Wall Street ofrece a los inversores un derivado de seguros de vida; cobran más cuanto antes muera el asegurado
Rafael Mathus Ruiz
NUEVA YORK.- Wall Street encontró la manera de hacer negocios con la muerte. Lo hizo a través de un producto relativamente joven, otro descendiente de la innovación financiera, cuya rentabilidad de más del 10% ha atraído de inversores y cuyo parecido con el negocio de las hipotecas subprime (de alto riesgo) que desató la crisis global han llamado la atención del poder político. El negocio involucra la compra, el empaquetado y la venta de seguros de vida.
Todo comienza cuando una persona quiere deshacerse de su seguro. Tiene dos opciones. La primera no es muy tentadora: cobrar alrededor del 5% de la póliza al devolverla a la compañía que la emitió. La segunda es más atractiva: vender la póliza a un grupo de empresas que se dedican pura y exclusivamente a comprarlas, y cobrar un 20% o más de su valor. Allí nace el negocio. Estas empresas, conocidas como agencias proveedoras de acuerdos de seguros de vida ( life settlements providers ), asumen los pagos de la póliza a cambio del derecho a cobrarla cuando la persona muera. El negocio tiene un rasgo lúgubre: es más rentable si la persona se muere antes de lo previsto.
La historia no termina ahí. Una vez que las agencias juntaron cierta cantidad de pólizas, las empaquetan en fondos comunes. Luego venden esos fondos o venden bonos que emiten respaldados por esos fondos. Entre los inversores se encuentran Goldman Sachs, Crédit Suisse, Deutsche Bank y JP Morgan Chase. No debería extrañar que este mecanismo, el mismo que multiplicó el mercado de hipotecas, despierte cierta inquietud. Aunque el negocio está regulado por cada estado norteamericano, el Congreso de Estados Unidos ya comenzó a hacer preguntas.
Una de las personas que respondieron a las inquietudes fue el director de investigación de inversión global de Goldman Sachs, Steven Strongin. En una presentación a la Comisión de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, en septiembre pasado, dijo que no veía "riesgo sistémico" y destacó los "significativos beneficios potenciales" para quienes quisieran vender su póliza.
Dos diferencias sustanciales apartan al mercado secundario de seguros de vida del de las hipotecas. La primera es el tamaño.
En 2008, el mercado alcanzó los US$ 15.000 millones, según cuenta Doug Head, director ejecutivo de la Asociación de Acuerdos de Seguros de Vida (LISA, según sus siglas en inglés). Sólo Fannie Mae, uno de los gigantes hipotecarios norteamericanos que cayó en desgracia el año pasado, había emitido hasta fines de 2008 US$ 2,5 billones en bonos respaldados por hipotecas. La segunda diferencia es el respaldo. "No hay un activo detrás, como ocurre con las casas en las hipotecas, cuyo valor cae. Hay una promesa de pago. Y hasta ahora no ha habido ningún incumplimiento de una aseguradora en el pago de una póliza", señala Head.
Pero si hay una lección que Wall Street aprendió de la crisis global es que el hecho de que algo no haya ocurrido no significa que no vaya a ocurrir. "Hay un riesgo crediticio. Si alguna de las aseguradoras no paga, hay un problema", reconoce una fuente involucrada en el negocio.
AIG, el gigante de seguros que tuvo que ser rescatado en septiembre de 2008 en la peor semana de la crisis financiera mundial, ya incursionó en el mercado: emitió en abril pasado bonos respaldados por pólizas, e incluso utilizó una porción de la recaudación para devolver parte del préstamo del gobierno estadounidense.
Las principales calificadoras de riesgo, Standard & Poor´s, Moody´s y Fitch Ratings, cuya reputación quedó dañada tras la debacle mundial, han recibido consultas sobre este negocio, pero todavía no se han lanzado de lleno a calificarlo. Standard & Poor´s emitió el mes pasado un informe dedicado a los "riesgos inherentes" en la emisión de títulos respaldados por seguros de vida, que pueden resumirse en uno: el cobro de las pólizas.
Las agencias no asumen este riesgo porque el historial de este instrumento de inversión, según Standard & Poor´s, es "nulo o limitado". Trasladan la aventura al inversor.
"El riesgo primario para el inversor es que la expectativa de vida no haya estado bien calculada, y termine comprando pólizas de gente que vive más de lo esperado", dice Head. Goldman Sachs y JP Morgan construyeron índices que miden este riesgo.
La comisión que cobran las agencias proveedoras de acuerdos de seguros por comprar, empaquetar y vender las pólizas a los inversores y asumir las tareas administrativas es del 2 al 3%. Entre el 11 y el 15% es la rentabilidad anual histórica del negocio para los inversores, aunque puede llegar a estirarse hasta el 18 por ciento.
Esperanza de lucro
Mientras hacen cálculos, quienes están en el negocio se entusiasman con las perspectivas. Head cree que el mercado podría alcanzar los 100.000 millones de dólares en los próximos años. En 2002 era de tan sólo 2000 millones. "No es un mercado gigante, pero crece bastante rápido y crecerá más rápido cuando los baby boomers se acerquen a los 75 años e ingresen en el grupo de personas a las que apunta el producto. Hoy, el más joven tiene 50 años", apunta Nick Volkov, de Milestone, agencia proveedora de acuerdos.
Como es el negocio
• Una persona vende su póliza de vida a una agencia proveedora, que asume los pagos.
• La agencia agrupa cierta cantidad de pólizas en un fondo y vende ese fondo o bonos respaldados en ese fondo a inversores.
• Bancos de inversión y fondos compran los bonos o fondos comunes creados por las agencias.
• Las agencias financian la compra de pólizas. Pagan las cuotas a las aseguradoras y cobran las pólizas, con las que repagan a los inversores.
• El cobro del seguro depende de la mortalidad de los asegurados. Hay otras variables: la legitimidad de la póliza y la solvencia de la aseguradora.
Fuente:
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1205289
Rafael Mathus Ruiz
NUEVA YORK.- Wall Street encontró la manera de hacer negocios con la muerte. Lo hizo a través de un producto relativamente joven, otro descendiente de la innovación financiera, cuya rentabilidad de más del 10% ha atraído de inversores y cuyo parecido con el negocio de las hipotecas subprime (de alto riesgo) que desató la crisis global han llamado la atención del poder político. El negocio involucra la compra, el empaquetado y la venta de seguros de vida.
Todo comienza cuando una persona quiere deshacerse de su seguro. Tiene dos opciones. La primera no es muy tentadora: cobrar alrededor del 5% de la póliza al devolverla a la compañía que la emitió. La segunda es más atractiva: vender la póliza a un grupo de empresas que se dedican pura y exclusivamente a comprarlas, y cobrar un 20% o más de su valor. Allí nace el negocio. Estas empresas, conocidas como agencias proveedoras de acuerdos de seguros de vida ( life settlements providers ), asumen los pagos de la póliza a cambio del derecho a cobrarla cuando la persona muera. El negocio tiene un rasgo lúgubre: es más rentable si la persona se muere antes de lo previsto.
La historia no termina ahí. Una vez que las agencias juntaron cierta cantidad de pólizas, las empaquetan en fondos comunes. Luego venden esos fondos o venden bonos que emiten respaldados por esos fondos. Entre los inversores se encuentran Goldman Sachs, Crédit Suisse, Deutsche Bank y JP Morgan Chase. No debería extrañar que este mecanismo, el mismo que multiplicó el mercado de hipotecas, despierte cierta inquietud. Aunque el negocio está regulado por cada estado norteamericano, el Congreso de Estados Unidos ya comenzó a hacer preguntas.
Una de las personas que respondieron a las inquietudes fue el director de investigación de inversión global de Goldman Sachs, Steven Strongin. En una presentación a la Comisión de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, en septiembre pasado, dijo que no veía "riesgo sistémico" y destacó los "significativos beneficios potenciales" para quienes quisieran vender su póliza.
Dos diferencias sustanciales apartan al mercado secundario de seguros de vida del de las hipotecas. La primera es el tamaño.
En 2008, el mercado alcanzó los US$ 15.000 millones, según cuenta Doug Head, director ejecutivo de la Asociación de Acuerdos de Seguros de Vida (LISA, según sus siglas en inglés). Sólo Fannie Mae, uno de los gigantes hipotecarios norteamericanos que cayó en desgracia el año pasado, había emitido hasta fines de 2008 US$ 2,5 billones en bonos respaldados por hipotecas. La segunda diferencia es el respaldo. "No hay un activo detrás, como ocurre con las casas en las hipotecas, cuyo valor cae. Hay una promesa de pago. Y hasta ahora no ha habido ningún incumplimiento de una aseguradora en el pago de una póliza", señala Head.
Pero si hay una lección que Wall Street aprendió de la crisis global es que el hecho de que algo no haya ocurrido no significa que no vaya a ocurrir. "Hay un riesgo crediticio. Si alguna de las aseguradoras no paga, hay un problema", reconoce una fuente involucrada en el negocio.
AIG, el gigante de seguros que tuvo que ser rescatado en septiembre de 2008 en la peor semana de la crisis financiera mundial, ya incursionó en el mercado: emitió en abril pasado bonos respaldados por pólizas, e incluso utilizó una porción de la recaudación para devolver parte del préstamo del gobierno estadounidense.
Las principales calificadoras de riesgo, Standard & Poor´s, Moody´s y Fitch Ratings, cuya reputación quedó dañada tras la debacle mundial, han recibido consultas sobre este negocio, pero todavía no se han lanzado de lleno a calificarlo. Standard & Poor´s emitió el mes pasado un informe dedicado a los "riesgos inherentes" en la emisión de títulos respaldados por seguros de vida, que pueden resumirse en uno: el cobro de las pólizas.
Las agencias no asumen este riesgo porque el historial de este instrumento de inversión, según Standard & Poor´s, es "nulo o limitado". Trasladan la aventura al inversor.
"El riesgo primario para el inversor es que la expectativa de vida no haya estado bien calculada, y termine comprando pólizas de gente que vive más de lo esperado", dice Head. Goldman Sachs y JP Morgan construyeron índices que miden este riesgo.
La comisión que cobran las agencias proveedoras de acuerdos de seguros por comprar, empaquetar y vender las pólizas a los inversores y asumir las tareas administrativas es del 2 al 3%. Entre el 11 y el 15% es la rentabilidad anual histórica del negocio para los inversores, aunque puede llegar a estirarse hasta el 18 por ciento.
Esperanza de lucro
Mientras hacen cálculos, quienes están en el negocio se entusiasman con las perspectivas. Head cree que el mercado podría alcanzar los 100.000 millones de dólares en los próximos años. En 2002 era de tan sólo 2000 millones. "No es un mercado gigante, pero crece bastante rápido y crecerá más rápido cuando los baby boomers se acerquen a los 75 años e ingresen en el grupo de personas a las que apunta el producto. Hoy, el más joven tiene 50 años", apunta Nick Volkov, de Milestone, agencia proveedora de acuerdos.
Como es el negocio
• Una persona vende su póliza de vida a una agencia proveedora, que asume los pagos.
• La agencia agrupa cierta cantidad de pólizas en un fondo y vende ese fondo o bonos respaldados en ese fondo a inversores.
• Bancos de inversión y fondos compran los bonos o fondos comunes creados por las agencias.
• Las agencias financian la compra de pólizas. Pagan las cuotas a las aseguradoras y cobran las pólizas, con las que repagan a los inversores.
• El cobro del seguro depende de la mortalidad de los asegurados. Hay otras variables: la legitimidad de la póliza y la solvencia de la aseguradora.
Fuente:
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1205289