Calificadoras- Después de la debacle, el cinismo
“Como si nada hubieran tenido que ver con la crisis, las calificadoras de crédito ahora redoblan su vigilancia sobre la deuda de los países.”
PorJean-Paul Fitoussi
Economista, Presidente de PFCE (*)
El año 2009, en el cual los peores peligros fueron conjurados gracias a la acción de los Estados, terminó con un sabor amargo. Se acusa a los gobiernos de haber sido derrochadores, de acumular deudas insostenibles y preparar así la futura crisis. Y hasta la Comisión Europea, muda desde el apogeo de la tormenta, rompe el silencio para someter a 20 de 27 países de la UE al procedimiento de exceso de déficits: convendría, dice, que volvieran a los límites “razonables” del pacto de estabilidad.
Pero no hay nada razonable en la época que vivimos, nada sensato en los acontecimientos que nos condujeron a semejante resultado. Se llega al colmo del cinismo cuando las calificadoras de crédito empiezan a redoblar su vigilancia sobre la deuda de los países. Y los mercados, que fueron víctimas de esto, les presten la mayor atención. ¿Cuántos ahorristas, cuántas entidades financieras, compraron, confiando en su calificación, títulos que se les presentaron como seguros aun cuando entrañaban riesgos considerables?
Esta incompetencia de las califcadoras es puesta hoy al servicio de los mercados de títulos públicos. ¡Pero ellas fueron corresponsables de la crisis al subestimar riesgos de títulos privados! Así como influyeron antes podrían estar influyendo ahora, y estar en el origen de una profundización de la crisis que se expresara por una sobrevaluación de los riesgos relacionados con la adquisición de títulos públicos. Gobiernos cuyas calificaciones fueron bajadas y otros que temen que les pase lo mismo, se verían crecientemente constreñidos a aplicar políticas de austeridad y a cortar las medidas que les permitieron contener la crisis.
Se trata de una perfecta inmoralidad. La caída del PBI que fue consecuencia de los errores de los mercados financieros y las calificadoras (-4% en la eurozona, más de 6 millones de nuevos desempleados desde comienzos del 2008), es penalizada en razón de sus efectos mecánicos sobre los déficits.
¡Y hay que ver los esfuerzos que hacen los gobiernos por evitar que ante la imaginación ávida de los mercados la economía no vaya a parecer, por una curiosa vuelta de las cosas, débil en relación con las “leyes” de la contabilidad! A la inversa: información contable es lo que parece faltarles a quienes critican a los gobiernos y legitiman las sobretasas por riesgo exigidos por los mercados.
De acuerdo con el FMI, los países del G-20 dedicaron 17,6% de su PBI al apoyo directo del sistema bancario y sólo, siempre en promedio, 0,5 % del PBI en 2008, 1,5 % en 2009, y 1 % en 2010 en medidas presupuestarias discrecionales. Y conviene señalar, dado que la eurozona, entre los grandes países desarrollados aparece como más vulnerable a la vigilancia de los mercados, que en los tres años considerados, la suma de los planes de reactivación de sus países miembros fue solo el 1,6 % de su PBI, comparado con el 5,6 % para los Estados Unidos.
Es ahí donde el meritorio esfuerzo de los gobiernos fue de breve duración. Dedicar tales sumas al salvataje del sistema financiero, sin requerir a cambio garantías legítimas, puede justificarse por la emergencia, pero carece de previsión. Constatar que las calificadoras de crédito fueron incompetentes, pero no hacer nada para regular su funcionamiento parece también un insulto al sentido común.
¿El contribuyente va a pagar dos veces, una vez para el salvataje y otra porque la deuda contraída para constituirlo es considerada de mala calidad?
Se hace silencio sobre el costo del salvataje mundial del sistema bancario y sobre el costo histórico en pérdida de PBI causado por su mal funcionamiento para, en cambio, presentar como dispendiosas las sumas, menores como se vio, dedicadas por los países al alivio de los sufrimientos sociables.
Además, la presión sobre los gobiernos aumenta para que reduzcan gastos públicos y sociales o que se abstengan de considerar futuros programas de inversión. En resumen, en vez de preguntarse sobre la responsabilidad de las políticas previas al surgimiento de la crisis ¡se dedican a apurar el regreso de estas políticas!
(c) Le Monde. Traducción: Beatriz Cádiz
*Fitoussi es profesor del IEP de Paris y preside el Observatorio Francés de la Coyuntura Económica (OFCE).
“Como si nada hubieran tenido que ver con la crisis, las calificadoras de crédito ahora redoblan su vigilancia sobre la deuda de los países.”
PorJean-Paul Fitoussi
Economista, Presidente de PFCE (*)
El año 2009, en el cual los peores peligros fueron conjurados gracias a la acción de los Estados, terminó con un sabor amargo. Se acusa a los gobiernos de haber sido derrochadores, de acumular deudas insostenibles y preparar así la futura crisis. Y hasta la Comisión Europea, muda desde el apogeo de la tormenta, rompe el silencio para someter a 20 de 27 países de la UE al procedimiento de exceso de déficits: convendría, dice, que volvieran a los límites “razonables” del pacto de estabilidad.
Pero no hay nada razonable en la época que vivimos, nada sensato en los acontecimientos que nos condujeron a semejante resultado. Se llega al colmo del cinismo cuando las calificadoras de crédito empiezan a redoblar su vigilancia sobre la deuda de los países. Y los mercados, que fueron víctimas de esto, les presten la mayor atención. ¿Cuántos ahorristas, cuántas entidades financieras, compraron, confiando en su calificación, títulos que se les presentaron como seguros aun cuando entrañaban riesgos considerables?
Esta incompetencia de las califcadoras es puesta hoy al servicio de los mercados de títulos públicos. ¡Pero ellas fueron corresponsables de la crisis al subestimar riesgos de títulos privados! Así como influyeron antes podrían estar influyendo ahora, y estar en el origen de una profundización de la crisis que se expresara por una sobrevaluación de los riesgos relacionados con la adquisición de títulos públicos. Gobiernos cuyas calificaciones fueron bajadas y otros que temen que les pase lo mismo, se verían crecientemente constreñidos a aplicar políticas de austeridad y a cortar las medidas que les permitieron contener la crisis.
Se trata de una perfecta inmoralidad. La caída del PBI que fue consecuencia de los errores de los mercados financieros y las calificadoras (-4% en la eurozona, más de 6 millones de nuevos desempleados desde comienzos del 2008), es penalizada en razón de sus efectos mecánicos sobre los déficits.
¡Y hay que ver los esfuerzos que hacen los gobiernos por evitar que ante la imaginación ávida de los mercados la economía no vaya a parecer, por una curiosa vuelta de las cosas, débil en relación con las “leyes” de la contabilidad! A la inversa: información contable es lo que parece faltarles a quienes critican a los gobiernos y legitiman las sobretasas por riesgo exigidos por los mercados.
De acuerdo con el FMI, los países del G-20 dedicaron 17,6% de su PBI al apoyo directo del sistema bancario y sólo, siempre en promedio, 0,5 % del PBI en 2008, 1,5 % en 2009, y 1 % en 2010 en medidas presupuestarias discrecionales. Y conviene señalar, dado que la eurozona, entre los grandes países desarrollados aparece como más vulnerable a la vigilancia de los mercados, que en los tres años considerados, la suma de los planes de reactivación de sus países miembros fue solo el 1,6 % de su PBI, comparado con el 5,6 % para los Estados Unidos.
Es ahí donde el meritorio esfuerzo de los gobiernos fue de breve duración. Dedicar tales sumas al salvataje del sistema financiero, sin requerir a cambio garantías legítimas, puede justificarse por la emergencia, pero carece de previsión. Constatar que las calificadoras de crédito fueron incompetentes, pero no hacer nada para regular su funcionamiento parece también un insulto al sentido común.
¿El contribuyente va a pagar dos veces, una vez para el salvataje y otra porque la deuda contraída para constituirlo es considerada de mala calidad?
Se hace silencio sobre el costo del salvataje mundial del sistema bancario y sobre el costo histórico en pérdida de PBI causado por su mal funcionamiento para, en cambio, presentar como dispendiosas las sumas, menores como se vio, dedicadas por los países al alivio de los sufrimientos sociables.
Además, la presión sobre los gobiernos aumenta para que reduzcan gastos públicos y sociales o que se abstengan de considerar futuros programas de inversión. En resumen, en vez de preguntarse sobre la responsabilidad de las políticas previas al surgimiento de la crisis ¡se dedican a apurar el regreso de estas políticas!
(c) Le Monde. Traducción: Beatriz Cádiz
*Fitoussi es profesor del IEP de Paris y preside el Observatorio Francés de la Coyuntura Económica (OFCE).