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América Latina ha mostrado mucha fortaleza en afrontar la crisis financiera internacional. Aunque el producto agregado cayó en el 2009, este se recuperó rápidamente. Mientras la crisis azotaba, un sistema bancario más sólido y políticas macroeconómicas más efectivas – incluyendo responsabilidad fiscal y bajos niveles de deuda pública, flexibilidad en los tipos de cambio, y una gran acumulación de reservas internacionales – les permitió a las economías latinoamericanas llevar a cabo políticas anticíclicas sin precedente en el pasado. Al mismo tiempo, se pudo preservar la paz política a través de políticas sociales que limitaron los conflictos organizados.
En resumen, mientras que las economías latinoamericanas se beneficiaron de forma importante debido a los altos precios de los productos primarios, es indiscutible que las reformas que la mayoría de los países llevaron a cabo en años anteriores les permitió transformar la crisis internacional en una “buena crisis.”
Pero esta situación, conjuntamente con tasas de crecimiento altas del 2004 al 2010, parece haber llevado a un nivel de autocomplacencia poco saludable en algunos países, tanto entre analistas como entre aquellos encargados de formular las políticas económicas. De hecho, muchos parecen ahora asumir que sus países se han vuelto inmunes a shocks futuros.
Tal autocomplacencia es injustificada. Aunque el crecimiento ha estado sin duda significativamente por encima de la tendencia en los últimos años, el desempeño durante la última década es claramente mediocre. Segundo, aunque algunos países han sentado las bases para el crecimiento sustentable en varias áreas, la agenda inconclusa es vasta, y la mayoría de los países no pueden todavía descartar los ciclos de auge y caída que durante tanto tiempo los han atormentado.
En lo que respecta al crecimiento del producto bruto interno, la mayoría de los países registraron tasas anuales del 3 al 4% en promedio en el periodo entre las crisis de1999 y la del 2009. Países como Uruguay, México y El Salvador crecieron solamente entre el 2 y el 2.5%. Sólo la República Dominicana, el Perú, y Panamá lograron tasas del 6 al 7%. Y, sobre una base per capita, Argentina, Brasil, Colombia, Uruguay, El Salvador, y México lograron a duras penas un crecimiento anual del 2%, o aún menos.
Pero es la agenda de reformas pendientes que deben frenar la excesiva complacencia. Dicha agenda, con diferencias obvias entre países, abarca cinco áreas importantes, que en su conjunto deben ser el foco de atención de las políticas dirigidas a fortalecer la transformación de la región.
En primer lugar, los gobiernos deben adoptar reformas urgentes con respecto al clima de negocios con el fin de fomentar la inversión, la iniciativa empresarial y la innovación.
América Latina en la actualidad carece de reglas de juego equitativas para la iniciativa empresarial.
En segundo lugar, América Latina necesita revisar su débil sistema de salud y de educación. La rápida expansión de la demanda de trabajadores calificados no puede ser satisfecha mientras que la escolaridad promedio de la región todavía no exceda los ocho años.
En tercer lugar, a pesar de algunas mejoras significativas, las importantes deficiencias en la cobertura y la calidad de la infraestructura afectan claramente la competitividad y aumentan los costos. El sector privado debe involucrarse más en el desarrollo de la infraestructura, lo que requiere la adopción de adecuadas alianzas público-privadas.
En cuarto lugar, las conquistas sociales del pasado reciente, si bien son importantes, distan de ser suficientes. Aunque la tasa de pobreza de la región ha disminuido en 10 puntos porcentuales en la última década, 180 millones de personas siguen por debajo de la línea de pobreza, más de 70 millones son indigentes todavía, y un gran porcentaje se sitúa inmediatamente por encima del umbral de pobreza.
Por último, mientras que el modelo económico de América Latina basado en los recursos naturales y la creciente importancia de China en la región catalizaron la racha de crecimiento a partir del 2004, la participación de las exportaciones de manufacturas de alta tecnología y servicios han disminuido. A no ser que esta tendencia cambie, será difícil mejorar la calidad de los empleos en la región, lo que podría poner en peligro la estabilidad social y política.
Sin duda América Latina ha recorrido un largo trecho. Pasó la prueba de la crisis con gran éxito, y el futuro es prometedor. Pero el éxito de la región debe ser visto como una base para cimentar el progreso, en lugar de como un fin en sí mismo. De lo contrario, los países están en riesgo de perder los logros que tanto les ha costado conseguir.
Mario I. Blejer fue Presidente del Banco Central de Argentina. Graciana del Castillo fue Sub-Directora del Centro Sobre Capitalismo y Sociedad de la Universidad de Columbia. Ambos son Socios Fundadores y Directores del Macroeconomics Advisory Group (MAG).
En resumen, mientras que las economías latinoamericanas se beneficiaron de forma importante debido a los altos precios de los productos primarios, es indiscutible que las reformas que la mayoría de los países llevaron a cabo en años anteriores les permitió transformar la crisis internacional en una “buena crisis.”
Pero esta situación, conjuntamente con tasas de crecimiento altas del 2004 al 2010, parece haber llevado a un nivel de autocomplacencia poco saludable en algunos países, tanto entre analistas como entre aquellos encargados de formular las políticas económicas. De hecho, muchos parecen ahora asumir que sus países se han vuelto inmunes a shocks futuros.
Tal autocomplacencia es injustificada. Aunque el crecimiento ha estado sin duda significativamente por encima de la tendencia en los últimos años, el desempeño durante la última década es claramente mediocre. Segundo, aunque algunos países han sentado las bases para el crecimiento sustentable en varias áreas, la agenda inconclusa es vasta, y la mayoría de los países no pueden todavía descartar los ciclos de auge y caída que durante tanto tiempo los han atormentado.
En lo que respecta al crecimiento del producto bruto interno, la mayoría de los países registraron tasas anuales del 3 al 4% en promedio en el periodo entre las crisis de1999 y la del 2009. Países como Uruguay, México y El Salvador crecieron solamente entre el 2 y el 2.5%. Sólo la República Dominicana, el Perú, y Panamá lograron tasas del 6 al 7%. Y, sobre una base per capita, Argentina, Brasil, Colombia, Uruguay, El Salvador, y México lograron a duras penas un crecimiento anual del 2%, o aún menos.
Pero es la agenda de reformas pendientes que deben frenar la excesiva complacencia. Dicha agenda, con diferencias obvias entre países, abarca cinco áreas importantes, que en su conjunto deben ser el foco de atención de las políticas dirigidas a fortalecer la transformación de la región.
En primer lugar, los gobiernos deben adoptar reformas urgentes con respecto al clima de negocios con el fin de fomentar la inversión, la iniciativa empresarial y la innovación.
América Latina en la actualidad carece de reglas de juego equitativas para la iniciativa empresarial.
En segundo lugar, América Latina necesita revisar su débil sistema de salud y de educación. La rápida expansión de la demanda de trabajadores calificados no puede ser satisfecha mientras que la escolaridad promedio de la región todavía no exceda los ocho años.
En tercer lugar, a pesar de algunas mejoras significativas, las importantes deficiencias en la cobertura y la calidad de la infraestructura afectan claramente la competitividad y aumentan los costos. El sector privado debe involucrarse más en el desarrollo de la infraestructura, lo que requiere la adopción de adecuadas alianzas público-privadas.
En cuarto lugar, las conquistas sociales del pasado reciente, si bien son importantes, distan de ser suficientes. Aunque la tasa de pobreza de la región ha disminuido en 10 puntos porcentuales en la última década, 180 millones de personas siguen por debajo de la línea de pobreza, más de 70 millones son indigentes todavía, y un gran porcentaje se sitúa inmediatamente por encima del umbral de pobreza.
Por último, mientras que el modelo económico de América Latina basado en los recursos naturales y la creciente importancia de China en la región catalizaron la racha de crecimiento a partir del 2004, la participación de las exportaciones de manufacturas de alta tecnología y servicios han disminuido. A no ser que esta tendencia cambie, será difícil mejorar la calidad de los empleos en la región, lo que podría poner en peligro la estabilidad social y política.
Sin duda América Latina ha recorrido un largo trecho. Pasó la prueba de la crisis con gran éxito, y el futuro es prometedor. Pero el éxito de la región debe ser visto como una base para cimentar el progreso, en lugar de como un fin en sí mismo. De lo contrario, los países están en riesgo de perder los logros que tanto les ha costado conseguir.
Mario I. Blejer fue Presidente del Banco Central de Argentina. Graciana del Castillo fue Sub-Directora del Centro Sobre Capitalismo y Sociedad de la Universidad de Columbia. Ambos son Socios Fundadores y Directores del Macroeconomics Advisory Group (MAG).