Si China domina la economía mundial, todo cambiará
CAMBRIDGE, EE.UU.- Hace 30 años, la huella china en la economía global era diminuta y el país tenía escasa influencia fuera de sus fronteras, salvo por unas pocas naciones con las que tenía relaciones políticas y militares estrechas. Hoy, el país es una potencia económica: el taller industrial del mundo, su principal financista, inversor de primer orden en todo el planeta y fuente creciente de investigación y desarrollo. El gobierno chino está sentado sobre un nivel asombroso de reservas extranjeras, superando los US$ 2 billones. No hay un solo negocio en el mundo que no haya sentido el impacto de China.
China sigue siendo un país pobre. Si bien los ingresos promedio han aumentado en las últimas décadas, siguen representando entre un séptimo y un octavo de los niveles de EE.UU., por debajo de Turquía y Colombia y no mucho más elevado que los de El Salvador o Egipto. Mientras que la China costera y sus principales metrópolis evidencian riqueza, grandes extensiones de China occidental siguen en la pobreza. Las proyecciones indican que la economía china superará a la de EE.UU. dentro de las próximas dos décadas.
EE.UU. sigue siendo un gigante disminuido. Se ve humillado por sus errores de política exterior y su masiva crisis financiera. Su credibilidad luego de la desastrosa invasión de Irak se encuentra en el punto más bajo de la historia, más allá de la simpatía global por el presidente Barack Obama, y su modelo económico está hecho girones. El dólar, en un tiempo todopoderoso, se bambalea a merced de China y los estados ricos en petróleo. Todo lo cual plantea la cuestión de si China reemplazará a EE.UU como detentadora de la hegemonía mundial. En un nuevo libro titulado Cuando China domina el mundo , el estudioso británico Martin Jacques es categórico: si usted cree que China se integrará en un sistema mundial liberal y democrático, se llevará una sorpresa. No es sólo que China será la próxima superpotencia económica, sino que el orden mundial que construirá se verá distinto del que hemos tenido bajo el liderazgo de EE.UU.
Estadounidenses y europeos suponen que China se volverá más parecida a ellos al desarrollarse su economía y volverse más rica su población. Esto es un espejismo, dice Jacques. Los chinos y sus gobiernos están atados a una concepción distinta de la sociedad y la política: se basan en la comunidad antes que en el individuo, en vez de ser liberales se centran en el Estado, son autoritarios en vez de democráticos. China tiene 2000 años de historia como civilización con características propias en la que basa su poderío. No se rendirá ante los valores e instituciones occidentales. Jacques sostiene que un orden mundial centrado en China reflejará los valores chinos en vez de los occidentales. Pekín superará a Nueva York, el yuan reemplazará al dólar y el mandarín desplazará al inglés.
Desaparecerá el evangelismo de los mercados y la democracia. China será menos proclive a interferir en los asuntos internos de estados soberanos. Pero en vez de ello exigirá que los estados menos poderosos reconozcan la primacía china (tal como sucedía en los antiguos sistemas tributarios). Pero antes de que nada de esto suceda, China tendrá que continuar con su crecimiento económico acelerado y mantener su cohesión social y unidad política. Nada de esto está garantizado. Por debajo del poderoso dínamo económico chino hay profundas tensiones, desigualdades y divisiones que podrían descarrilar el progreso hacia la hegemonía global. A lo largo de su extensa historia, fuerzas centrífugas a menudo llevaron al país al desorden y la desintegración.
La estabilidad china depende de la capacidad del gobierno de concretar un avance sostenido para la mayoría de la población. China es el único país del mundo donde se piensa que menos del 8% de crecimiento anual es peligroso, porque provocaría conmociones sociales. La naturaleza autoritaria del régimen político es la base de esta fragilidad. Tiene como recurso la represión cuando el gobierno enfrenta protestas por fuera de los canales establecidos.
A China se le hará difícil sostener el tipo de crecimiento que ha visto en los últimos años. El crecimiento chino actual depende de la subvaluación de su divisa y un inmenso superávit comercial. Esto es insostenible y llevará a una gran confrontación con EE.UU. (y Europa). Probablemente China tenga que aceptar una tasa de crecimiento menor. Si China supera estas vallas y se convierte en la potencia económica predominante, la globalización tendrá características chinas.
8% * Meta de crecimiento anual
Es el aumento mínimo del PBI al que cada año aspira el gobierno chino porque considera que una tasa menor resulta peligrosa para el clima social.
© Project Syndicate 1995?2010
El autor es profesor de Economía Política de la Universidad de Harvard
Dani Rodrik
Para LA NACION
CAMBRIDGE, EE.UU.- Hace 30 años, la huella china en la economía global era diminuta y el país tenía escasa influencia fuera de sus fronteras, salvo por unas pocas naciones con las que tenía relaciones políticas y militares estrechas. Hoy, el país es una potencia económica: el taller industrial del mundo, su principal financista, inversor de primer orden en todo el planeta y fuente creciente de investigación y desarrollo. El gobierno chino está sentado sobre un nivel asombroso de reservas extranjeras, superando los US$ 2 billones. No hay un solo negocio en el mundo que no haya sentido el impacto de China.
China sigue siendo un país pobre. Si bien los ingresos promedio han aumentado en las últimas décadas, siguen representando entre un séptimo y un octavo de los niveles de EE.UU., por debajo de Turquía y Colombia y no mucho más elevado que los de El Salvador o Egipto. Mientras que la China costera y sus principales metrópolis evidencian riqueza, grandes extensiones de China occidental siguen en la pobreza. Las proyecciones indican que la economía china superará a la de EE.UU. dentro de las próximas dos décadas.
EE.UU. sigue siendo un gigante disminuido. Se ve humillado por sus errores de política exterior y su masiva crisis financiera. Su credibilidad luego de la desastrosa invasión de Irak se encuentra en el punto más bajo de la historia, más allá de la simpatía global por el presidente Barack Obama, y su modelo económico está hecho girones. El dólar, en un tiempo todopoderoso, se bambalea a merced de China y los estados ricos en petróleo. Todo lo cual plantea la cuestión de si China reemplazará a EE.UU como detentadora de la hegemonía mundial. En un nuevo libro titulado Cuando China domina el mundo , el estudioso británico Martin Jacques es categórico: si usted cree que China se integrará en un sistema mundial liberal y democrático, se llevará una sorpresa. No es sólo que China será la próxima superpotencia económica, sino que el orden mundial que construirá se verá distinto del que hemos tenido bajo el liderazgo de EE.UU.
Estadounidenses y europeos suponen que China se volverá más parecida a ellos al desarrollarse su economía y volverse más rica su población. Esto es un espejismo, dice Jacques. Los chinos y sus gobiernos están atados a una concepción distinta de la sociedad y la política: se basan en la comunidad antes que en el individuo, en vez de ser liberales se centran en el Estado, son autoritarios en vez de democráticos. China tiene 2000 años de historia como civilización con características propias en la que basa su poderío. No se rendirá ante los valores e instituciones occidentales. Jacques sostiene que un orden mundial centrado en China reflejará los valores chinos en vez de los occidentales. Pekín superará a Nueva York, el yuan reemplazará al dólar y el mandarín desplazará al inglés.
Desaparecerá el evangelismo de los mercados y la democracia. China será menos proclive a interferir en los asuntos internos de estados soberanos. Pero en vez de ello exigirá que los estados menos poderosos reconozcan la primacía china (tal como sucedía en los antiguos sistemas tributarios). Pero antes de que nada de esto suceda, China tendrá que continuar con su crecimiento económico acelerado y mantener su cohesión social y unidad política. Nada de esto está garantizado. Por debajo del poderoso dínamo económico chino hay profundas tensiones, desigualdades y divisiones que podrían descarrilar el progreso hacia la hegemonía global. A lo largo de su extensa historia, fuerzas centrífugas a menudo llevaron al país al desorden y la desintegración.
La estabilidad china depende de la capacidad del gobierno de concretar un avance sostenido para la mayoría de la población. China es el único país del mundo donde se piensa que menos del 8% de crecimiento anual es peligroso, porque provocaría conmociones sociales. La naturaleza autoritaria del régimen político es la base de esta fragilidad. Tiene como recurso la represión cuando el gobierno enfrenta protestas por fuera de los canales establecidos.
A China se le hará difícil sostener el tipo de crecimiento que ha visto en los últimos años. El crecimiento chino actual depende de la subvaluación de su divisa y un inmenso superávit comercial. Esto es insostenible y llevará a una gran confrontación con EE.UU. (y Europa). Probablemente China tenga que aceptar una tasa de crecimiento menor. Si China supera estas vallas y se convierte en la potencia económica predominante, la globalización tendrá características chinas.
8% * Meta de crecimiento anual
Es el aumento mínimo del PBI al que cada año aspira el gobierno chino porque considera que una tasa menor resulta peligrosa para el clima social.
© Project Syndicate 1995?2010
El autor es profesor de Economía Política de la Universidad de Harvard
Dani Rodrik
Para LA NACION