Los datos de empleo de junio no son del todo malos, pero tampoco lo buenos que desde muchos sitios se había anticipado que podían ser o se ha interpretado a lo largo de este lunes. Para empezar, el aparente dato positivo (68.000 inscritos menos en los registros de desempleo) se torna inquietante si se elimina el factor estacional (31.000 parados más), se añade la afiliación a la Seguridad Social (17,4 millones, el nivel más bajo desde principios de 2005) y se constata una nueva reducción del importe de los subsidios (2.400 millones en mayo, algo más del 10 por 100 menos que un año antes), en lo que supone de personas y familias sin cobertura y consecuente riesgo de quiebra social.
Mostrar cualquier cosa parecida a satisfacción frente a ese panorama puede rozar el insulto, si no algo peor. Más allá de las cifras específicas del empleo, algunos indicadores de la economía muestran leve tendencia a la recuperación, pero no todos ni con clara apariencia de solidez. También aquí la estacionalidad es notoria: las perspectivas del turismo son buenas, aun con la sostenida incertidumbre de cómo acabará comportándose el mercado doméstico, donde los empresarios aprecian una creciente tendencia a buscar gangas de última hora, lo que estaría en la base del flojo nivel de reservas de clientes nacionales, bastante por debajo de lo que en estas fechas venía siendo habitual.
Presumir de la mejoría turística y sus implicaciones en el empleo tiene bastante de atrevimiento. Buena parte de las mejores expectativas es consecuencia de la recuperación que empiezan a consolidar las economías de los países emisores. También influye decisivamente la inestabilidad instalada o presumida en buena parte de los destinos mediterráneos alternativos, sobre todo en norte de África. Y, en último término, cabría preguntarse qué acción gubernamental, sea a nivel estatal, autonómico o municipal se ha producido en los últimos años para favorecer una mayor afluencia de visitantes a suelo español. Los pomposos planes anunciados en su día por el ministro Sebastián han quedado como la mayoría de los formulados por su departamento: en nada. La degradada secretaría de Turismo sigue siendo tan inocua como el resto de organismos y departamentos repartidos por autonomías y ayuntamientos, pese a la acumulación de instalaciones, personal y gasto que suman. En definitiva, lo que de bueno o malo le ocurra al sector turístico, es responsabilidad exclusiva del propio sector.
La recuperación del empleo, la mejoría en los datos y cifras del mercado de trabajo, habrán de venir con más fundamento que una aparente mejoría estacional. Los dos principales candidatos a las próximas elecciones generales, Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy, han empezado a decir que tienen la fórmula para crear puestos de trabajo... aunque parece que, por contrapuestas razones, para comprobarlo habrá que esperar.
Mostrar cualquier cosa parecida a satisfacción frente a ese panorama puede rozar el insulto, si no algo peor. Más allá de las cifras específicas del empleo, algunos indicadores de la economía muestran leve tendencia a la recuperación, pero no todos ni con clara apariencia de solidez. También aquí la estacionalidad es notoria: las perspectivas del turismo son buenas, aun con la sostenida incertidumbre de cómo acabará comportándose el mercado doméstico, donde los empresarios aprecian una creciente tendencia a buscar gangas de última hora, lo que estaría en la base del flojo nivel de reservas de clientes nacionales, bastante por debajo de lo que en estas fechas venía siendo habitual.
Presumir de la mejoría turística y sus implicaciones en el empleo tiene bastante de atrevimiento. Buena parte de las mejores expectativas es consecuencia de la recuperación que empiezan a consolidar las economías de los países emisores. También influye decisivamente la inestabilidad instalada o presumida en buena parte de los destinos mediterráneos alternativos, sobre todo en norte de África. Y, en último término, cabría preguntarse qué acción gubernamental, sea a nivel estatal, autonómico o municipal se ha producido en los últimos años para favorecer una mayor afluencia de visitantes a suelo español. Los pomposos planes anunciados en su día por el ministro Sebastián han quedado como la mayoría de los formulados por su departamento: en nada. La degradada secretaría de Turismo sigue siendo tan inocua como el resto de organismos y departamentos repartidos por autonomías y ayuntamientos, pese a la acumulación de instalaciones, personal y gasto que suman. En definitiva, lo que de bueno o malo le ocurra al sector turístico, es responsabilidad exclusiva del propio sector.
La recuperación del empleo, la mejoría en los datos y cifras del mercado de trabajo, habrán de venir con más fundamento que una aparente mejoría estacional. Los dos principales candidatos a las próximas elecciones generales, Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy, han empezado a decir que tienen la fórmula para crear puestos de trabajo... aunque parece que, por contrapuestas razones, para comprobarlo habrá que esperar.