Los países buscan el éxito más allá del PIB

Johngo

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Mientras muchos están insatisfechos con la medida como indicador del progreso, para otros sigue siendo la mas confiable

El dinero no lo es todo. Pero para medir el éxito de los países, no es fácil encontrar un sustituto.

Los líderes políticos expresan un descontento cada vez mayor con el Producto Interno Bruto —una medida monetaria de todos los bienes y servicios que produce un país— como forma de medir el éxito de un país para mejorar los estándares de vida.

En noviembre, el primer ministro británico David Cameron anunció planes de diseñar medidas de bienestar nacional que tomen en cuenta factores como la satisfacción de la gente, siguiendo una iniciativa similar del presidente francés Nicolas Sarkozy.

Sus esfuerzos apuntan directamente al núcleo de lo que se supone que debe tratar la economía: ¿qué nos coloca en mejores circunstancias? ¿Cómo podemos todos tener más de eso? Sin embargo, cualquiera que espere una respuesta directa, saldrá desilusionado.

"La vida va más allá del PIB, pero será difícil idear una medida única para reemplazarlo y no estamos seguros de que una medida única sea la respuesta", indicó Paul Allin, director del Proyecto para el Bienestar Nacional de la Oficina Nacional de Estadísticas del Reino Unido. "Quizás vivimos en un mundo multidimensional y tenemos que acostumbrarnos a manejar una cantidad razonable de piezas de información".

Luego de una sesión sobre cómo crear un indicador de éxito nacional durante la reciente reunión anual de la Asociación Económica Estadounidense, Carol Graham, investigadora de la Brookings Institution, resumió la situación de esta forma: "Es como una ciencia nueva. Aún hay mucho trabajo por hacer".

Una relación dudosa

Durante gran parte de las últimas cuatro décadas, los economistas se han rumiado una paradoja que sembró dudas sobre el PIB como el principal indicador mundial de éxito.

La gente de países más ricos no parecía ser más feliz que la gente en países pobres. En investigaciones que comenzaron en la década de 1970, Richard Easterlin, economista de la Universidad de Pensilvania, no encontró evidencias de que hubiera una conexión entre los ingresos de un país —como se mide en el PBI per cápita— y los niveles de felicidad de la gente.

Estudios más recientes sugieren que el PIB no es tan malo como vara medidora. Utilizando más datos y diferentes técnicas estadísticas, tres economistas de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania (Daniel Sacks, Betsey Stevenson y Justin Wolfers) descubrieron que un incremento porcentual del PIB por persona tiende a coincidir con un aumento similar en el bienestar reportado. La correlación se mantuvo a través de distintos países y a lo largo del tiempo.

De todos modos, para medir el éxito de las políticas, el PIB está lejos de ser ideal.

Hacer que todo el mundo trabaje 120 horas por semana podría impulsar de forma radical el PIB per cápita, pero no haría que la gente fuera más feliz. Eliminar los límites de polución podría impulsar el PIB por hora trabajada, pero no necesariamente llevaría a un mundo en el que quisiéramos vivir.

Una propuesta consiste en fortalecer el PIB con otros factores objetivos como desigualdad, ocio y expectativa de vida. En un artículo presentado hace poco en la reunión de la Asociación Económica Estadounidense, los economistas de la Universidad de Stanford Peter Klenow y Charles Jones plantean que hacerlo puede tener un gran impacto.

Según sus cálculos, tener en cuenta una mayor expectativa de vida, más tiempo de ocio y menores niveles de desigualdad hace que los estándares de vida en Francia y Alemania parezcan casi los mismos que en Estados Unidos, que de otra forma lidera el ránking por un amplio margen.

Con el propósito de comparar el bienestar en distintos países, preguntarle a la gente cómo se siente puede ser mejor que las medidas monetarias.

Angus Deaton, un economista de la Universidad de Princeton, señala que asignarles valores a los bienes y servicios extremadamente distintos que se consumen en EE.UU. y, por ejemplo, en Tayikistán, para luego comparar a ambos países puede ser imposible. Sólo preguntarle a la gente por su situación podría ser mucho más fácil y no menos preciso.

Como parte de su esfuerzo por medir el bienestar, el Reino Unido planea agregar más preguntas subjetivas a sus encuestas que realiza en los hogares.

Pero los sondeos también pueden arrojar resultados confusos. "Si usted mide sólo una parte de lo que hace que una vida sea completa terminará por dañar las otras partes", señala Wolfers.

Por ahora, eso les deja a las autoridades la opción de elegir las medidas del éxito que parezcan más apropiadas para la tarea pendiente. Si bien no es ideal, es lo mejor que puede ofrecer la economía.

Mark Whitehouse
The Wall Street Journal
 
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