En 2011, el déficit de Estados Unidos llegará a 9,8% del producto nacional, según estimó la Oficina de Presupuesto del Congreso. Esto es insostenible; sin embargo, los políticos en Washington no han podido ponerse de acuerdo sobre la manera de reducir la brecha.
Ahora el debate recibió un nuevo impulso. Kent Conrad, el demócrata que preside el comité de Presupuesto del Senado, está considerando una resolución que, de hecho, implementará muchas de las propuestas establecidas por la comisión Bowles-Simpson para la reducción del déficit. Ese plan sensato pareció estancarse el año pasado, ya que ni siquiera obtuvo apoyo suficiente para ser discutido en el recinto. El bienvenido despliegue de liderazgo de Conrad puede no ser suficiente para revivir la propuesta, aunque merece que se le reconozca haber inyectado una muy necesaria sensación de urgencia en el debate fiscal.
El presidente Barack Obama debe ahora tomar la batuta.
Cualquier intento creíble por reducir el déficit debe ser amplio. Esto significa recortar derechos adquiridos, y no sólo gasto discrecional; además de reformar el decrépito sistema impositivo estadounidense. Lo que es políticamente difícil. Los cambios en la Seguridad Social irritan a la izquierda y la simple mención de alzas en los impuestos indigna a la derecha. Como EE.UU. todavía puede endeudarse barato, y dado que el déficit comenzará a caer automáticamente a medida que se retiren las medidas de estímulo, a Obama puede resultarle tentador diferir las reformas impopulares hasta después de las próximas elecciones presidenciales de 2012.
Eso sería un error. Dejar la política fiscal como rehén de los caprichos del mercado es una apuesta peligrosa. Las políticas pensadas en tiempo de calma serán mejores, y menos dolorosas, que las medidas de emergencia tomadas para alejar el pánico.
Esto no significa que los aumentos en los impuestos y los recortes en el gasto deban empezar a impactar en 2011. Pese al crecimiento alentador en el cuarto trimestre de 2010, la economía de EE.UU. es todavía débil. El estímulo adicional que Obama logró obtener del debilitado Congreso anterior era necesario. Pero los mercados necesitan que les aseguren que les devolverán su dinero. La principal razón para crear ahora un plan de reducción del déficit a mediano plazo es que, de esa manera, los mercados estarán más dispuestos a aceptar las políticas fiscales más laxas que la economía necesita
en el corto plazo.
Evidentemente Conrad se ha dado cuenta de esta situación, pero muchos en Washington no lo han hecho. Cuando proponga su presupuesto dentro de dos semanas, Obama tendrá la oportunidad de mostrar que puede estar a la altura de Conrad en términos de liderazgo. Debería aprovecharla.
FUENTE: Financial Times
Ahora el debate recibió un nuevo impulso. Kent Conrad, el demócrata que preside el comité de Presupuesto del Senado, está considerando una resolución que, de hecho, implementará muchas de las propuestas establecidas por la comisión Bowles-Simpson para la reducción del déficit. Ese plan sensato pareció estancarse el año pasado, ya que ni siquiera obtuvo apoyo suficiente para ser discutido en el recinto. El bienvenido despliegue de liderazgo de Conrad puede no ser suficiente para revivir la propuesta, aunque merece que se le reconozca haber inyectado una muy necesaria sensación de urgencia en el debate fiscal.
El presidente Barack Obama debe ahora tomar la batuta.
Cualquier intento creíble por reducir el déficit debe ser amplio. Esto significa recortar derechos adquiridos, y no sólo gasto discrecional; además de reformar el decrépito sistema impositivo estadounidense. Lo que es políticamente difícil. Los cambios en la Seguridad Social irritan a la izquierda y la simple mención de alzas en los impuestos indigna a la derecha. Como EE.UU. todavía puede endeudarse barato, y dado que el déficit comenzará a caer automáticamente a medida que se retiren las medidas de estímulo, a Obama puede resultarle tentador diferir las reformas impopulares hasta después de las próximas elecciones presidenciales de 2012.
Eso sería un error. Dejar la política fiscal como rehén de los caprichos del mercado es una apuesta peligrosa. Las políticas pensadas en tiempo de calma serán mejores, y menos dolorosas, que las medidas de emergencia tomadas para alejar el pánico.
Esto no significa que los aumentos en los impuestos y los recortes en el gasto deban empezar a impactar en 2011. Pese al crecimiento alentador en el cuarto trimestre de 2010, la economía de EE.UU. es todavía débil. El estímulo adicional que Obama logró obtener del debilitado Congreso anterior era necesario. Pero los mercados necesitan que les aseguren que les devolverán su dinero. La principal razón para crear ahora un plan de reducción del déficit a mediano plazo es que, de esa manera, los mercados estarán más dispuestos a aceptar las políticas fiscales más laxas que la economía necesita
en el corto plazo.
Evidentemente Conrad se ha dado cuenta de esta situación, pero muchos en Washington no lo han hecho. Cuando proponga su presupuesto dentro de dos semanas, Obama tendrá la oportunidad de mostrar que puede estar a la altura de Conrad en términos de liderazgo. Debería aprovecharla.
FUENTE: Financial Times