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por Wallace E. Tyner, profesor de Economía Agraria en la Universidad de Purdue:
Los precios de los alimentos han superado en muchos casos los máximos alcanzados en julio de 2008. En aquel momento, se atribuyeron sus subidas a la demanda mundial en aumento de los productos básicos alimentarios, una importante depreciación del dólar de los EE.UU., las malas cosechas en algunas zonas del mundo y los biocombustibles, pero, ¿qué es lo que está haciendo subir rápidamente los precios en este momento?
Creo que ahora los factores fundamentales son algo diferentes de los que lo hicieron en 2008. El aumento de la demanda mundial de productos básicos para la alimentación humana y animal siguen contando mucho al respecto, como también los biocombustibles, pero las consecuencias a corto y a largo plazo son muy diferentes.
Al mejorar la situación económica de los países en desarrollo, una de las primeras cosas que ocurren es la llamada “transición dietética”. Al disponer de más ingresos, la población empieza a añadir a su cesta alimentaria más productos animales. Su producción requiere muchos más recursos agrícolas que una dieta basada predominantemente en los vegetales. De modo que, al aumentar los ingresos, la demanda de productos básicos alimentarios aumenta aún más rápidamente. Tanto el crecimiento demográfico como la transición dietética contribuyen a un aumento más rápido de la demanda y a unos mayores precios de los alimentos.
Las políticas de los Estados Unidos y la Unión Europea en materia de biocombustibles han propiciado la creación de industrias de biocombustibles con una importante capacidad de producción: principalmente etanol en los EE.UU. y biodiésel en la UE. En los EE.UU, la política gubernamental obliga a producir 48.000 millones de litros de etanol en 2011. La capacidad de producción ya supera ese nivel.
Como el Gobierno exige que se mezcle esa cantidad con gasolina, independientemente del precio del etanol, del maíz o de la gasolina, la demanda de maíz que crea no se debe en modo alguno a una reacción ante su precio. En términos económicos, dicha demanda es muy “inelástica”: se debe cumplir el mandato a toda costa.
Ésa es la situación en la que nos encontramos ahora, al menos a corto plazo. La inflexibilidad (o inelasticidad) añadida intensifica la reacción de los precios como una escasez real de maíz o la sensación de tal, ya sea en los EE.UU o en otra parte. Además, como se está utilizando casi el 40 por ciento del maíz de los EE.UU. para fabricar etanol, frente al cinco por ciento de hace unos años, sus precios han de subir para atender las demandas para piensos, exportación y fabricación de etanol.
En resumidas cuentas, la versión actual de la política de los EE.UU. en materia de biocombustibles, con su prescripción fija de la mezcla, provoca un aumento mayor de los precios en caso de escasez de las cosechas... a corto plazo. Lo vimos en 2008 y estamos volviendo a verlo ahora.
Pero el rápido aumento de 2011 parece deberse a una mayor escasez de productos básicos que antes. En la primera mitad de 2008, los precios de los productos básicos subieron rápidamente... y se desplomaron con la misma rapidez en la segunda mitad del año. Muy bien puede ser que hubiera un comportamiento especulativo que contribuyese a la rápida oscilación.
Incluso con una producción normal de las cosechas en todo el mundo, acabaremos este año con unos bajos niveles sin precedentes en las relaciones entre existencias y utilización. Dichas relaciones son una causa primordial de aumento de los precios de los productos básicos, porque nos dan una idea del margen de que disponemos en caso de escasez en alguna parte del mundo. Esa relación nos indica esencialmente con cuántos meses de existencias contamos y actualmente asciende a un 15 por ciento, aproximadamente, en el caso de algunos productos básicos, es decir, dos meses de existencias.
¿Y qué decir del largo plazo? Con varios años por ajustar, es de esperar una fuerte reacción de la oferta ante los precios mayores de los productos básicos que ahora se dan en todo el mundo.
En muchas regiones del mundo, los rendimientos de las cosechas son sólo una fracción de los niveles de los EE.UU., incluso en zonas agrícolas con clima, tierras y condiciones de producción similares. En los EE.UU., es habitual un desfase de un 20 por ciento, aproximadamente, entre las parcelas experimentales y los rendimientos reales de la misma zona. En muchas otras regiones, esas diferencias ascienden a entre el 40 por ciento y el 60 por ciento. En resumidas cuentas, hay enormes posibilidades de aumentar la producción en muchas partes de la Europa oriental, África y Sudamérica.
En la medida en que unos precios mayores de los productos básicos beneficien a los agricultores de esas regiones, éstos reaccionarán aumentando su producción, lo que acabará reduciendo la escasez, aumentando las relaciones entre las existencias y la utilización y atenuando los precios más altos. En realidad, en la medida en que los países en desarrollo permitan que sus agricultores disfruten de precios mayores, el resultado podría ser un importante estímulo para el crecimiento económico en las regiones rurales de los países en desarrollo, en las que vive la mayoría de los pobres del mundo.
Un problema es el de que con frecuencia los países en desarrollo intentan aislar sus mercados interiores de los precios mundiales, en particular de sus aumentos, para proteger a sus ciudadanos de las zonas urbanas, políticamente más poderosos. Esa política puede obstaculizar el desarrollo rural y reducir la mitigación de la pobreza.
Las historias a corto y a largo plazo son simplificaciones, pero no por ello dejan de transmitir la esencia de algunos factores decisivos que contribuyen a los cambios de precios. Las políticas de los Estados Unidos en materia de biocombustibles propician aumentos de los precios en casos de crisis de la oferta a corto plazo. A largo plazo, los mayores precios resultantes podrían llegar a ser un motor del desarrollo económico en las regiones rurales pobres del mundo. Esa distinción podría representar un cambio enormemente importante para millones de personas.
Los precios de los alimentos han superado en muchos casos los máximos alcanzados en julio de 2008. En aquel momento, se atribuyeron sus subidas a la demanda mundial en aumento de los productos básicos alimentarios, una importante depreciación del dólar de los EE.UU., las malas cosechas en algunas zonas del mundo y los biocombustibles, pero, ¿qué es lo que está haciendo subir rápidamente los precios en este momento?
Creo que ahora los factores fundamentales son algo diferentes de los que lo hicieron en 2008. El aumento de la demanda mundial de productos básicos para la alimentación humana y animal siguen contando mucho al respecto, como también los biocombustibles, pero las consecuencias a corto y a largo plazo son muy diferentes.
Al mejorar la situación económica de los países en desarrollo, una de las primeras cosas que ocurren es la llamada “transición dietética”. Al disponer de más ingresos, la población empieza a añadir a su cesta alimentaria más productos animales. Su producción requiere muchos más recursos agrícolas que una dieta basada predominantemente en los vegetales. De modo que, al aumentar los ingresos, la demanda de productos básicos alimentarios aumenta aún más rápidamente. Tanto el crecimiento demográfico como la transición dietética contribuyen a un aumento más rápido de la demanda y a unos mayores precios de los alimentos.
Las políticas de los Estados Unidos y la Unión Europea en materia de biocombustibles han propiciado la creación de industrias de biocombustibles con una importante capacidad de producción: principalmente etanol en los EE.UU. y biodiésel en la UE. En los EE.UU, la política gubernamental obliga a producir 48.000 millones de litros de etanol en 2011. La capacidad de producción ya supera ese nivel.
Como el Gobierno exige que se mezcle esa cantidad con gasolina, independientemente del precio del etanol, del maíz o de la gasolina, la demanda de maíz que crea no se debe en modo alguno a una reacción ante su precio. En términos económicos, dicha demanda es muy “inelástica”: se debe cumplir el mandato a toda costa.
Ésa es la situación en la que nos encontramos ahora, al menos a corto plazo. La inflexibilidad (o inelasticidad) añadida intensifica la reacción de los precios como una escasez real de maíz o la sensación de tal, ya sea en los EE.UU o en otra parte. Además, como se está utilizando casi el 40 por ciento del maíz de los EE.UU. para fabricar etanol, frente al cinco por ciento de hace unos años, sus precios han de subir para atender las demandas para piensos, exportación y fabricación de etanol.
En resumidas cuentas, la versión actual de la política de los EE.UU. en materia de biocombustibles, con su prescripción fija de la mezcla, provoca un aumento mayor de los precios en caso de escasez de las cosechas... a corto plazo. Lo vimos en 2008 y estamos volviendo a verlo ahora.
Pero el rápido aumento de 2011 parece deberse a una mayor escasez de productos básicos que antes. En la primera mitad de 2008, los precios de los productos básicos subieron rápidamente... y se desplomaron con la misma rapidez en la segunda mitad del año. Muy bien puede ser que hubiera un comportamiento especulativo que contribuyese a la rápida oscilación.
Incluso con una producción normal de las cosechas en todo el mundo, acabaremos este año con unos bajos niveles sin precedentes en las relaciones entre existencias y utilización. Dichas relaciones son una causa primordial de aumento de los precios de los productos básicos, porque nos dan una idea del margen de que disponemos en caso de escasez en alguna parte del mundo. Esa relación nos indica esencialmente con cuántos meses de existencias contamos y actualmente asciende a un 15 por ciento, aproximadamente, en el caso de algunos productos básicos, es decir, dos meses de existencias.
¿Y qué decir del largo plazo? Con varios años por ajustar, es de esperar una fuerte reacción de la oferta ante los precios mayores de los productos básicos que ahora se dan en todo el mundo.
En muchas regiones del mundo, los rendimientos de las cosechas son sólo una fracción de los niveles de los EE.UU., incluso en zonas agrícolas con clima, tierras y condiciones de producción similares. En los EE.UU., es habitual un desfase de un 20 por ciento, aproximadamente, entre las parcelas experimentales y los rendimientos reales de la misma zona. En muchas otras regiones, esas diferencias ascienden a entre el 40 por ciento y el 60 por ciento. En resumidas cuentas, hay enormes posibilidades de aumentar la producción en muchas partes de la Europa oriental, África y Sudamérica.
En la medida en que unos precios mayores de los productos básicos beneficien a los agricultores de esas regiones, éstos reaccionarán aumentando su producción, lo que acabará reduciendo la escasez, aumentando las relaciones entre las existencias y la utilización y atenuando los precios más altos. En realidad, en la medida en que los países en desarrollo permitan que sus agricultores disfruten de precios mayores, el resultado podría ser un importante estímulo para el crecimiento económico en las regiones rurales de los países en desarrollo, en las que vive la mayoría de los pobres del mundo.
Un problema es el de que con frecuencia los países en desarrollo intentan aislar sus mercados interiores de los precios mundiales, en particular de sus aumentos, para proteger a sus ciudadanos de las zonas urbanas, políticamente más poderosos. Esa política puede obstaculizar el desarrollo rural y reducir la mitigación de la pobreza.
Las historias a corto y a largo plazo son simplificaciones, pero no por ello dejan de transmitir la esencia de algunos factores decisivos que contribuyen a los cambios de precios. Las políticas de los Estados Unidos en materia de biocombustibles propician aumentos de los precios en casos de crisis de la oferta a corto plazo. A largo plazo, los mayores precios resultantes podrían llegar a ser un motor del desarrollo económico en las regiones rurales pobres del mundo. Esa distinción podría representar un cambio enormemente importante para millones de personas.