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Mohamed A. El-Erian es director de PIMCO:
¿Deberíamos sentirnos tranquilos porque los países avanzados se están recuperando poco a poco y las economías emergentes van teniendo un crecimiento sólido? ¿O deberíamos protegernos contra los altos precios del petróleo, las crisis geopolíticas en Medio Oriente y la continua situación de incertidumbre nuclear en Japón, la tercera economía más grande del mundo?
Muchos están eligiendo la primera opción, una visión más tranquilizadora del mundo. Una vez pasado lo peor de la crisis financiera global, incluido el gran riesgo de una depresión mundial, hay entusiasmo por el sentimiento ampliamente compartido de que la calma, si no es que la confianza, se ha restablecido.
Esta visión global se basa en una dinámica de crecimiento de múltiples velocidades en la que los segmentos de la economía global que están sanos o en recuperación están ayudando gradualmente a los rezagados. Los componen las compañías multinacionales altamente rentables que ahora están invirtiendo y contratando trabajadores; los bancos de las economías avanzadas que están pagando sus créditos de rescate de emergencia; las crecientes clases media y alta en las economías emergentes, que están comprando más bienes y servicios; un sector privado más sano que paga más impuestos, lo que alivia la presión de los presupuestos gubernamentales; y el poder económico de Alemania y Europa, que están cosechando los frutos de años de reestructuración económica.
Muchos aunque no todos los datos recientes apoyan esta visión global. En efecto, el mundo ha entrado en el sendero de la recuperación económica gradual, aunque desigual y mucho menos vibrante de lo que la historia hubiera sugerido. Si se mantiene esta dirección, la recuperación creará el impulso y ampliará su alcance e impacto.
Sin embargo, de no ser así, la visión será menos prometedora –una en la que hay preocupaciones por el bajo crecimiento y la elevada inflación. Si bien los obstáculos no son todavía lo suficientemente serios como para que la actual recuperación pierda rumbo, sería muy poco inteligente que alguien les restará importancia. Pienso en cuatro asuntos principales –en orden según su relevancia y urgencia para el bienestar de la economía global- que son cada vez más importantes y que conllevan un mayor riesgo.
Primero, el mundo todavía tiene que lidiar con las consecuencias económicas de las revoluciones en Medio Oriente y las tragedias en Japón. Aunque han estado presentes durante semanas o meses, estos acontecimientos todavía no han producido todo su impacto dañino en la economía global. No es frecuente que el mundo se enfrente al riesgo de estanflación que representa tanto una demanda y oferta menores. Además, es todavía menos usual tener dos niveles de desarrollo que conducen a tal resultado. Con todo, actualmente esa es la situación ahora.
Los alzamientos en Medio Oriente han empujado a la alza los precios del petróleo, lo que ha acabado con el poder adquisitivo del consumidor mientras que aumentan los precios de los insumos para muchos productores. Al mismo tiempo, la trilogía de calamidades de Japón –el terremoto, el tsunami de efectos devastadores y el desastre nuclear que ha paralizado todo- han destruido la confianza del consumidor y dañado las cadenas de producción internacionales (en especial en los sectores de la tecnología y manufactura de automóviles.)
El segundo gran riesgo para el mundo se origina en Europa, donde el sólido desempeño de Alemania está coincidiendo con una crisis de deuda en la periferia de la Unión Europea. Al igual que Grecia e Irlanda, Portugal solicitó un rescate oficial la semana pasada para evitar un impago que socavaría el sistema bancario europeo. A cambio de créditos de emergencia, los tres países han adoptado una austeridad masiva. Con todo, a pesar de lo difícil que ello resulta para la sociedad, este enfoque no cambiará en mucho su creciente y abrumadora deuda.
Mientras tanto, el sector de la vivienda en los Estados Unidos se está debilitando de nuevo –el tercer gran riesgo global. Aunque los precios de la vivienda han caído drásticamente, no ha habido una recuperación significativa. En efecto, en algunas áreas hay una presión a la baja de los precios, lo que podría empeorar si el financiamiento hipotecario se hace más escaso y más caro, lo que puede suceder.
Visto que el sector de la vivienda es un motor crítico de la conducta del consumidor, cualquier caída sustancial futura en los precios de las viviendas socavaría la confianza y reduciría el gasto. También haría que la reubicación en determinados lugares del país resultara más difícil para los estadounidenses, lo que agravaría el problema de desempleo de largo plazo.
Finalmente, en los Estados Unidos, la economía más grande del mundo, está el problema fiscal, cada vez más notorio –y el que tiene que ver con la oferta de bienes públicos globales, que son tan cruciales para el sano funcionamiento de la economía mundial. Después de utilizar el gasto fiscal de forma agresiva para evitar una depresión, ahora los Estados Unidos deben emprender una consolidación fiscal creíble de mediano plazo. Ello conllevará tomar decisiones difíciles, actuar delicadamente y obtener resultados inciertos para la Reserva y el gobierno federales.
Entre más pospongan los Estados Unidos el día del ajuste, mayor será el riesgo de que el dólar se mantenga como la principal moneda de reserva del mundo, y de que sigan siendo atractivos los bonos del gobierno estadounidense como un precio de referencia financiero verdaderamente libre de riesgos.
El mundo ya cambió en el pasado su proveedor de bienes públicos globales. La última vez fue después de la Segunda Guerra Mundial, unos Estados Unidos llenos de energía sustituyeron a una Gran Bretaña devastada. En contraste, ahora no hay ningún país ahora que este dispuesto a tomar el relevo si los Estados Unidos no logran arreglar las cosas.
Estos cuatro riesgos son potenciales y consecuentes y cada uno está adquiriendo más importancia. Por suerte, ninguno de ellos es todavía transformacional para la economía global y en conjunto aún no constituyen una masa crítica dañina. Sin embargo, ello no quiere decir que la economía mundial está en una zona segura. Al contrario, está en medio de un duelo entre la recuperación y las influencias perjudiciales, que ya no podría seguir aguantando si éstas últimas se intensifican.
¿Deberíamos sentirnos tranquilos porque los países avanzados se están recuperando poco a poco y las economías emergentes van teniendo un crecimiento sólido? ¿O deberíamos protegernos contra los altos precios del petróleo, las crisis geopolíticas en Medio Oriente y la continua situación de incertidumbre nuclear en Japón, la tercera economía más grande del mundo?
Muchos están eligiendo la primera opción, una visión más tranquilizadora del mundo. Una vez pasado lo peor de la crisis financiera global, incluido el gran riesgo de una depresión mundial, hay entusiasmo por el sentimiento ampliamente compartido de que la calma, si no es que la confianza, se ha restablecido.
Esta visión global se basa en una dinámica de crecimiento de múltiples velocidades en la que los segmentos de la economía global que están sanos o en recuperación están ayudando gradualmente a los rezagados. Los componen las compañías multinacionales altamente rentables que ahora están invirtiendo y contratando trabajadores; los bancos de las economías avanzadas que están pagando sus créditos de rescate de emergencia; las crecientes clases media y alta en las economías emergentes, que están comprando más bienes y servicios; un sector privado más sano que paga más impuestos, lo que alivia la presión de los presupuestos gubernamentales; y el poder económico de Alemania y Europa, que están cosechando los frutos de años de reestructuración económica.
Muchos aunque no todos los datos recientes apoyan esta visión global. En efecto, el mundo ha entrado en el sendero de la recuperación económica gradual, aunque desigual y mucho menos vibrante de lo que la historia hubiera sugerido. Si se mantiene esta dirección, la recuperación creará el impulso y ampliará su alcance e impacto.
Sin embargo, de no ser así, la visión será menos prometedora –una en la que hay preocupaciones por el bajo crecimiento y la elevada inflación. Si bien los obstáculos no son todavía lo suficientemente serios como para que la actual recuperación pierda rumbo, sería muy poco inteligente que alguien les restará importancia. Pienso en cuatro asuntos principales –en orden según su relevancia y urgencia para el bienestar de la economía global- que son cada vez más importantes y que conllevan un mayor riesgo.
Primero, el mundo todavía tiene que lidiar con las consecuencias económicas de las revoluciones en Medio Oriente y las tragedias en Japón. Aunque han estado presentes durante semanas o meses, estos acontecimientos todavía no han producido todo su impacto dañino en la economía global. No es frecuente que el mundo se enfrente al riesgo de estanflación que representa tanto una demanda y oferta menores. Además, es todavía menos usual tener dos niveles de desarrollo que conducen a tal resultado. Con todo, actualmente esa es la situación ahora.
Los alzamientos en Medio Oriente han empujado a la alza los precios del petróleo, lo que ha acabado con el poder adquisitivo del consumidor mientras que aumentan los precios de los insumos para muchos productores. Al mismo tiempo, la trilogía de calamidades de Japón –el terremoto, el tsunami de efectos devastadores y el desastre nuclear que ha paralizado todo- han destruido la confianza del consumidor y dañado las cadenas de producción internacionales (en especial en los sectores de la tecnología y manufactura de automóviles.)
El segundo gran riesgo para el mundo se origina en Europa, donde el sólido desempeño de Alemania está coincidiendo con una crisis de deuda en la periferia de la Unión Europea. Al igual que Grecia e Irlanda, Portugal solicitó un rescate oficial la semana pasada para evitar un impago que socavaría el sistema bancario europeo. A cambio de créditos de emergencia, los tres países han adoptado una austeridad masiva. Con todo, a pesar de lo difícil que ello resulta para la sociedad, este enfoque no cambiará en mucho su creciente y abrumadora deuda.
Mientras tanto, el sector de la vivienda en los Estados Unidos se está debilitando de nuevo –el tercer gran riesgo global. Aunque los precios de la vivienda han caído drásticamente, no ha habido una recuperación significativa. En efecto, en algunas áreas hay una presión a la baja de los precios, lo que podría empeorar si el financiamiento hipotecario se hace más escaso y más caro, lo que puede suceder.
Visto que el sector de la vivienda es un motor crítico de la conducta del consumidor, cualquier caída sustancial futura en los precios de las viviendas socavaría la confianza y reduciría el gasto. También haría que la reubicación en determinados lugares del país resultara más difícil para los estadounidenses, lo que agravaría el problema de desempleo de largo plazo.
Finalmente, en los Estados Unidos, la economía más grande del mundo, está el problema fiscal, cada vez más notorio –y el que tiene que ver con la oferta de bienes públicos globales, que son tan cruciales para el sano funcionamiento de la economía mundial. Después de utilizar el gasto fiscal de forma agresiva para evitar una depresión, ahora los Estados Unidos deben emprender una consolidación fiscal creíble de mediano plazo. Ello conllevará tomar decisiones difíciles, actuar delicadamente y obtener resultados inciertos para la Reserva y el gobierno federales.
Entre más pospongan los Estados Unidos el día del ajuste, mayor será el riesgo de que el dólar se mantenga como la principal moneda de reserva del mundo, y de que sigan siendo atractivos los bonos del gobierno estadounidense como un precio de referencia financiero verdaderamente libre de riesgos.
El mundo ya cambió en el pasado su proveedor de bienes públicos globales. La última vez fue después de la Segunda Guerra Mundial, unos Estados Unidos llenos de energía sustituyeron a una Gran Bretaña devastada. En contraste, ahora no hay ningún país ahora que este dispuesto a tomar el relevo si los Estados Unidos no logran arreglar las cosas.
Estos cuatro riesgos son potenciales y consecuentes y cada uno está adquiriendo más importancia. Por suerte, ninguno de ellos es todavía transformacional para la economía global y en conjunto aún no constituyen una masa crítica dañina. Sin embargo, ello no quiere decir que la economía mundial está en una zona segura. Al contrario, está en medio de un duelo entre la recuperación y las influencias perjudiciales, que ya no podría seguir aguantando si éstas últimas se intensifican.