Una gran convergencia sacude al mundo

Johngo

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Nada parece detener el ascenso de las economías emergentes y todo indica la superación de la era de los ingresos divergentes del siglo XIX y XX

Por Martin Wolf

Ingresos convergentes y crecimiento divergente, esa es la historia económica de nuestros tiempos. Estamos siendo testigos de la revocación de la era de ingresos divergentes del siglo XIX y principios del siglo XX. En esa época, las personas de Europa occidental y sus ex colonias más exitosas alcanzaron una ventaja económica enorme sobre el resto de la humanidad. Ahora está siendo revocada más rápido de lo que emergió. Esto es inevitable y deseable. Pero también crea enormes desafíos globales.
En un influyente libro, Kenneth Pomeranz de la Universidad de California, Irvine, escribió sobre la "gran divergencia" entre China y Occidente*. Pomeranz ubicó esa divergencia entre fines del siglo XVIII y el siglo XIX. Esto es controversial: el fallecido Angus Maddison, decano de los investigadores de estadísticas, argumentó que en 1820 el Producto Interno Bruto per cápita del Reino Unido ya era tres veces el de China, y el de Estados Unidos lo duplicaba.
Sin embargo, de la gran divergencia subsecuente no hay dudas. Hacia mediados del siglo XX, los ingresos reales per cápita (medidos en paridad de poder de compra) en China e India habían caído a 5% y 7% de los niveles estadounidenses, respectivamente. Más aún, poco había cambiado para 1980.

Los que antes habían sido los centros de la tecnología global se habían quedado enormemente rezagados. Ese es por mucho el hecho más relevante respecto de nuestro mundo. En los datos de Maddison, entre 1980 y 2008 el ratio del Producto per cápita chino respecto del de Estados Unidos subió de 6% a 22%, mientras que el India ascendió de 5% a 10%. Datos de la “base de datos de la economía total” de Conference Board, computados sobre una base ligeramente diferente, indican que la proporción aumentó de 3% a 19% en China, y de 3% a 7% en India entre fines de los ‘70 y 2009. Las comparaciones son inciertas, pero la dirección del cambio relativo no lo es. La rápida convergencia en la productividad de las economías occidentales avanzadas tiene precedentes en la era que siguió a la Segunda Guerra Mundial. Japón fue el precursor, seguido por Corea del Sur y un par de pequeñas economías dragonas del este de Asia, como Hong Kong, Singapur y Taiwán. Japón ya había comenzado a industrializarse en el siglo XIX, con un éxito notable. Después de su derrota en la Segunda Guerra Mundial, recomenzó en cerca de un quinto del PBI estadounidense, cerca de donde China está hoy, para alcanzar 70% a principios de los ‘70. Obtuvo un peak de cerca de 90% de los niveles estadounidenses en los ‘90, cuando explosionó la burbuja de su economía, antes de caer nuevamente.

Corea del Sur comenzó a un 10% de los niveles estadounidenses a mediados de los ‘60, para alcanzar cerca de 50% en 1997, justo antes de la crisis asiática, y 64% en 2009. Lo que no tiene precedentes esta vez no es la convergencia, sino la escala. Supongamos que China siga la senda de Japón en los ‘50 y los ‘60. Entonces todavía tendría 20 años de crecimiento muy rápido, por delante, llegando a cerca de 70% de la producción de EE.UU. per cápita para 2030. A ese punto, su economía sería un poco menos que tres veces tan grande como EE.UU., por paridad de poder de compra, y mayor que la de EE.UU. y Europa occidental combinadas. India muy por detrás. A las tasas actuales de crecimiento, la economía india estaría cerca de 80% de la de EE.UU. para 2030, aunque su PBI per cápita sería aún menos que un quinto de los niveles estadounidenses.

China está hoy donde Japón estaba en 1950, en relación con los niveles de EE.UU. en esa época. Pero la producción per cápita es mucho más alta en términos absolutos, ya que los niveles de EE.UU. se han triplicado. Hoy, el PBI real de China per cápita está aproximadamente donde el de Japón estaba a mediados de los ‘60 y del de Corea del Sur a mediados de los ‘80. El de India está donde Japón estaba a comienzos de los ‘50 y donde Corea del Sur estaba a comienzos de los ‘70.

En pocas palabras, las actuales tasas de crecimiento divergentes entre economías emergentes exitosas y economías de altos ingresos reflejan la velocidad de la convergencia de ingresos entre ellas. Esta divergencia en crecimiento es sorprendente. En un importante discurso en noviembre, Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal de EE.UU. destacó que en el segundo trimestre de 2010, la producción agregada real de los mercados emergentes fue 41% más alta que a comienzos de 2005. Fue 70% más elevada en China y cerca de 55% más alta en India. Pero, en economías avanzadas, la producción real fue sólo 5% más alta. Para los mercados emergentes, la “gran recesión” fue un accidente. Para los países de altos ingresos, fue una calamidad.

La gran convergencia es un evento que transforma al mundo. Hoy, el occidente -que incluye a Europa occidental y su “retoños coloniales” (EE.UU, Canadá, Australia y Nueva Zelandia)- contiene 11% de la población mundial. Pero China e India contienen 37%. La posición de este primer grupo de países no será sostenible. Es producto de la gran divergencia. Terminará con una gran convergencia. Esto asume que la convergencia continuará, aunque necesariamente a la velocidad actual. La mejor respuesta a aquellos que dudan es esta: ¿por qué no? Mercados poderosos y fuerzas tecnológicas están propagando el stock de conocimiento alrededor del mundo. Nadie duda que los chinos y los indios son capaces de aplicarlo. Son tan empresariales y tan decididos como los occidentales. Y siendo pobres, de seguro los son aún más. Hasta hace poco, los obstáculos políticos, sociales y de políticas públicas eran decisivos. Pero eso ya no es cierto desde hace décadas.

¿Por qué debiera volver a repetirse? Cierto, muchas reformas serán necesitadas si el crecimiento avanza, pero es probable que el crecimiento mismo transforme sociedades y políticas en las direcciones que se necesitan. Verdad, puede que ni China ni India superen la producción per cápita de EE.UU.: Japón no pudo. Pero hoy están lejos de eso. ¿Por qué no podrían alcanzar, digamos, la mitad de la productividad de EE.UU.? Ese es el nivel de Portugal. ¿Puede China igualar a Portugal? Seguramente. Por supuesto, las catástrofes pueden
intervenir. Pero es sorprendente que las guerras mundiales y depresiones apenas interrumpieron el surgimiento de las economías que primero se industrializaron. Si dejamos de lado la guerra nuclear, nada parece detener el ascenso de los grandes países emergentes. China e India son lo suficientemente grandes como para crecer en base a sus mercados internos si el proteccionismo se arraiga. En efecto, son lo suficientemente grandes para dirigir el crecimiento incluso en otros mercados emergentes.
En los últimos siglos, lo que fue la periferia de Europa y luego EE.UU. se transformó en el centro de la economía. Ahora, las economías que se transformaron en periferia están resurgiendo como centro. Esto está transformando al mundo. Lo que significa para todos nosotros será el tema de mi próxima columna.

* The Great Divergence, Princeton, 2000.
 
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