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Adjunto PDF y copio la introducción:
El año 2011 se despide en medio de una sensación de inquietud, que da lugar a una elevada preocupación sobre la trayectoria de la economía en 2012. El ejercicio que termina ha confirmado que la recuperación será más lenta e irregular de lo deseado, debido a las complicaciones surgidas en las economías avanzadas. En las emergentes, por el contrario, la actividad se ha desacelerado levemente y posiblemente esta tónica se extienda al próximo año, pero el ritmo de crecimiento seguirá superando holgadamente el 5%.
La pérdida de impulso de las economías desarrolladas en 2011estaba en parte prevista debido a la naturaleza de la crisis económica y financiera de 2008-2009 y a las políticas aplicadas para superarla. Por un lado, una recesión originada en buena medida por un exceso de deuda acostumbra a dar lugar a una salida de la misma más lenta y débil. Por otro, la retirada de las contundentes políticas fiscales, monetarias y financieras empleadas para hacer frente a la mayor recesión en varias décadas inevitablemente tenía que ir en detrimento del crecimiento posterior, a no ser que la demanda del sector privado sustituyera rápidamente la acción de la pública. Sin embargo, cuatro factores han contribuido a perturbar la recuperación de las economías avanzadas, que aun en el primer trimestre de 2011 lograron tasas de crecimiento notables.
En primer lugar, el relevo del sector público por parte del sector privado como motor de las economías está siendo mucho más lento de lo esperado. En segundo lugar, el terremoto y posterior tsunami que en marzo afectó al noreste de Japón provocó una importante ruptura de las cadenas de suministro, especialmente en automoción y componentes electrónicos, que se hizo notar a nivel mundial. En tercer lugar, la escalada de los precios de las materias primas en 2009 y 2010, tras los mínimos registrados a finales de 2008, culminó a principios de 2011, complicando así la recuperación de los países importadores; a pesar de su posterior retroceso, los precios de las principales materias primas se sitúan en niveles todavía superiores a la media de 2010. Por último, la crisis de la deuda soberana europea, desencadenada a finales de 2009 y que en 2010 supuso el rescate de dos países miembros de la zona del euro, no solo no se ha atenuado en 2011 sino que se ha extendido y agravado, levantando preocupantes interrogantes sobre la capacidad de las instituciones europeas de instrumentar los remedios necesarios para estabilizar la situación.
En este contexto, la confianza de empresarios y consumidores ha experimentado un importante retroceso y los mercados financieros han sufrido graves turbulencias. La disyuntiva de la política económica sigue siendo cómo apoyar la recuperación de la actividad reparando, al mismo tiempo, los desajustes fiscales. En Estados Unidos, la disputa presupuestaria sigue amenazando la estabilidad, pero confiamos en que el crecimiento se mantendrá en 2012 alrededor de un 2%. La gran incertidumbre está en Europa, que encara lo que puede ser una nueva recesión. Las políticas de ajuste adoptadas con mayor o menor intensidad según países afectan inevitablemente a la capacidad de gasto de las familias y del sector público. El agravamiento de la crisis de la deuda soberana y la percepción de que no hay una hoja de ruta para superarla desalientan la inversión privada. Las turbulencias financieras, el endurecimiento de las condiciones de financiación y las nuevas exigencias regulatorias impiden que el crédito fluya con normalidad. Así, todos los elementos parecen conjurarse para que la crisis de la deuda acabe contagiando y contaminando a la economía real, generando un entorno muy desfavorable para la economía europea en 2012.
El año 2011 se despide en medio de una sensación de inquietud, que da lugar a una elevada preocupación sobre la trayectoria de la economía en 2012. El ejercicio que termina ha confirmado que la recuperación será más lenta e irregular de lo deseado, debido a las complicaciones surgidas en las economías avanzadas. En las emergentes, por el contrario, la actividad se ha desacelerado levemente y posiblemente esta tónica se extienda al próximo año, pero el ritmo de crecimiento seguirá superando holgadamente el 5%.
La pérdida de impulso de las economías desarrolladas en 2011estaba en parte prevista debido a la naturaleza de la crisis económica y financiera de 2008-2009 y a las políticas aplicadas para superarla. Por un lado, una recesión originada en buena medida por un exceso de deuda acostumbra a dar lugar a una salida de la misma más lenta y débil. Por otro, la retirada de las contundentes políticas fiscales, monetarias y financieras empleadas para hacer frente a la mayor recesión en varias décadas inevitablemente tenía que ir en detrimento del crecimiento posterior, a no ser que la demanda del sector privado sustituyera rápidamente la acción de la pública. Sin embargo, cuatro factores han contribuido a perturbar la recuperación de las economías avanzadas, que aun en el primer trimestre de 2011 lograron tasas de crecimiento notables.
En primer lugar, el relevo del sector público por parte del sector privado como motor de las economías está siendo mucho más lento de lo esperado. En segundo lugar, el terremoto y posterior tsunami que en marzo afectó al noreste de Japón provocó una importante ruptura de las cadenas de suministro, especialmente en automoción y componentes electrónicos, que se hizo notar a nivel mundial. En tercer lugar, la escalada de los precios de las materias primas en 2009 y 2010, tras los mínimos registrados a finales de 2008, culminó a principios de 2011, complicando así la recuperación de los países importadores; a pesar de su posterior retroceso, los precios de las principales materias primas se sitúan en niveles todavía superiores a la media de 2010. Por último, la crisis de la deuda soberana europea, desencadenada a finales de 2009 y que en 2010 supuso el rescate de dos países miembros de la zona del euro, no solo no se ha atenuado en 2011 sino que se ha extendido y agravado, levantando preocupantes interrogantes sobre la capacidad de las instituciones europeas de instrumentar los remedios necesarios para estabilizar la situación.
En este contexto, la confianza de empresarios y consumidores ha experimentado un importante retroceso y los mercados financieros han sufrido graves turbulencias. La disyuntiva de la política económica sigue siendo cómo apoyar la recuperación de la actividad reparando, al mismo tiempo, los desajustes fiscales. En Estados Unidos, la disputa presupuestaria sigue amenazando la estabilidad, pero confiamos en que el crecimiento se mantendrá en 2012 alrededor de un 2%. La gran incertidumbre está en Europa, que encara lo que puede ser una nueva recesión. Las políticas de ajuste adoptadas con mayor o menor intensidad según países afectan inevitablemente a la capacidad de gasto de las familias y del sector público. El agravamiento de la crisis de la deuda soberana y la percepción de que no hay una hoja de ruta para superarla desalientan la inversión privada. Las turbulencias financieras, el endurecimiento de las condiciones de financiación y las nuevas exigencias regulatorias impiden que el crédito fluya con normalidad. Así, todos los elementos parecen conjurarse para que la crisis de la deuda acabe contagiando y contaminando a la economía real, generando un entorno muy desfavorable para la economía europea en 2012.
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