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Yao Yang es director del Centro para la Reforma Económica de China en la Universidad de Pekín y en este artículo aboga porque su país "importe deflación"
El Banco Mundial predice un aumento del 3,5 por ciento para la economía mundial este año y la mayoría de los analistas predicen que los Estados Unidos crecerán a un ritmo similar. A consecuencia de ello, habrá una fuerte demanda exterior de exportaciones de China, mientras que la diferencia entre los tipos de interés de China y de las economías avanzadas del mundo está originando unas entradas de capital en masa. Así, pues, China seguirá acumulando grandes reservas de divisas este año.
A consecuencia de ello, las autoridades chinas están desplegando ahora una combinación de instrumentos para estabilizar los precios internos. Como el coeficiente de reservas de los bancos asciende ya al 19,5 por ciento y no es probable que lo aumenten en gran medida, lo más probable es que los tipos de interés sigan subiendo.
De hecho, el tipo de interés de referencia alcanzó el 7,47 por ciento en agosto de 2008, después de cinco años de subida. En vista de que el tipo actual de interés en préstamos asciende al 5,56 por ciento, las autoridades tienen mucho margen para aumentarlo.
Pero subir los tipos de interés tiene un inconveniente: unas mayores entradas de capital, que compensarán el efecto deflacionario de unos costos mayores del endeudamiento. A consecuencia de ello, es lógico esperar que las autoridades chinas no tarden en intensificar los controles de las corrientes de capitales.
Los gobiernos extranjeros y los mercados internacionales querrían que China luchara contra la inflación dejando apreciarse el renminbi. En la medida en que el renminbi se vuelva más caro, la apreciación disuadirá la afluencia en masa de capital extranjero, pero cualquier apreciación de la divisa aumentaría también la previsión por parte del público de una mayor apreciación... y, por tanto, propiciaría mayores entradas de capitales.
La apreciación ayudará a China a luchar contra la inflación sólo si reduce su superávit comercial, pero la experiencia del período 2004-2008 indica que una apreciación moderada no es suficiente. Ésa es la razón por la que algunos economistas creen que China debe adoptar medidas mucho más audaces con miras a permitir que el tipo de cambio del renminbi se fortalezca. Sin embargo, los funcionarios chinos ni se plantean la cuestión, porque causaría casi con toda seguridad un desempleo en gran escala y, por tanto, amenazaría la estabilidad social, de la que depende en gran medida la legitimidad del gobierno.
Como los principales instrumentos para luchar contra la inflación son armas de doble filo, es probable que las autoridades chinas recurran a otras medidas. Por ejemplo, es probable que introduzcan controles de cantidad del crédito bancario, si bien los efectos de semejante regulaciones están disminuyendo, porque los bancos y otras entidades financieras han creado diversos métodos de burlarlas.
Una medida más eficaz es la de ampliar las operaciones de esterilización del banco central. En teoría, el Banco Popular de China puede esterilizar cualquier cantidad de masa monetaria causada por las entradas de capitales extranjeros emitiendo la cantidad necesaria de bonos. En la práctica, el Banco Popular de China afronta dos tipos de costos.
El primero es una pérdida contable directa: el tipo de interés aumentará inevitablemente cuando se emitan más bonos. Al mismo tiempo, el tipo de interés pagado por las reservas de divisas del banco central, la mayoría en letras del Tesoro de los EE.UU. denominadas en dólares, es bajo.
El segundo costo es implícito, pero potencialmente más importante: como los bonos de esterilización son ahorros forzosos (y deflacionarios por definición), absorben la inversión y el consumo potenciales que entraña el superávit comercial actual. Por ejemplo, los bancos reducirían los créditos hipotecarios como reacción ante unos tipos mayores pagados por los bonos de esterilización, con lo que obligarían a los consumidores a ahorrar más para comprar casas. De modo que un mayor número de bonos en la actualidad disuadirían la inversión y el consumo internos en el futuro.
Así, pues, es probable que las operaciones de esterilización del Banco Popular de China sean contraproducentes a largo plazo. El Banco esteriliza la masa monetaria causada por el superávit comercial actual, pero entretanto causa más superávits por cuenta corriente en el futuro.
Por eso, las autoridades de China deben encontrar nuevas formas de abordar su problema de desequilibrio exterior. Una de ellas podría ser la de aumentar las importaciones de bienes de consumo. En este momento, los bienes de consumo representan sólo el 2,3 por ciento de las importaciones de China, pues están sujetos a unos aranceles aduaneros relativamente elevados y a impuestos al valor añadido o sobre el tráfico de empresas, cuyos procedimientos son complicados y lentos.
La reducción de los aranceles aplicados a los bienes de consumo y la simplificación de los procedimientos aduaneros beneficiaría a los consumidores sin por ello causar daños importantes a la industria interior. Para entender por qué, piénsese en posibles importaciones procedentes de los EE.UU., la mayoría de las cuales serán probablemente productos de marca, muebles, coches de gama alta y productos agrícolas que requieren un uso intensivo de la tierra (como, por ejemplo, la carne de vaca). China carece de ventaja comparativa alguna en todos esos sectores.
Así, pues, a diferencia de las exportaciones, unas mayores importaciones de bienes de consumo ayudarían a China a luchar contra la inflación. Además, un aumento de las importaciones reduciría el superávit comercial de China y contribuiría a equilibrar su situación exterior, que la comunidad internacional acogería con gran beneplácito.
En una palabra, una política encaminada a aumentar las importaciones contribuiría a la consecución de varios objetivos importantes y no entraña riesgo –o muy poco– para el crecimiento económico. No hay razón válida alguna para que las autoridades chinas rechacen esa medida.
El Banco Mundial predice un aumento del 3,5 por ciento para la economía mundial este año y la mayoría de los analistas predicen que los Estados Unidos crecerán a un ritmo similar. A consecuencia de ello, habrá una fuerte demanda exterior de exportaciones de China, mientras que la diferencia entre los tipos de interés de China y de las economías avanzadas del mundo está originando unas entradas de capital en masa. Así, pues, China seguirá acumulando grandes reservas de divisas este año.
A consecuencia de ello, las autoridades chinas están desplegando ahora una combinación de instrumentos para estabilizar los precios internos. Como el coeficiente de reservas de los bancos asciende ya al 19,5 por ciento y no es probable que lo aumenten en gran medida, lo más probable es que los tipos de interés sigan subiendo.
De hecho, el tipo de interés de referencia alcanzó el 7,47 por ciento en agosto de 2008, después de cinco años de subida. En vista de que el tipo actual de interés en préstamos asciende al 5,56 por ciento, las autoridades tienen mucho margen para aumentarlo.
Pero subir los tipos de interés tiene un inconveniente: unas mayores entradas de capital, que compensarán el efecto deflacionario de unos costos mayores del endeudamiento. A consecuencia de ello, es lógico esperar que las autoridades chinas no tarden en intensificar los controles de las corrientes de capitales.
Los gobiernos extranjeros y los mercados internacionales querrían que China luchara contra la inflación dejando apreciarse el renminbi. En la medida en que el renminbi se vuelva más caro, la apreciación disuadirá la afluencia en masa de capital extranjero, pero cualquier apreciación de la divisa aumentaría también la previsión por parte del público de una mayor apreciación... y, por tanto, propiciaría mayores entradas de capitales.
La apreciación ayudará a China a luchar contra la inflación sólo si reduce su superávit comercial, pero la experiencia del período 2004-2008 indica que una apreciación moderada no es suficiente. Ésa es la razón por la que algunos economistas creen que China debe adoptar medidas mucho más audaces con miras a permitir que el tipo de cambio del renminbi se fortalezca. Sin embargo, los funcionarios chinos ni se plantean la cuestión, porque causaría casi con toda seguridad un desempleo en gran escala y, por tanto, amenazaría la estabilidad social, de la que depende en gran medida la legitimidad del gobierno.
Como los principales instrumentos para luchar contra la inflación son armas de doble filo, es probable que las autoridades chinas recurran a otras medidas. Por ejemplo, es probable que introduzcan controles de cantidad del crédito bancario, si bien los efectos de semejante regulaciones están disminuyendo, porque los bancos y otras entidades financieras han creado diversos métodos de burlarlas.
Una medida más eficaz es la de ampliar las operaciones de esterilización del banco central. En teoría, el Banco Popular de China puede esterilizar cualquier cantidad de masa monetaria causada por las entradas de capitales extranjeros emitiendo la cantidad necesaria de bonos. En la práctica, el Banco Popular de China afronta dos tipos de costos.
El primero es una pérdida contable directa: el tipo de interés aumentará inevitablemente cuando se emitan más bonos. Al mismo tiempo, el tipo de interés pagado por las reservas de divisas del banco central, la mayoría en letras del Tesoro de los EE.UU. denominadas en dólares, es bajo.
El segundo costo es implícito, pero potencialmente más importante: como los bonos de esterilización son ahorros forzosos (y deflacionarios por definición), absorben la inversión y el consumo potenciales que entraña el superávit comercial actual. Por ejemplo, los bancos reducirían los créditos hipotecarios como reacción ante unos tipos mayores pagados por los bonos de esterilización, con lo que obligarían a los consumidores a ahorrar más para comprar casas. De modo que un mayor número de bonos en la actualidad disuadirían la inversión y el consumo internos en el futuro.
Así, pues, es probable que las operaciones de esterilización del Banco Popular de China sean contraproducentes a largo plazo. El Banco esteriliza la masa monetaria causada por el superávit comercial actual, pero entretanto causa más superávits por cuenta corriente en el futuro.
Por eso, las autoridades de China deben encontrar nuevas formas de abordar su problema de desequilibrio exterior. Una de ellas podría ser la de aumentar las importaciones de bienes de consumo. En este momento, los bienes de consumo representan sólo el 2,3 por ciento de las importaciones de China, pues están sujetos a unos aranceles aduaneros relativamente elevados y a impuestos al valor añadido o sobre el tráfico de empresas, cuyos procedimientos son complicados y lentos.
La reducción de los aranceles aplicados a los bienes de consumo y la simplificación de los procedimientos aduaneros beneficiaría a los consumidores sin por ello causar daños importantes a la industria interior. Para entender por qué, piénsese en posibles importaciones procedentes de los EE.UU., la mayoría de las cuales serán probablemente productos de marca, muebles, coches de gama alta y productos agrícolas que requieren un uso intensivo de la tierra (como, por ejemplo, la carne de vaca). China carece de ventaja comparativa alguna en todos esos sectores.
Así, pues, a diferencia de las exportaciones, unas mayores importaciones de bienes de consumo ayudarían a China a luchar contra la inflación. Además, un aumento de las importaciones reduciría el superávit comercial de China y contribuiría a equilibrar su situación exterior, que la comunidad internacional acogería con gran beneplácito.
En una palabra, una política encaminada a aumentar las importaciones contribuiría a la consecución de varios objetivos importantes y no entraña riesgo –o muy poco– para el crecimiento económico. No hay razón válida alguna para que las autoridades chinas rechacen esa medida.