Todos los guiones de películas de acción tienen al héroe escapando de las balas en un momento crucial y tomando cualquier arma a su paso. Tal vez Ben Bernanke no tiene los pectorales de Jean-Claude Van Damme, pero el presidente de la Reserva Federal dio a entender que estaba dispuesto a blandir un bate de béisbol si era necesario para mantener la economía funcionando.
El banco central de EE.UU. ya hizo a un lado su arma principal, las tasas de interés, habiéndolas dejado en cero tras el colapso de Lehman Brothers. El martes, recargó su arma: la política monetaria expansiva. Piense en Sigourney Weaver pasando de rifle de pulso a lanzallamas en Alien.
Desafortunadamente, los mercados recibieron el mensaje equivocado. En lugar de considerar que el monstruo de la deflación tendrá pelea, los inversionistas decidieron escapar. Las malas noticias económicas en EE.UU. y China y renovados temores acerca de la atribulada periferia de la eurozona y los bancos europeos empeoraron las cosas. El naciente rally de verano en las acciones se detuvo, los bonos subieron y las expectativas inflacionarias del mercado cedieron.
Eso plantea una pregunta esencial: ¿está la Fed lanzando salvas? Ciertamente, ahora se espera que la inflación sea menor -la medida implícita de inflación en el mercado de futuro de Treasuries tuvo su mayor caída en un día desde el clímax de la crisis griega-. En Alemania, los mercados de bonos contemplan una inflación promedio de 0,787% en los próximos cinco años, el mínimo desde las profundidades de la crisis en marzo pasado. Aún así, los inversionistas aún tienen fe en la capacidad de las autoridades de evitar la deflación.
La creencia es que imprimir dinero para comprar activos como bonos del Tesoro a la larga conducirá a la inflación, y esta es la razón por la que los mercados de bonos no incorporan la deflación a precios. Es cierto que en algún momento imprimir dinero crea inflación, ya que cada dólar, libra o euro vale menos en bienes reales. Pero un uso extremo de las prensas socava la confianza en la moneda y perturba más una economía ya distorsionada.
Si sueno escéptico no es sólo porque mi acento británico rápidamente me define como el villano en Hollywood. La Fed ya ha inyectado más dinero en su política monetaria expansiva que Japón, hogar del monstruo de la deflación, en los 20 últimos años. ¿El resultado? EE.UU. tiene una de las recuperaciones más débiles de la historia y la deflación aún es un riesgo. Por supuesto, si no hubiera hecho nada, probablemente estaríamos en depresión.
De lo que hay certeza es que las herramientas monetarias no convencionales están de nuevo sobre la mesa, y no sólo en EE.UU. Para los inversionistas en bonos, acciones y monedas, esto es una consideración vital. Suiza sigue en deflación, a pesar de que el Banco Nacional de Suiza ha acuñado enormes cantidades de francos para comprar euros, por lo que sufrió pérdidas vergonzosas este año. Se rumorea que hasta el Banco Central Europeo está interviniendo, supuestamente comprando bonos del gobierno irlandés.
El problema es que los bancos centrales por sí solos no pueden reemplazar al sistema bancario, y las colocaciones bancarias apenas se están recuperando. De hecho, el dinero amplio se sigue contrayendo en EE.UU., a medida que el sector privado paga deudas, y es anémico, por decir lo menos, en la eurozona.
El riesgo es que arrojar dinero desde el helicóptero de los bancos centrales simplemente lleve a más acaparamiento y reducción de deuda. Para contrarrestarlo, algunos economistas sugieren la medida más extrema hasta ahora: tasas de interés negativas. Pero si los bancos enfrentaran tasas nominales negativas por el dinero depositado en el banco central (ahora cerca de niveles récord) eso debería animarlos de modo más efectivo a prestar que los llamados de los políticos. Esto sería solo un paso pequeño, ya que las tasas no pueden ir mucho más allá de -0,25% antes de que valga la pena guardar billetes por toneladas. Hay un precedente: Suecia tuvo una tasa negativa sobre el exceso de reservas el año pasado, pero se notó poco porque los bancos suecos funcionaban con normalidad.
Hay una gran desventaja en una tasa negativa: sería equivalente a un impuesto sobre los bancos, ya que el nivel general de depósitos en el banco central debe seguir siendo parecido. Charles Goodhart, ex miembro del comité de política monetaria del Banco de Inglaterra, apunta que si los bancos estuvieran prestando, no se necesitarían tasas negativas: sólo pueden culparse a sí mismos.
Cuando menos, esto daría una nueva arma a Bernanke. Sólo experimentando sabremos si tiene el poder de fuego para derrotar a la deflación.
Fuente: Financial Times
Por James Mackintosh
El banco central de EE.UU. ya hizo a un lado su arma principal, las tasas de interés, habiéndolas dejado en cero tras el colapso de Lehman Brothers. El martes, recargó su arma: la política monetaria expansiva. Piense en Sigourney Weaver pasando de rifle de pulso a lanzallamas en Alien.
Desafortunadamente, los mercados recibieron el mensaje equivocado. En lugar de considerar que el monstruo de la deflación tendrá pelea, los inversionistas decidieron escapar. Las malas noticias económicas en EE.UU. y China y renovados temores acerca de la atribulada periferia de la eurozona y los bancos europeos empeoraron las cosas. El naciente rally de verano en las acciones se detuvo, los bonos subieron y las expectativas inflacionarias del mercado cedieron.
Eso plantea una pregunta esencial: ¿está la Fed lanzando salvas? Ciertamente, ahora se espera que la inflación sea menor -la medida implícita de inflación en el mercado de futuro de Treasuries tuvo su mayor caída en un día desde el clímax de la crisis griega-. En Alemania, los mercados de bonos contemplan una inflación promedio de 0,787% en los próximos cinco años, el mínimo desde las profundidades de la crisis en marzo pasado. Aún así, los inversionistas aún tienen fe en la capacidad de las autoridades de evitar la deflación.
La creencia es que imprimir dinero para comprar activos como bonos del Tesoro a la larga conducirá a la inflación, y esta es la razón por la que los mercados de bonos no incorporan la deflación a precios. Es cierto que en algún momento imprimir dinero crea inflación, ya que cada dólar, libra o euro vale menos en bienes reales. Pero un uso extremo de las prensas socava la confianza en la moneda y perturba más una economía ya distorsionada.
Si sueno escéptico no es sólo porque mi acento británico rápidamente me define como el villano en Hollywood. La Fed ya ha inyectado más dinero en su política monetaria expansiva que Japón, hogar del monstruo de la deflación, en los 20 últimos años. ¿El resultado? EE.UU. tiene una de las recuperaciones más débiles de la historia y la deflación aún es un riesgo. Por supuesto, si no hubiera hecho nada, probablemente estaríamos en depresión.
De lo que hay certeza es que las herramientas monetarias no convencionales están de nuevo sobre la mesa, y no sólo en EE.UU. Para los inversionistas en bonos, acciones y monedas, esto es una consideración vital. Suiza sigue en deflación, a pesar de que el Banco Nacional de Suiza ha acuñado enormes cantidades de francos para comprar euros, por lo que sufrió pérdidas vergonzosas este año. Se rumorea que hasta el Banco Central Europeo está interviniendo, supuestamente comprando bonos del gobierno irlandés.
El problema es que los bancos centrales por sí solos no pueden reemplazar al sistema bancario, y las colocaciones bancarias apenas se están recuperando. De hecho, el dinero amplio se sigue contrayendo en EE.UU., a medida que el sector privado paga deudas, y es anémico, por decir lo menos, en la eurozona.
El riesgo es que arrojar dinero desde el helicóptero de los bancos centrales simplemente lleve a más acaparamiento y reducción de deuda. Para contrarrestarlo, algunos economistas sugieren la medida más extrema hasta ahora: tasas de interés negativas. Pero si los bancos enfrentaran tasas nominales negativas por el dinero depositado en el banco central (ahora cerca de niveles récord) eso debería animarlos de modo más efectivo a prestar que los llamados de los políticos. Esto sería solo un paso pequeño, ya que las tasas no pueden ir mucho más allá de -0,25% antes de que valga la pena guardar billetes por toneladas. Hay un precedente: Suecia tuvo una tasa negativa sobre el exceso de reservas el año pasado, pero se notó poco porque los bancos suecos funcionaban con normalidad.
Hay una gran desventaja en una tasa negativa: sería equivalente a un impuesto sobre los bancos, ya que el nivel general de depósitos en el banco central debe seguir siendo parecido. Charles Goodhart, ex miembro del comité de política monetaria del Banco de Inglaterra, apunta que si los bancos estuvieran prestando, no se necesitarían tasas negativas: sólo pueden culparse a sí mismos.
Cuando menos, esto daría una nueva arma a Bernanke. Sólo experimentando sabremos si tiene el poder de fuego para derrotar a la deflación.
Fuente: Financial Times
Por James Mackintosh