droblo
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Decía Milton Friedman que la teoría monetaria es como un jardín japonés: una simplicidad aparente que oculta una elevada sofisticación, una superficie que se desvanece en delicadas perspectivas... En los últimos tiempos, los diseñadores de políticas monetarias se han enfrentado al desafío de una gran recesión y se han adentrado en territorios desconocidos, tratando de evitar el colapso de las economías. Solo el tiempo permitirá juzgar su acierto o su extravío.
El diseño más audaz, sin duda, ha sido el de la Reserva Federal. Su chairman, Ben Bernanke, es un buen conocedor no de los jardines japoneses sino de la política monetaria seguida por Japón tras el estallido de la burbuja de activos a finales de los ochenta, un claro precedente de la situación actual. La Fed se ha embarcado en una política monetaria extremadamente laxa y más agresiva que la desarrollada por el banco central nipón en los noventa. Primero, recortó los tipos de interés de referencia para los fondos federales hasta un mínimo (una banda del 0% al 0,25%). Agotado el recorrido de los tipos, optó por la expansión cuantitativa, es decir, ensanchar la base monetaria mediante compras de deuda pública y privada, inyectando la máxima liquidez y movilizando mercados colapsados, como el hipotecario o el del papel comercial.
El recurso a políticas no ortodoxas, combinado con una política fiscal expansiva, contribuyó a contener la mayor recesión de las últimas décadas. También el Banco de Inglaterra optó por expandir la base monetaria sin reparos. Incluso el Banco Central Europeo, menos proclive a salirse de la ortodoxia monetaria convencional, ha adoptado medidas excepcionales, como inyectar toda la liquidez demandada por las instituciones financieras o comprar deuda pública de algunos estados del Eurosistema.
Sin embargo, estas actuaciones de las autoridades monetarias suscitan controversia. Por ejemplo, no está claro que la laxitud monetaria sirva para resolver una recesión provocada por un endeudamiento excesivo; es decir, por más que los tipos de interés se mantengan en el cero y por más que el banco central monetice la deuda, la preocupación del sector privado -familias, empresas, bancos- sigue siendo su excesiva deuda y cómo reducirla, abocando a la economía a una deflación o/y a una contracción. La experiencia japonesa en este sentido es muy ilustrativa.
Otro problema está en que inundando la economía de liquidez corremos el riesgo de despertar tensiones inflacionistas en el momento en que la actividad se recupere. Un riesgo que a primera vista parecería lejano cuando hasta hace poco la principal preocupación era la contraria, la deflación. Incluso algunos defienden que es bueno, en las actuales circunstancias, generar expectativas inflacionistas con el fin de movilizar el gasto. Al fin y al cabo, se supone, los bancos centrales serán capaces de retirar los excesos de liquidez del sistema a tiempo antes que la inflación se desancle. En todo caso, la relajada política monetaria tiene sus efectos directos en la cotización del dólar, primera y principal moneda de reserva mundial, distorsionando los mercados de divisas y generando preocupación entre los principales tenedores de deuda americana, con China a la cabeza. También se sospecha que la excesiva liquidez se desvía hacia otros destinos que el previsto por el banco central, como podría ser el caso ahora de las materias primas. La experiencia reciente apunta a que una excesiva laxitud monetaria estaría detrás de burbujas pasadas, como la tecnológica o la inmobiliaria.
¿Sabrán los bancos centrales retirar a tiempo el enorme estímulo monetario?
Sigue (son 75 páginas) en
http://www.pdf.lacaixa.comunicacions.com/im/esp/201102_esp.pdf
El diseño más audaz, sin duda, ha sido el de la Reserva Federal. Su chairman, Ben Bernanke, es un buen conocedor no de los jardines japoneses sino de la política monetaria seguida por Japón tras el estallido de la burbuja de activos a finales de los ochenta, un claro precedente de la situación actual. La Fed se ha embarcado en una política monetaria extremadamente laxa y más agresiva que la desarrollada por el banco central nipón en los noventa. Primero, recortó los tipos de interés de referencia para los fondos federales hasta un mínimo (una banda del 0% al 0,25%). Agotado el recorrido de los tipos, optó por la expansión cuantitativa, es decir, ensanchar la base monetaria mediante compras de deuda pública y privada, inyectando la máxima liquidez y movilizando mercados colapsados, como el hipotecario o el del papel comercial.
El recurso a políticas no ortodoxas, combinado con una política fiscal expansiva, contribuyó a contener la mayor recesión de las últimas décadas. También el Banco de Inglaterra optó por expandir la base monetaria sin reparos. Incluso el Banco Central Europeo, menos proclive a salirse de la ortodoxia monetaria convencional, ha adoptado medidas excepcionales, como inyectar toda la liquidez demandada por las instituciones financieras o comprar deuda pública de algunos estados del Eurosistema.
Sin embargo, estas actuaciones de las autoridades monetarias suscitan controversia. Por ejemplo, no está claro que la laxitud monetaria sirva para resolver una recesión provocada por un endeudamiento excesivo; es decir, por más que los tipos de interés se mantengan en el cero y por más que el banco central monetice la deuda, la preocupación del sector privado -familias, empresas, bancos- sigue siendo su excesiva deuda y cómo reducirla, abocando a la economía a una deflación o/y a una contracción. La experiencia japonesa en este sentido es muy ilustrativa.
Otro problema está en que inundando la economía de liquidez corremos el riesgo de despertar tensiones inflacionistas en el momento en que la actividad se recupere. Un riesgo que a primera vista parecería lejano cuando hasta hace poco la principal preocupación era la contraria, la deflación. Incluso algunos defienden que es bueno, en las actuales circunstancias, generar expectativas inflacionistas con el fin de movilizar el gasto. Al fin y al cabo, se supone, los bancos centrales serán capaces de retirar los excesos de liquidez del sistema a tiempo antes que la inflación se desancle. En todo caso, la relajada política monetaria tiene sus efectos directos en la cotización del dólar, primera y principal moneda de reserva mundial, distorsionando los mercados de divisas y generando preocupación entre los principales tenedores de deuda americana, con China a la cabeza. También se sospecha que la excesiva liquidez se desvía hacia otros destinos que el previsto por el banco central, como podría ser el caso ahora de las materias primas. La experiencia reciente apunta a que una excesiva laxitud monetaria estaría detrás de burbujas pasadas, como la tecnológica o la inmobiliaria.
¿Sabrán los bancos centrales retirar a tiempo el enorme estímulo monetario?
Sigue (son 75 páginas) en
http://www.pdf.lacaixa.comunicacions.com/im/esp/201102_esp.pdf