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Stephen S. Roach, miembro del profesorado de la Universidad de Yale, es presidente no ejecutivo de Morgan Stanley Asia y ha escrito este artículo para Project Syndicate:
Los que dudan de China vuelven con fuerza. Parecen llegar en oleadas: cada cierto número de años. Sin embargo, año tras año, China ha desafiado a quienes han adoptado esa actitud negativa y ha seguido con su rumbo, perpetuando el más espectacular milagro de desarrollo de la época moderna. Parece probable que continúe.
La intensa inquietud actual refleja una confluencia de preocupaciones: en particular, las relativas a la inflación, al exceso de inversión, a unos salarios por las nubes y a los préstamos bancarios fallidos. Algunos académicos destacados advierten que China podría ser víctima de la temida “trampa de los ingresos medianos”, que ha descarrilado a más de una nación en desarrollo.
Algo de verdad hay en muchas de las preocupaciones antes citadas, en particular respecto del actual problema de la inflación, pero se deben en gran medida a generalizaciones improcedentes. Vamos a exponer diez razones por las cuales los diagnósticos sobre la economía china partiendo de inferencias relativas a las experiencias de otros países resultan erróneos:
Estrategia. Desde 1953, China ha enmarcado sus objetivos macroeconómicos en planes quinquenales, con metas claramente determinadas e iniciativas normativas concebidas para lograrlas. El recién promulgado 12º Plan Quinquenal podría muy bien ser un punto de inflexión estratégica, al cambiar el modelo de producción muy logrado de los treinta últimos años por una floreciente sociedad de consumo.
Compromiso. Los dirigentes de China, que tienen grabados a fuego los recuerdos de la agitación, agravada por la Revolución Cultural del decenio de 1970, conceden la máxima prioridad a la estabilidad. Semejante compromiso ha sido extraordinariamente provechoso para China con vistas a evitar los daños colaterales de la crisis del período 2008-2009. Seguramente desempeñará un papel igualmente importante para impulsar la lucha contra la inflación, las burbujas de activos y el deterioro de la calidad de los préstamos.
Medios para la consecución. El compromiso de China con la estabilidad va en serio. Más de treinta años de reformas han desbloqueado su dinamismo económico. Las reformas de las empresas y del mercado financiero han sido decisivas y muchas más reformas están por venir. Además, China ha demostrado haber aprendido muy bien de las crisis anteriores y cambia de rumbo, cuando es necesario.
Ahorro. Una tasa de ahorro interno superior al 50 por ciento ha sido muy útil para China. Ha financiado los imperativos de inversión para el desarrollo económico y ha reforzado el margen de reservas de divisas que ha protegido a China contra las sacudidas exteriores. Ahora China está preparada para absorber parte de ese superávit de ahorro a fin de fomentar un cambio en pro de la demanda interna.
Migración de zonas rurales a zonas urbanas. A lo largo de los treinta últimos años, el porcentaje urbano de la población china ha aumentado del 20 por ciento al 46 por ciento. Según los cálculos de la OCDE, a lo largo de los veinte próximos años, otros 316 millones de personas se trasladarán del campo a las ciudades de China. Semejante oleada de urbanización sin precedentes constituye un apoyo sólido para la inversión en infraestructuras y las actividades de construcción comercial y residencial. Los temores al exceso de inversión y a las “ciudades-fantasma” se centran en el lado de la oferta, sin tener debidamente en cuenta la floreciente demanda,
La fruta madura: el consumo. El consumo privado representa sólo un 37 por ciento, aproximadamente, del PIB de China: el menor de todas las economías más importantes. Al centrarse en la creación de empleo, los aumentos de salarios y la red de seguridad social, el 12º Plan Quinquenal podría desencadenar un importante aumento del poder adquisitivo discrecional de los consumidores, lo que podría propiciar nada menos que un aumento de cinco puntos en el porcentaje del consumo de China de aquí a 2015.
La fruta madura: los servicios. Los servicios representan sólo el 43 por ciento del PIB chino: muy por debajo de los niveles mundiales. Los servicios son un elemento importante de la estrategia en pro del consumo de China: en particular, las industrias basadas en transacciones en gran escala, como, por ejemplo, la distribución (mayorista y minorista), el transporte interior, la logística de la cadena de suministros y la hostelería y el ocio. A lo largo de los cinco próximos años, el porcentaje del PIB chino correspondiente a los servicios podría superar el aumento de cuatro puntos porcentuales actualmente previsto. Se trata de una receta para un crecimiento con gran densidad de mano de obra, eficiente en materia de recursos y medioambientalmente favorable: precisamente lo que China necesita en la próxima fase de su desarrollo.
Inversión extranjera directa. La China moderna ha sido desde hace mucho un foco de atracción de empresas multinacionales mundiales deseosas a un tiempo de lograr la eficiencia y de introducirse en el mercado más populoso del mundo. Semejantes inversiones brindan a China el acceso a las tecnologías y a los sistemas de gestión modernos, lo que constituye un catalizador para el desarrollo económico. El próximo reequilibrio en pro del consumo de China entraña un posible cambio en la inversión extranjera directa –en los servicios, en lugar de en las manufacturas– que podría impulsar aún más el crecimiento.
Educación. China ha dado pasos de gigante en materia de creación de capital humano. La tasa de alfabetización de adultos asciende ahora a casi el 95 por ciento y las tasas de matriculación en la enseñanza secundaria superan el 80 por ciento. Recientemente, los estudiantes de quince años de edad de Shanghai obtuvieron los primeros puestos del mundo en matemáticas y lectura conforme al criterio PISA normalizado. En las universidades chinas se licencian ahora más de 1,5 millones de ingenieros y científicos al año. El país ha avanzado mucho hacia una economía basada en los conocimientos.
Innovación. En 2009, se presentaron unas 280.000 solicitudes de patentes nacionales en China, lo que la sitúa en el tercer puesto del mundo, detrás del Japón y los Estados Unidos. China ocupa el cuarto puesto y sigue ascendiendo en cuanto a solicitudes de patentes internacionales. Al mismo tiempo, China ha establecido el objetivo de que el porcentaje de su PIB correspondiente a la investigación y la innovación llegue a ser del 2,2 por ciento de aquí a 2015: el doble que en 2002, lo que cuadra con que el 12º Plan Quinquenal se centre por primera vez en las “industrias estratégicas en ascenso”: conservación de la energía, tecnología de la información de nueva generación, biotecnología, fabricación de equipo de gama alta, energía renovable, materiales substitutivos y automóviles alimentados con combustibles substitutivos. Actualmente, esas siete industrias representan el tres por ciento del PIB chino; el Gobierno ha establecido el objetivo del 15 por ciento de aquí a 2020, subida importante en la cadena del valor.
El historiador de Yale Jonathan Spence lleva mucho tiempo advirtiendo que Occidente suele ver a China con la lente con la que se ve a sí mismo. La actual industria artesanal de los que dudan de China es un buen ejemplo de ello. Sí, con nuestros criterios, los desequilibrios de China son inestables e insostenibles. El Primer Ministro chino, Wen Jiabao, ha hecho en público una crítica similar.
Pero ésa es la razón por la que China es tan diferente. En realidad, se toma en serio esos motivos de preocupación. A diferencia de Occidente, donde el propio concepto de estrategia ha llegado a ser un oxímoron, China ha adoptado un marco de transición encaminado a acabar con sus limitaciones en materia de sostenibilidad. Además, a diferencia de Occidente, que está atrapado en un atolladero de funcionamiento político deficiente, China cuenta con el compromiso y los medios para aplicar dicha estrategia. No es éste un momento para apostar contra China.
PD - Traducido del inglés por Carlos Manzano.
Los que dudan de China vuelven con fuerza. Parecen llegar en oleadas: cada cierto número de años. Sin embargo, año tras año, China ha desafiado a quienes han adoptado esa actitud negativa y ha seguido con su rumbo, perpetuando el más espectacular milagro de desarrollo de la época moderna. Parece probable que continúe.
La intensa inquietud actual refleja una confluencia de preocupaciones: en particular, las relativas a la inflación, al exceso de inversión, a unos salarios por las nubes y a los préstamos bancarios fallidos. Algunos académicos destacados advierten que China podría ser víctima de la temida “trampa de los ingresos medianos”, que ha descarrilado a más de una nación en desarrollo.
Algo de verdad hay en muchas de las preocupaciones antes citadas, en particular respecto del actual problema de la inflación, pero se deben en gran medida a generalizaciones improcedentes. Vamos a exponer diez razones por las cuales los diagnósticos sobre la economía china partiendo de inferencias relativas a las experiencias de otros países resultan erróneos:
Estrategia. Desde 1953, China ha enmarcado sus objetivos macroeconómicos en planes quinquenales, con metas claramente determinadas e iniciativas normativas concebidas para lograrlas. El recién promulgado 12º Plan Quinquenal podría muy bien ser un punto de inflexión estratégica, al cambiar el modelo de producción muy logrado de los treinta últimos años por una floreciente sociedad de consumo.
Compromiso. Los dirigentes de China, que tienen grabados a fuego los recuerdos de la agitación, agravada por la Revolución Cultural del decenio de 1970, conceden la máxima prioridad a la estabilidad. Semejante compromiso ha sido extraordinariamente provechoso para China con vistas a evitar los daños colaterales de la crisis del período 2008-2009. Seguramente desempeñará un papel igualmente importante para impulsar la lucha contra la inflación, las burbujas de activos y el deterioro de la calidad de los préstamos.
Medios para la consecución. El compromiso de China con la estabilidad va en serio. Más de treinta años de reformas han desbloqueado su dinamismo económico. Las reformas de las empresas y del mercado financiero han sido decisivas y muchas más reformas están por venir. Además, China ha demostrado haber aprendido muy bien de las crisis anteriores y cambia de rumbo, cuando es necesario.
Ahorro. Una tasa de ahorro interno superior al 50 por ciento ha sido muy útil para China. Ha financiado los imperativos de inversión para el desarrollo económico y ha reforzado el margen de reservas de divisas que ha protegido a China contra las sacudidas exteriores. Ahora China está preparada para absorber parte de ese superávit de ahorro a fin de fomentar un cambio en pro de la demanda interna.
Migración de zonas rurales a zonas urbanas. A lo largo de los treinta últimos años, el porcentaje urbano de la población china ha aumentado del 20 por ciento al 46 por ciento. Según los cálculos de la OCDE, a lo largo de los veinte próximos años, otros 316 millones de personas se trasladarán del campo a las ciudades de China. Semejante oleada de urbanización sin precedentes constituye un apoyo sólido para la inversión en infraestructuras y las actividades de construcción comercial y residencial. Los temores al exceso de inversión y a las “ciudades-fantasma” se centran en el lado de la oferta, sin tener debidamente en cuenta la floreciente demanda,
La fruta madura: el consumo. El consumo privado representa sólo un 37 por ciento, aproximadamente, del PIB de China: el menor de todas las economías más importantes. Al centrarse en la creación de empleo, los aumentos de salarios y la red de seguridad social, el 12º Plan Quinquenal podría desencadenar un importante aumento del poder adquisitivo discrecional de los consumidores, lo que podría propiciar nada menos que un aumento de cinco puntos en el porcentaje del consumo de China de aquí a 2015.
La fruta madura: los servicios. Los servicios representan sólo el 43 por ciento del PIB chino: muy por debajo de los niveles mundiales. Los servicios son un elemento importante de la estrategia en pro del consumo de China: en particular, las industrias basadas en transacciones en gran escala, como, por ejemplo, la distribución (mayorista y minorista), el transporte interior, la logística de la cadena de suministros y la hostelería y el ocio. A lo largo de los cinco próximos años, el porcentaje del PIB chino correspondiente a los servicios podría superar el aumento de cuatro puntos porcentuales actualmente previsto. Se trata de una receta para un crecimiento con gran densidad de mano de obra, eficiente en materia de recursos y medioambientalmente favorable: precisamente lo que China necesita en la próxima fase de su desarrollo.
Inversión extranjera directa. La China moderna ha sido desde hace mucho un foco de atracción de empresas multinacionales mundiales deseosas a un tiempo de lograr la eficiencia y de introducirse en el mercado más populoso del mundo. Semejantes inversiones brindan a China el acceso a las tecnologías y a los sistemas de gestión modernos, lo que constituye un catalizador para el desarrollo económico. El próximo reequilibrio en pro del consumo de China entraña un posible cambio en la inversión extranjera directa –en los servicios, en lugar de en las manufacturas– que podría impulsar aún más el crecimiento.
Educación. China ha dado pasos de gigante en materia de creación de capital humano. La tasa de alfabetización de adultos asciende ahora a casi el 95 por ciento y las tasas de matriculación en la enseñanza secundaria superan el 80 por ciento. Recientemente, los estudiantes de quince años de edad de Shanghai obtuvieron los primeros puestos del mundo en matemáticas y lectura conforme al criterio PISA normalizado. En las universidades chinas se licencian ahora más de 1,5 millones de ingenieros y científicos al año. El país ha avanzado mucho hacia una economía basada en los conocimientos.
Innovación. En 2009, se presentaron unas 280.000 solicitudes de patentes nacionales en China, lo que la sitúa en el tercer puesto del mundo, detrás del Japón y los Estados Unidos. China ocupa el cuarto puesto y sigue ascendiendo en cuanto a solicitudes de patentes internacionales. Al mismo tiempo, China ha establecido el objetivo de que el porcentaje de su PIB correspondiente a la investigación y la innovación llegue a ser del 2,2 por ciento de aquí a 2015: el doble que en 2002, lo que cuadra con que el 12º Plan Quinquenal se centre por primera vez en las “industrias estratégicas en ascenso”: conservación de la energía, tecnología de la información de nueva generación, biotecnología, fabricación de equipo de gama alta, energía renovable, materiales substitutivos y automóviles alimentados con combustibles substitutivos. Actualmente, esas siete industrias representan el tres por ciento del PIB chino; el Gobierno ha establecido el objetivo del 15 por ciento de aquí a 2020, subida importante en la cadena del valor.
El historiador de Yale Jonathan Spence lleva mucho tiempo advirtiendo que Occidente suele ver a China con la lente con la que se ve a sí mismo. La actual industria artesanal de los que dudan de China es un buen ejemplo de ello. Sí, con nuestros criterios, los desequilibrios de China son inestables e insostenibles. El Primer Ministro chino, Wen Jiabao, ha hecho en público una crítica similar.
Pero ésa es la razón por la que China es tan diferente. En realidad, se toma en serio esos motivos de preocupación. A diferencia de Occidente, donde el propio concepto de estrategia ha llegado a ser un oxímoron, China ha adoptado un marco de transición encaminado a acabar con sus limitaciones en materia de sostenibilidad. Además, a diferencia de Occidente, que está atrapado en un atolladero de funcionamiento político deficiente, China cuenta con el compromiso y los medios para aplicar dicha estrategia. No es éste un momento para apostar contra China.
PD - Traducido del inglés por Carlos Manzano.