"Revertir la enorme automatización de la banca debe ser la principal prioridad"

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Amar Bhidé es profesor de la Fletcher School de Derecho y Diplomacia de la Universidad de Tufts y ha escrito este artículo para Project Syndicate:

Revertir la enorme automatización de la banca debe ser la principal prioridad de la reforma. En otros tiempos los banqueros debían conocer a cada cliente, y cada solicitud de préstamo debía analizarse por separado. Ahora, sin embargo, los bancos usan modelos conjurados por magos financieros remotos para producir productos de crédito masivos y una gama de productos derivados. La producción en masa favorece el crecimiento de megabancos, por lo que, a diferencia de los errores de juicio de las autoridades de crédito, los modelos de estos gigantes defectuosos han tenido consecuencias desastrosas.

Las propuestas radicales que ayudarían a restaurar un sistema más flexible, ofrecidas por personas como el gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, se han apagado debido a discusiones ruidosas sobre medidas que no sirven de nada para resolver los defectos fundamentales de la banca moderna.

Consideremos el debate igualmente acalorado sobre el monto de capital que los bancos deben tener. Los reguladores han propuesto alzas excesivas: un estudio realizado por el Banco de Inglaterra, por ejemplo, sugirió un incremento de más del triple.

Los banqueros, que en realidad pueden estar preocupados por sus propios bonos, advierten que los requisitos de mayor capital los obligarán a recortar el crédito, lo que obstaculizará el crecimiento económico. De hecho, todo esto es una farsa sin sentido.

Sí, la idea de regular el capital bancario parece inteligente. El endeudamiento aumenta el riesgo en cualquier empresa: sin deudas no hay quiebra. Un fuerte endeudamiento también alienta a los propietarios y gerentes a la bancarrota porque los acreedores son los que cargan con lo peor del riesgo. Por lo tanto, los acreedores prudentes tratan de limitar el nivel de crédito de una empresa y los otros riesgos que puede tomar.

Sin embargo, los acreedores no tienen un incentivo para imponer límites estrictos a los bancos. Dado que los retiros bancarios pueden provocar un malestar general, los gobiernos garantizan explícitamente los depósitos asegurados e implícitamente garantizan todas las otras deudas de los megabancos. Sin embargo, los gobiernos que garantizan pasivos bancarios, también tienen que exigir que los banqueros actúen con más prudencia de la que tendrían si estuvieran por cuenta propia.

Con todo, enfocarse principalmente en el monto de crédito que los bancos pueden obtener e ignorar otras imprudencias más serias es una mala apuesta de regulación.

La regulación bancaria al igual que la oferta de créditos, antes se basaba en un criterio independiente y descentralizado. Los reguladores dependían principalmente de un análisis de cada préstamo en lugar de ver los coeficientes capital-activos. Un análisis típico de un banco incluía un escrutinio de cada crédito comercial y una proporción grande de los créditos de los consumidores. La suficiencia de capital era una cuestión de criterio: los analistas determinarían la cantidad de reservas que un banco debía tener tomando en cuenta sus riesgos específicos.

Entonces los reguladores pasaron a los decretos y exigieron a los bancos mantener una reserva de capital específica, lo suficientemente grande para cubrir pérdidas potenciales. Este enfoque supone que los activos bancarios y riesgos se pueden medir con precisión. De hecho, los estados financieros de los megabancos son trabajos de ficción impenetrables llenos de ilusiones.

El problema va más allá de la obcecación deliberada. J.P. Morgan y el Deutsche Bank han pagado cantidades sustanciales para afrontar cargos que van desde sobornos, pasando por ejecuciones de hipotecas ilegales hasta la tolerancia de la evasión fiscal. Reglamentar la complicidad de los altos ejecutivos genera una pregunta alarmante: ¿Jamie Dimon, reputado director ejecutivo de J.P. Morgan, entiende tan poco de los riesgos implícitos de los casi 80 mil millones de dólares del libro de derivados de su banco, como el desafortunado Tony Hayward, ex director ejecutivo de BP, de los peligros de la plataforma petrolera de su compañía en el Golfo de México?

En efecto, ignorar lo que está realmente en riesgo hace irreal el debate sobre la fórmula correcta de las reservas de capital.
Además, el uso de normas mecánicas para determinar la suficiencia de capital también ha fomentado inadvertidamente la imprudencia sistemática.

Los límites de crédito que dificultan la obtención de rendimientos adecuados de capital alientan a los bancos a cargar con créditos más riesgosos con un alto margen de ganancia –y exigir a los bancos más capital para categorías de activos supuestamente más contingentes agrava el problema. Por ejemplo, bajo las reglas del Comité de Basilea acordadas internacionalmente, que estaban vigentes antes del crac de 2008, los requisitos de capital para los créditos comerciales eran cinco veces más grandes que los de los valores respaldados por hipotecas que tenían calificaciones AA o AAA.

Los bancos evitaban naturalmente los créditos comerciales tradicionales (que tendrían que estar respaldados por más capital), y en cambio cargaban con los que daban los mayores rendimientos –y por lo tanto los más riesgosos- valores respaldados con hipotecas AA o AAA que pudieran encontrar. Por consiguiente, el sistema bancario global y la economía eran vulnerables a los errores de las tres principales agencias calificadoras y sus modelos de riesgo defectuosos.

Alentar a los bancos a convertir los créditos de sus libros en valores también ayudó a reducir el nivel general de precaución en la extensión del crédito. Adicionalmente, las estrategias para evadir las reglas de Basilea hicieron más compleja y difícil la gestión y supervisión de los bancos.

Requisitos de capital más inteligentes –mejores reglas de Basilea- no son la respuesta. Es esencial una uniformidad descendente en la especificación de pesos y medidas y en la emisión de moneda. En contraste, los créditos y la regulación bancarios tienen que incorporar el conocimiento local porque en una economía dinámica no reglamentada, cada prestatario, crédito y banco es diferente (aunque algunas pautas generales pueden ayudar). El enfoque descendente aparentemente objetivo ignora la naturaleza idiosincrática del riesgo y asume que los créditos hipotecarios son iguales.

No podemos seguir dándonos el lujo de confiar en análisis anticuados de los megabancos repletos con riesgos de producción en masa. Además, como los accionistas o especuladores no pueden imponer una racionalización, los gobiernos tienen que exigir a estos bancos abandonar las actividades que nadie puede regular o controlar, y concentrarse en los créditos caso por caso. Lo que está en juego son ganancias y bonos enormes por lo que los megabancos no dejarán por propia voluntad el modelo de negocio; sin embargo, a menos que eso ocurra, sería descabellado apegarnos por completo a las reglas descendentes.


Traducción de Kena Nequiz
 
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