El terremoto japonés devuelve a la actualidad a la energía nuclear

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Una consecuencia de la catástrofe que vive Japón estos días va a ser sin duda añadir incertidumbre al horizonte energético del planeta. Acabe como acabe la alarma declarada en varios complejos de generación nuclear del archipiélago, es indudable que esta opción va a afrontar enormes dificultades, no ya para aumentar su peso en el mix energético, sino incluso para mantener el actual. No en vano, las centrales niponas se tenían como entre las más seguras del mundo, teóricamente construidas a prueba de temblores en una de las zonas con más riesgo sísmico de la Tierra.

Pensar que los antinucleares no iban a aprovechar la coyuntura hubiera sido cuando menos ingenuo, como lo sería creer que los dirigentes políticos no iban a hacer lo posible por colocarse al frente de la manifestación. Nadie parece dar excesiva importancia a lo irracional de extrapolar al centenar y medio de plantas repartidas por el territorio de la Unión Europea (UE) la causa de los daños sufridos por las plantas japonesas: el terrible tsunami que siguió al terremoto de 9 grados en Escala Ritcher; dos fenómenos que afortunadamente ningún país europeo ha conocido jamás ni es probable que se produzcan, dada la lejanía geográfica de las fallas tectónicas. La seguridad, por tanto, se antoja en Europa idéntica a la de antes del pasado viernes.

Nada ha impedido, no obstante, la proliferación de reacciones entre histéricas y populistas. Algunos, dando por muerta la generación nuclear. Otros, abriendo moratorias descaradamente oportunistas, sin plan elaborado ni suficiente reflexión. Lo cierto es que ni unos ni otros aportan fórmulas capaces -realistas- de sustituir la aportación nuclear a la producción de electricidad: el 75 por 100 que representa en Francia, el 40 por 100 en Alemania o el 22 por 100 de España.

No es aventurado pensar que la opción nuclear ha perdido en pocas horas buena parte del terreno que había ganado en los últimos años. Ya se verá si acaba descartada de forma temporal o definitiva como alternativa al petróleo, pero esto no hace más que revitalizar la urgencia de elaborar e implementar un plan energético que diversifique fuentes, estabilice los suministros y dé mayor racionalidad y eficiencia al consumo. Europa entera lo necesita... España, más.
 
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