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Unas pocas horas de más, ningún euro de menos... sobre todo, continuidad. Tal puede ser el resumen apresurado del laudo dictado por Manuel Pimentel en el contencioso entre Aena-Ministerio de Fomento y el cuerpo de controladores que llevaba años alterando el tráfico aéreo, con la culminación incalificable del puente del pasado mes de diciembre.
Valorar el dictamen no es fácil porque no se conocían las posturas discrepantes previas, pero los ciento y muchos folios del convenio colectivo dictado para los tres próximos años y lo que se sabía del régimen de trabajo previo sugieren que se puede haber perdido la oportunidad de cuando menos simplificar y, puestos a ello, aproximar las condiciones de trabajo de estos profesionales a las del resto de la sociedad.
Probablemente, el arbitraje de Pimentel no era el instrumento para resarcir a ciudadanos y empresas de los innumerables y sucesivos perjuicios que los controladores han venido generando desde hace décadas, pero es inevitable que surja cierta equiparación entre continuidad e impunidad. A lo que puede ayudar un significativo párrafo, a modo de Segunda Disposición Transitoria: “Régimen disciplinario. Los expedientes disciplinarios que, en el momento de la entrada en vigor de este convenio colectivo, se encuentren en tramitación, se seguirán regulando por las disposiciones vigentes en el momento de la presunta comisión de la falta, salvo que las establecidas en este nuevo convenio colectivo fueran más favorables”.
Las partes se han mostrado de inmediato satisfechas y el árbitro, también. Más difícil será que sientan lo mismo los ciudadanos, aunque dependerá básicamente de cómo vayan evolucionando los expedientes disciplinarios, demandas judiciales y las resoluciones, sentencias y consecuencias que acaben resultando.
De momento, lo que provocaron los primeros días del pasado diciembre, igual que los muchos episodios previos, parece que no sólo les está saliendo gratis, sino que incluso puede sonar a buen negocio... de ser cierta la victoria que parecen haber cosechado en sus aspiraciones de seguir como hasta ahora, si no mejor. ¿No era algo que Aena y el Gobierno se habían propuesto acabar?
Valorar el dictamen no es fácil porque no se conocían las posturas discrepantes previas, pero los ciento y muchos folios del convenio colectivo dictado para los tres próximos años y lo que se sabía del régimen de trabajo previo sugieren que se puede haber perdido la oportunidad de cuando menos simplificar y, puestos a ello, aproximar las condiciones de trabajo de estos profesionales a las del resto de la sociedad.
Probablemente, el arbitraje de Pimentel no era el instrumento para resarcir a ciudadanos y empresas de los innumerables y sucesivos perjuicios que los controladores han venido generando desde hace décadas, pero es inevitable que surja cierta equiparación entre continuidad e impunidad. A lo que puede ayudar un significativo párrafo, a modo de Segunda Disposición Transitoria: “Régimen disciplinario. Los expedientes disciplinarios que, en el momento de la entrada en vigor de este convenio colectivo, se encuentren en tramitación, se seguirán regulando por las disposiciones vigentes en el momento de la presunta comisión de la falta, salvo que las establecidas en este nuevo convenio colectivo fueran más favorables”.
Las partes se han mostrado de inmediato satisfechas y el árbitro, también. Más difícil será que sientan lo mismo los ciudadanos, aunque dependerá básicamente de cómo vayan evolucionando los expedientes disciplinarios, demandas judiciales y las resoluciones, sentencias y consecuencias que acaben resultando.
De momento, lo que provocaron los primeros días del pasado diciembre, igual que los muchos episodios previos, parece que no sólo les está saliendo gratis, sino que incluso puede sonar a buen negocio... de ser cierta la victoria que parecen haber cosechado en sus aspiraciones de seguir como hasta ahora, si no mejor. ¿No era algo que Aena y el Gobierno se habían propuesto acabar?