Por: Agustín A. Monteverde
El año 2009 cerró exhibiendo subas en los mercados de acciones y commodities. Muchos darán por terminada la crisis. ¿Son estos datos rimbombantes la verdadera cara del final de la crisis y la vuelta a una economía sana?
Si analizamos con detenimiento el estado de situación de la economía real podemos poner en duda esa conclusión:
· La economía norteamericana, pese a la descomunal masa de fondos volcados, acumula una tasa de desocupación superior al 10%, la más alta en 26 años.
· Pero si tomamos en cuenta a los subocupados, 1 de cada 6 empleados está padeciendo una fuere caída de sus ingresos.
· En Europa se ha tendido más a evitar el aumento del desempleo, subsidiando horas no trabajadas o con programas de empleo público.
· Aún así, la desocupación promedio ha trepado al 9,8%, con casos muy complejos como España, Grecia y la mayoría de los países del este europeo recientemente incorporados a la Unión.
· Globalmente, la economía ha retrocedido un 2,4%, pero el comercio mundial se desplomó el 12% en volumen.
· Consideramos que en 2010 se mantendrán niveles de desempleo elevados, o incluso aumentarán, tanto en Estados Unidos como en Europa.
¿De dónde provino entonces tanta euforia si las economías reales están tan lejos de haberse recuperado?
Lo más grave es que los líderes mundiales y la mayoría de los analistas y medios de comunicación lo han interpretado como una «recuperación sólida» y que la adjudican al supuesto éxito de las políticas aplicadas por las más grandes economías.
Por cierto que lo menos que uno podía esperar luego de que se volcaran a la economía mundial más de u$s 14 billones (millones de millones) era un reverdecer de los mercados financieros. Semejante expansión monetaria equivale a poco más del PBI estadounidense, lo que significa nada menos que la cuarta parte de la riqueza mundial.
Así como el estudio de los ciclos económicos y una comprensión acabada de las serias distorsiones que se habían incubado nos permitían anticipar tres años atrás la inminencia de la crisis que se cernía, también era esperable una posterior corrección al alza; y tanto más si se considera la gigantesca masa de recursos aplicada a cebar la demanda. Luego del derrumbe de la Bolsa neoyorquina en octubre del 29 también hubo una importante y prolongada recuperación, con una trepada del 46% en poco menos de seis meses. Pero eso fue una corrección parcial y temporaria dentro del ciclo bajista: durante el profundo derrumbe que le siguió, los papeles se pulverizaron a menos de un quinto de su valor.
La política de relajamiento cuantitativo constituyó una respuesta lógica e indispensable para compensar la interrupción del crédito y resolver el drástico colapso de liquidez que caracterizó la crisis. Fue así que durante el último cuatrimestre de 2008, la Fed llevó a cabo una extraordinaria explosión monetaria primaria. Desde marzo de 2009 la Fed monetizó u$s 1 billón de activos hipotecarios y u$s 300.000 MM de bonos del Tesoro.
La enorme inyección de liquidez contribuyó a una moderada desvalorización del dólar, lo que ayuda a reducir el aún abultado desequilibrio comercial de los EE.UU. El salto emisionista -expansión primaria- se tradujo en un notable aumento de las reservas de liquidez de las entidades, pero no se trasladó a los agregados monetarios ni al crédito bancario. Lo que ocurrió es que el incremento explosivo de la base monetaria coincidió con una contracción sin precedentes del multiplicador bancario. Es decir, toda esa masa de nuevos medios de pago quedó inmovilizada por el sistema bancario, que enfrentaba una grave crisis de liquidez. Mientras el M1 (circulante + depósitos a la vista) pasó de crecer el 1% anual a hacerlo un 15% durante 2009, la base monetaria saltó el 110% anual en mayo 2009 y descendió al 70% en octubre.
La parálisis económica y la crisis de liquidez hicieron que la velocidad de circulación del dinero se desplomara; el público también aumentó el atesoramiento de circulante. En este contexto, la inflación pasó del 5,6% anual en julio de 2008 a convertirse en una deflación del 2,1% en julio de 2009. Todavía permanece baja aunque con cierta tendencia a recuperarse.
Los fondos que se inyectaron permitieron tan sólo un desapalancamiento más ordenado del sistema financiero, pero no se reflejaron en una mejora de la economía real. El préstamo bancario colapsó a nivel global y muchas corporaciones han debido recurrir a los mercados de capitales para abastecerse de indispensable capital de trabajo. Obviamente esto significa una asfixia financiera sin precedentes para las compañías de menor envergadura y la clientela de consumo. El notable aumento del costo del crédito para consumo ocasiona más ahogo al público. Los clientes individuales no acceden al crédito, al tiempo que sufren la pérdida de empleos y continúa la pérdida de viviendas hipotecadas.
La pulverización del multiplicador bancario ha demorado la salida gradual de la política de relajamiento cuantitativo. La formidable expansión primaria nos salvó de un devastador colapso financiero, pero no ha removido los problemas y distorsiones que aquejan a la economía real. Entre tanto, se multiplican las burbujas especulativas en diversos activos.
El año 2009 cerró exhibiendo subas en los mercados de acciones y commodities. Muchos darán por terminada la crisis. ¿Son estos datos rimbombantes la verdadera cara del final de la crisis y la vuelta a una economía sana?
Si analizamos con detenimiento el estado de situación de la economía real podemos poner en duda esa conclusión:
· La economía norteamericana, pese a la descomunal masa de fondos volcados, acumula una tasa de desocupación superior al 10%, la más alta en 26 años.
· Pero si tomamos en cuenta a los subocupados, 1 de cada 6 empleados está padeciendo una fuere caída de sus ingresos.
· En Europa se ha tendido más a evitar el aumento del desempleo, subsidiando horas no trabajadas o con programas de empleo público.
· Aún así, la desocupación promedio ha trepado al 9,8%, con casos muy complejos como España, Grecia y la mayoría de los países del este europeo recientemente incorporados a la Unión.
· Globalmente, la economía ha retrocedido un 2,4%, pero el comercio mundial se desplomó el 12% en volumen.
· Consideramos que en 2010 se mantendrán niveles de desempleo elevados, o incluso aumentarán, tanto en Estados Unidos como en Europa.
¿De dónde provino entonces tanta euforia si las economías reales están tan lejos de haberse recuperado?
Lo más grave es que los líderes mundiales y la mayoría de los analistas y medios de comunicación lo han interpretado como una «recuperación sólida» y que la adjudican al supuesto éxito de las políticas aplicadas por las más grandes economías.
Por cierto que lo menos que uno podía esperar luego de que se volcaran a la economía mundial más de u$s 14 billones (millones de millones) era un reverdecer de los mercados financieros. Semejante expansión monetaria equivale a poco más del PBI estadounidense, lo que significa nada menos que la cuarta parte de la riqueza mundial.
Así como el estudio de los ciclos económicos y una comprensión acabada de las serias distorsiones que se habían incubado nos permitían anticipar tres años atrás la inminencia de la crisis que se cernía, también era esperable una posterior corrección al alza; y tanto más si se considera la gigantesca masa de recursos aplicada a cebar la demanda. Luego del derrumbe de la Bolsa neoyorquina en octubre del 29 también hubo una importante y prolongada recuperación, con una trepada del 46% en poco menos de seis meses. Pero eso fue una corrección parcial y temporaria dentro del ciclo bajista: durante el profundo derrumbe que le siguió, los papeles se pulverizaron a menos de un quinto de su valor.
La política de relajamiento cuantitativo constituyó una respuesta lógica e indispensable para compensar la interrupción del crédito y resolver el drástico colapso de liquidez que caracterizó la crisis. Fue así que durante el último cuatrimestre de 2008, la Fed llevó a cabo una extraordinaria explosión monetaria primaria. Desde marzo de 2009 la Fed monetizó u$s 1 billón de activos hipotecarios y u$s 300.000 MM de bonos del Tesoro.
La enorme inyección de liquidez contribuyó a una moderada desvalorización del dólar, lo que ayuda a reducir el aún abultado desequilibrio comercial de los EE.UU. El salto emisionista -expansión primaria- se tradujo en un notable aumento de las reservas de liquidez de las entidades, pero no se trasladó a los agregados monetarios ni al crédito bancario. Lo que ocurrió es que el incremento explosivo de la base monetaria coincidió con una contracción sin precedentes del multiplicador bancario. Es decir, toda esa masa de nuevos medios de pago quedó inmovilizada por el sistema bancario, que enfrentaba una grave crisis de liquidez. Mientras el M1 (circulante + depósitos a la vista) pasó de crecer el 1% anual a hacerlo un 15% durante 2009, la base monetaria saltó el 110% anual en mayo 2009 y descendió al 70% en octubre.
La parálisis económica y la crisis de liquidez hicieron que la velocidad de circulación del dinero se desplomara; el público también aumentó el atesoramiento de circulante. En este contexto, la inflación pasó del 5,6% anual en julio de 2008 a convertirse en una deflación del 2,1% en julio de 2009. Todavía permanece baja aunque con cierta tendencia a recuperarse.
Los fondos que se inyectaron permitieron tan sólo un desapalancamiento más ordenado del sistema financiero, pero no se reflejaron en una mejora de la economía real. El préstamo bancario colapsó a nivel global y muchas corporaciones han debido recurrir a los mercados de capitales para abastecerse de indispensable capital de trabajo. Obviamente esto significa una asfixia financiera sin precedentes para las compañías de menor envergadura y la clientela de consumo. El notable aumento del costo del crédito para consumo ocasiona más ahogo al público. Los clientes individuales no acceden al crédito, al tiempo que sufren la pérdida de empleos y continúa la pérdida de viviendas hipotecadas.
La pulverización del multiplicador bancario ha demorado la salida gradual de la política de relajamiento cuantitativo. La formidable expansión primaria nos salvó de un devastador colapso financiero, pero no ha removido los problemas y distorsiones que aquejan a la economía real. Entre tanto, se multiplican las burbujas especulativas en diversos activos.