la principal autopista de Nueva Jersey, que conecta con Nueva York). Son pocos los humanos presentes en este vasto santuario tecnológico, conocido como New York Four.
Incontables jaulas metálicas contienen estantes con computadoras que realizan todo tipo de operaciones para bancos, fondos de alto riesgo, brokers y otras instituciones de Wall Street. Y en una sola de estas jaulas hay un conjunto de servidores que forman el corazón mecanizado de una de las cuatro principales bolsas del país. El sitio se llama Direct Edge, lo que no es un nombre muy conocido. Pero al titilar las luces de los servidores casi se pueden ver las tenencias de los fondos de pensión del país pasando a toda velocidad.
En muchos de los mercados del mundo, casi todas las operaciones accionarias se hacen hoy a través de computadoras que hablan con otras a altas velocidades. Al imponerse las máquinas, las operaciones han migrado de pisos poblados y ruidosos como los de la Bolsa de Nueva York a docenas de bolsas electrónicas rivales separadas. Muchas están en los suburbios de Nueva Jersey.
Las ventajas de este nuevo orden tecnológico son claras. Los costos de operaciones se hundieron y cualquiera puede comprar acciones de cualquier parte en segundos con el simple clic . Algunos expertos se preguntan si la tecnología comienza a estar fuera de control, si el nuevo mundo es más justo y si los traders con acceso a máquinas más rápidas se benefician a expensas de inversores comunes. La Bolsa ahora canaliza un 10% de las operaciones bursátiles en EE.UU. Al crecer, Direct Edge y otras plataformas nuevas absorbieron volúmenes de la Gran Pizarra y el Nasdaq. Direct Edge y otras bolsas corren por la ventaja. Todas redujeron demoras en la ejecución de una operación y se lanzaron a conquistar la velocidad factorial porque así lo exigieron los operadores. Una nueva estrategia es usar computadoras poderosas para leer informes de noticias a alta velocidad automáticamente, y luego permitir que sus máquinas los interpreten.
La "debacle instantánea", el terrible hundimiento de los precios de las acciones que sacudió la Bolsa el 6 de mayo de 2010, cristalizó los temores de algunos. A partir de eso, la SEC y las bolsas introdujeron interruptores de circuito en bolsas individuales de todo el mercado para detener las operaciones si un precio cae 10% en cinco minutos. Algunos analistas no están tranquilos y dicen que, además de los problemas mecánicos, un grupo de operadores de alta frecuencia podría manipular el mercado. La SEC lleva un año analizando la nueva estructura del mercado y la comisión de operaciones a futuro considera cómo regular los centros de datos. La "debacle instantánea" no hizo más que alertar sobre algo que muchos ya intuían: la tecnología no beneficia a todos por igual y requiere una influencia civilizadora.
Traducción de Gabriel Zadunaisky
Graham Bowley Secaucus
The New York Times
NUEVA YORK.- Una parte sustancial de las operaciones con acciones en EE.UU. sucede en un depósito en un parque empresario sin nada especial que lo distinga a la bajada de la New Jersey Turnpike (la principal autopista de Nueva Jersey, que conecta con Nueva York). Son pocos los humanos presentes en este vasto santuario tecnológico, conocido como New York Four.
Incontables jaulas metálicas contienen estantes con computadoras que realizan todo tipo de operaciones para bancos, fondos de alto riesgo, brokers y otras instituciones de Wall Street. Y en una sola de estas jaulas hay un conjunto de servidores que forman el corazón mecanizado de una de las cuatro principales bolsas del país. El sitio se llama Direct Edge, lo que no es un nombre muy conocido. Pero al titilar las luces de los servidores casi se pueden ver las tenencias de los fondos de pensión del país pasando a toda velocidad.
En muchos de los mercados del mundo, casi todas las operaciones accionarias se hacen hoy a través de computadoras que hablan con otras a altas velocidades. Al imponerse las máquinas, las operaciones han migrado de pisos poblados y ruidosos como los de la Bolsa de Nueva York a docenas de bolsas electrónicas rivales separadas. Muchas están en los suburbios de Nueva Jersey.
Las ventajas de este nuevo orden tecnológico son claras. Los costos de operaciones se hundieron y cualquiera puede comprar acciones de cualquier parte en segundos con el simple clic . Algunos expertos se preguntan si la tecnología comienza a estar fuera de control, si el nuevo mundo es más justo y si los traders con acceso a máquinas más rápidas se benefician a expensas de inversores comunes. La Bolsa ahora canaliza un 10% de las operaciones bursátiles en EE.UU. Al crecer, Direct Edge y otras plataformas nuevas absorbieron volúmenes de la Gran Pizarra y el Nasdaq. Direct Edge y otras bolsas corren por la ventaja. Todas redujeron demoras en la ejecución de una operación y se lanzaron a conquistar la velocidad factorial porque así lo exigieron los operadores. Una nueva estrategia es usar computadoras poderosas para leer informes de noticias a alta velocidad automáticamente, y luego permitir que sus máquinas los interpreten.
La "debacle instantánea", el terrible hundimiento de los precios de las acciones que sacudió la Bolsa el 6 de mayo de 2010, cristalizó los temores de algunos. A partir de eso, la SEC y las bolsas introdujeron interruptores de circuito en bolsas individuales de todo el mercado para detener las operaciones si un precio cae 10% en cinco minutos. Algunos analistas no están tranquilos y dicen que, además de los problemas mecánicos, un grupo de operadores de alta frecuencia podría manipular el mercado. La SEC lleva un año analizando la nueva estructura del mercado y la comisión de operaciones a futuro considera cómo regular los centros de datos. La "debacle instantánea" no hizo más que alertar sobre algo que muchos ya intuían: la tecnología no beneficia a todos por igual y requiere una influencia civilizadora.
Traducción de Gabriel Zadunaisky
Graham Bowley Secaucus
The New York Times