Las lecciones de Samuelson y la economía de las depresiones
Muchas de las ideas y de las herramientas con las que trabajan los economistas de hoy se le deben a Paul Samuelson, que era un inquieto estudiante de Chicago cuando estalló la crisis de 1930.
Por THE NEW YORK TIMES
Cuando los economistas “se sientan con un papel a calcular y analizar algo, nadie más importante que Paul Samuelson en darles las herramientas que usan y las ideas que aplican”, señaló Robert M. Solow, colega de Samuelson en el MIT y también premio Nobel.
La muerte de Samuelson fue anunciada el domingo por el Massachusetts Institute of Technology, que él contribuyó a convertir en uno de los grandes centros de posgrado del mundo.
Samuelson atrajo a la Universidad a una pléyade rutilante de economistas: Solow y otros varios que luego iban a ser premios Nobel: George Akerlof, Robert Engle III, Lawrence Klein, Paul Krugman, Franco Modigliani, Robert Merton y Joseph Stiglitz.
Autor de uno de los libros de texto más usados en la historia de la educación universitaria estadounidense y en otras partes, su Economics, publicado en 1948, fue traducido a 20 idiomas, y vendía 50.000 ejemplares por año medio siglo después de su aparición.
“No me interesa quién escriba las leyes de una nación –o diseñe sus tratados– si yo puedo escribir sus manuales de economía”, dijo Samuelson en una oportunidad.
Su manual enseñó a estudiantes universitarios cómo pensar la economía. Su obra técnica *–especialmente su tesis doctoral, que revolucionó la economía y que sin modestia tituló Los fundamentos del análisis económico– enseñó a los economistas a ejercer su labor. Con estos dos libros, Samuelson redefinió la economía moderna.
El manual sirvió para introducir a generaciones de estudiantes en las ideas de John Maynard Keynes, el economista británico que en los años 30 desarrolló la teoría de que las economías modernas de mercado podían caer en una depresión y necesitarían entonces un fuerte impulso a través del gasto público o la rebaja de impuestos, además de una política monetaria laxa, para recuperarse. Numerosos estudiosos de la economía ya no estarían tranquilos con la visión del siglo XIX de que los mercados curarían el desempleo sin necesidad de intervención gubernamental.
Esa lección se reflotó especialmente en 2008, cuando la economía mundial tuvo su caída más profunda desde la Gran Depresión. En los comienzos de la Gran Depresión los gobiernos no hicieron nada o intentaron equilibrar los déficits fiscales y pusieron barreras comerciales, lo cual agravó las cosas (el mensaje de Keynes llegó por entonces).
Pero 80 años después, ya absorbidas las enseñanzas keynesianas de Samuelson y sus seguidores, la mayoría de los países industrializados aplicaron medidas correctivas, elevaron el gasto público, bajaron impuestos, mantuvieron el flujo de exportaciones e importaciones y llevaron las tasas de interés de corto plazo a casi cero.
Clases a Kennedy
Samuelson explicó la economía keynesiana a presidentes de EE.UU., a dirigentes mundiales, parlamentarios y jefes de la Reserva Federal, además de a otros economistas. Fue consultor del Tesoro de los Estados Unidos, de la Oficina de Presupuesto y del Consejo de Asesores Económicos.
Su alumno más influyente fue John F. Kennedy, cuya primera clase de 40 minutos con Samuelson, después de la elección de 1960, tuvo como aula una roca de la playa de la propiedad de la familia Kennedy en Hyannis Port, Massachusetts.
Como miembro del equipo de intelectuales de la campaña de Kennedy, Samuelson encabezó una fuerza de tareas en el área económica y mantuvo con el candidato presidencial numerosas charlas privadas sobre economía. Muchas de estas conversaciones tuvieron gran influencia en las decisiones durante el gobierno de Kennedy.
Aunque Samuelson fue el primer candidato de Kennedy para presidir el Consejo de Asesores Económicos, se rehusó, por una cuestión de principios, a ocupar cargo alguno de gobierno porque, explicó, no quería ponerse en una posición en la que no pudiese decir o escribir lo que pensaba.
Tras la elección de 1960, le advirtió al joven presidente electo que el país se encaminaba hacia una recesión y que Kennedy debía impulsar una reducción de impuestos para evitarla. Kennedy quedó pasmado.
“¿Acabo de hacer campaña con una plataforma de responsabilidad fiscal y presupuestos equilibrados y usted me está diciendo que lo primero que tengo que hacer cuando asuma el cargo es reducir impuestos?”, evocaba Samuelson las palabras del presidente.
Kennedy finalmente aceptó el consejo y expresó su voluntad de recortar impuestos, pero fue asesinado antes de haber entrado en acción al respecto. No obstante, su sucesor, Lyndon B. Johnson, llevó adelante el plan y la economía se recuperó.
Un poco de chispa en el aula
En el aula, Samuelson era un profesor vivaz, divertido y elocuente. Respecto de las teorías que él y otros habían desarrollado para mostrar los vínculos entre el desempeño de la bolsa y la economía en general, pronunció la famosa frase: “Es realmente cierto que la bolsa puede pronosticar el ciclo económico. La bolsa previó nueve de las últimas cinco recesiones”.
Sus discursos y prolífica escritura tenían una lucidez y chispa infrecuentes entre los académicos. Trató de darles a sus pronunciamientos económicos un “remate ingenioso para hacer pensar, como hacía Mark Twain”, confesaba. Por ejemplo, cuando las mujeres empezaron a quejarse de la desigualdad laboral y económica, él salió en su defensa diciendo que “las mujeres son hombres sin dinero”.
Notablemente versátil, Samuelson reformuló el pensamiento académico sobre casi todos los temas económicos, desde lo que Marx pudo haber querido decir con la teoría del valor-trabajo hasta si los precios de las acciones fluctúan al azar. Las matemáticas ya habían sido utilizadas por científicos sociales, pero Samuelson puso a esa disciplina en el centro del pensamiento económico, demostrando cómo obtener sólidas predicciones teóricas a partir de supuestos matemáticos simples.
Sus primeras obras, por ejemplo, presentaban una estructura matemática unificada para pronosticar cómo las empresas y los hogares, por igual, responderían a los cambios en las fuerzas de la economía y cómo los cambios en los índices salariales afectarían la recaudación impositiva.
Su aplicación incesante del análisis matemático dio lugar a una increíble cantidad de teoremas revolucionarios, que resolvieron debates académicos de años y hasta de siglos.
Traducción: Susana Manghi
Muchas de las ideas y de las herramientas con las que trabajan los economistas de hoy se le deben a Paul Samuelson, que era un inquieto estudiante de Chicago cuando estalló la crisis de 1930.
Por THE NEW YORK TIMES
Cuando los economistas “se sientan con un papel a calcular y analizar algo, nadie más importante que Paul Samuelson en darles las herramientas que usan y las ideas que aplican”, señaló Robert M. Solow, colega de Samuelson en el MIT y también premio Nobel.
La muerte de Samuelson fue anunciada el domingo por el Massachusetts Institute of Technology, que él contribuyó a convertir en uno de los grandes centros de posgrado del mundo.
Samuelson atrajo a la Universidad a una pléyade rutilante de economistas: Solow y otros varios que luego iban a ser premios Nobel: George Akerlof, Robert Engle III, Lawrence Klein, Paul Krugman, Franco Modigliani, Robert Merton y Joseph Stiglitz.
Autor de uno de los libros de texto más usados en la historia de la educación universitaria estadounidense y en otras partes, su Economics, publicado en 1948, fue traducido a 20 idiomas, y vendía 50.000 ejemplares por año medio siglo después de su aparición.
“No me interesa quién escriba las leyes de una nación –o diseñe sus tratados– si yo puedo escribir sus manuales de economía”, dijo Samuelson en una oportunidad.
Su manual enseñó a estudiantes universitarios cómo pensar la economía. Su obra técnica *–especialmente su tesis doctoral, que revolucionó la economía y que sin modestia tituló Los fundamentos del análisis económico– enseñó a los economistas a ejercer su labor. Con estos dos libros, Samuelson redefinió la economía moderna.
El manual sirvió para introducir a generaciones de estudiantes en las ideas de John Maynard Keynes, el economista británico que en los años 30 desarrolló la teoría de que las economías modernas de mercado podían caer en una depresión y necesitarían entonces un fuerte impulso a través del gasto público o la rebaja de impuestos, además de una política monetaria laxa, para recuperarse. Numerosos estudiosos de la economía ya no estarían tranquilos con la visión del siglo XIX de que los mercados curarían el desempleo sin necesidad de intervención gubernamental.
Esa lección se reflotó especialmente en 2008, cuando la economía mundial tuvo su caída más profunda desde la Gran Depresión. En los comienzos de la Gran Depresión los gobiernos no hicieron nada o intentaron equilibrar los déficits fiscales y pusieron barreras comerciales, lo cual agravó las cosas (el mensaje de Keynes llegó por entonces).
Pero 80 años después, ya absorbidas las enseñanzas keynesianas de Samuelson y sus seguidores, la mayoría de los países industrializados aplicaron medidas correctivas, elevaron el gasto público, bajaron impuestos, mantuvieron el flujo de exportaciones e importaciones y llevaron las tasas de interés de corto plazo a casi cero.
Clases a Kennedy
Samuelson explicó la economía keynesiana a presidentes de EE.UU., a dirigentes mundiales, parlamentarios y jefes de la Reserva Federal, además de a otros economistas. Fue consultor del Tesoro de los Estados Unidos, de la Oficina de Presupuesto y del Consejo de Asesores Económicos.
Su alumno más influyente fue John F. Kennedy, cuya primera clase de 40 minutos con Samuelson, después de la elección de 1960, tuvo como aula una roca de la playa de la propiedad de la familia Kennedy en Hyannis Port, Massachusetts.
Como miembro del equipo de intelectuales de la campaña de Kennedy, Samuelson encabezó una fuerza de tareas en el área económica y mantuvo con el candidato presidencial numerosas charlas privadas sobre economía. Muchas de estas conversaciones tuvieron gran influencia en las decisiones durante el gobierno de Kennedy.
Aunque Samuelson fue el primer candidato de Kennedy para presidir el Consejo de Asesores Económicos, se rehusó, por una cuestión de principios, a ocupar cargo alguno de gobierno porque, explicó, no quería ponerse en una posición en la que no pudiese decir o escribir lo que pensaba.
Tras la elección de 1960, le advirtió al joven presidente electo que el país se encaminaba hacia una recesión y que Kennedy debía impulsar una reducción de impuestos para evitarla. Kennedy quedó pasmado.
“¿Acabo de hacer campaña con una plataforma de responsabilidad fiscal y presupuestos equilibrados y usted me está diciendo que lo primero que tengo que hacer cuando asuma el cargo es reducir impuestos?”, evocaba Samuelson las palabras del presidente.
Kennedy finalmente aceptó el consejo y expresó su voluntad de recortar impuestos, pero fue asesinado antes de haber entrado en acción al respecto. No obstante, su sucesor, Lyndon B. Johnson, llevó adelante el plan y la economía se recuperó.
Un poco de chispa en el aula
En el aula, Samuelson era un profesor vivaz, divertido y elocuente. Respecto de las teorías que él y otros habían desarrollado para mostrar los vínculos entre el desempeño de la bolsa y la economía en general, pronunció la famosa frase: “Es realmente cierto que la bolsa puede pronosticar el ciclo económico. La bolsa previó nueve de las últimas cinco recesiones”.
Sus discursos y prolífica escritura tenían una lucidez y chispa infrecuentes entre los académicos. Trató de darles a sus pronunciamientos económicos un “remate ingenioso para hacer pensar, como hacía Mark Twain”, confesaba. Por ejemplo, cuando las mujeres empezaron a quejarse de la desigualdad laboral y económica, él salió en su defensa diciendo que “las mujeres son hombres sin dinero”.
Notablemente versátil, Samuelson reformuló el pensamiento académico sobre casi todos los temas económicos, desde lo que Marx pudo haber querido decir con la teoría del valor-trabajo hasta si los precios de las acciones fluctúan al azar. Las matemáticas ya habían sido utilizadas por científicos sociales, pero Samuelson puso a esa disciplina en el centro del pensamiento económico, demostrando cómo obtener sólidas predicciones teóricas a partir de supuestos matemáticos simples.
Sus primeras obras, por ejemplo, presentaban una estructura matemática unificada para pronosticar cómo las empresas y los hogares, por igual, responderían a los cambios en las fuerzas de la economía y cómo los cambios en los índices salariales afectarían la recaudación impositiva.
Su aplicación incesante del análisis matemático dio lugar a una increíble cantidad de teoremas revolucionarios, que resolvieron debates académicos de años y hasta de siglos.
Traducción: Susana Manghi