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El crecimiento y el empleo deben promoverse con igual fervor. Los líderes de la Unión Europea reconocen ahora que impulsar la reactivación de la economía era una prioridad en la agenda de la reunión del Consejo Europeo del 30 de enero. Pero la gran pregunta subsiste: ¿Cómo?
La necesidad de acción inmediata es clara. La economía de la eurozona se contrajo durante los últimos tres meses de 2011; hasta Alemania se redujo. El nuevo año se presenta sombrío. Francia se mantiene estancada (al igual que Gran Bretaña). Italia y España se han sumido en una profunda recesión. Grecia enfrenta su quinto año de aguda crisis económica. Y la falta de empleo en la eurozona ha alcanzado valores record, con casi uno de cada dos jóvenes desempleado en España y Grecia.
Los obstáculos económicos son formidables: la austeridad fiscal, las altas tasas de interés fuera de los países con calificación AAA, los recortes bancarios del crédito, el desapalancamiento de los hogares, la débil inversión del sector privado, las caídas en las exportaciones y así como el enfriamiento de la economía mundial, reducen la demanda.
Hasta que se recupere el crecimiento, toda tentativa de estabilización financiera será extremadamente frágil. La recesión golpeará los ya débiles balances de bancos y gobiernos, aumentando la presión por un desapalancamiento aún más rápido. Pero, si bien el ajuste gradual es esencial, los recortes más rápidos y profundos son en gran medida contraproducentes: las grandes reducciones en el crédito privado y el gasto gubernamental generarán desaceleramientos más bruscos –y con ellos un atroz círculo vicioso. Es vital entonces un nuevo intento para fomentar el crecimiento.
Hasta ahora, la agenda de crecimiento ha estado compuesta en gran medida por reformas estructurales, esenciales para impulsar la productividad y flexibilidad futuras. La crisis proporciona una oportunidad política para acciones audaces en este frente en muchos países; pero las reformas estructurales por lo general no crearán crecimiento y empleo inmediatamente (una excepción es permitir a las tiendas abrir durante más horas).
Por el contrario, una reorganización de los empleos menos productivos, por ejemplo, aumentaría primero el desempleo, los desembolsos gubernamentales, y reduciría el gasto privado. Y, como la demanda está deprimida, el crédito escasea y las barreras a la iniciativa privada suelen ser altas, llevará más de lo habitual que las empresas generen más empleos productivos. En resumen, no se puede depender solo de las reformas estructurales para estimular el crecimiento en 2012.
En vez de ello, el foco inmediato debe mantenerse en impulsar la inversión y las exportaciones en economías con déficits en sus cuentas corrientes –como Francia, Italia y España (y el Reino Unido)– y estimular el consumo en economías con superávits, como Alemania y los Países Bajos.
El Banco Central Europeo ha actuado en forma decisiva para sostener a los bancos europeos; ahora debe mantener también a la economía real. Si bien las tasas de interés oficiales son del 1%, los países solventes como España pagan más del 5% por créditos a diez años, mientras que las empresas solventes italianas sólo pueden endeudarse a tasas punitivas, si es que lo logran. Por lo tanto el BCE debería esforzarse más para desbloquear el mecanismo de transmisión de la política monetaria; la Autoridad Bancaria Europea debería desalentar el desapalancamiento excesivo insistiendo en que los bancos obtengan montos específicos de capital en vez de cumplir con una tasa uniforme del 9%; y, cuando sea necesario, los gobiernos nacionales deberían proporcionar garantías para los créditos bancarios a pequeñas y medianas empresas.
Si bien mejorar el acceso al financiamiento es vital, los gobiernos también deben redoblar los esfuerzos para impulsar la inversión. Deberían priorizar medidas para que sea más fácil iniciar una empresa, eliminar barreras al capital de riesgo e introducir desgravaciones temporales aceleradas del 100% sobre los bienes de capital para fomentar la inversión de las empresas. Al nivel de la UE, el capital (rescatable) del Banco Europeo de Inversiones debería aumentarse en gran medida, tal como lo sugirió el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, en su discurso sobre el Estado de la Unión de septiembre pasado, para que el BEI pueda financiar una gran ola de inversiones paneuropeas, especialmente en infraestructura.
Impulsar las exportaciones también es esencial. Los países con déficits deben mejorar su competitividad, aumentar la productividad y reducir costos. Una divisa más competitiva sería bienvenida: así como el colapso de la libra esterlina desde 2008 aumentó las exportaciones del RU, un euro más débil ayudaría a las economías mediterráneas a recuperar competitividad en sus exportaciones más sensibles a los precios. Una devaluación fiscal –con recortes drásticos de las retenciones sobre sueldos y salarios y que reemplazara los ingresos con mayores contribuciones del IVA– también ayudaría.
Los países con superávits deben además contribuir con lo suyo, algo que los beneficiará. Así como China necesita que el yuan se aprecie, también Alemania –cuyo superávit de cuenta corriente supera al chino, tanto como porcentaje de su PBI como en términos absolutos– requiere una tasa de cambio real mayor. Eso significa que los alemanes deben percibir mayores salarios, adecuados a su mayor productividad, para que puedan permitirse más vacaciones en Grecia y España. Si las empresas no están dispuestas, un recorte impositivo podría lograrlo.
Eso nos lleva a la política fiscal. Los gobiernos que no pueden endeudarse a tasas bajas (o en absoluto) en los mercados no tienen otra opción que ajustarse los cinturones. Pero deben buscar una consolidación inteligente en vez de una austeridad irreflexiva. Deben mantener la inversión en habilidades e infraestructura y recortar los subsidios y pagos de transferencia. También deben legislar ahora en pos de reformas futuras, en particular para impulsar a la gente a trabajar más horas.
En último lugar, pero no por ello menos importante, los gobiernos que pueden endeudarse a tasas bajas sin precedentes –0% en términos reales a 10 años en el caso alemán– deben aportar lo suyo para sostener la demanda. ¿Sería tan difícil ver una reducción del IVA antes de las elecciones del próximo año en Alemania?
Philippe Legrain es asesor económico independiente del presidente de la Comisión Europea.
Copyright: Project Syndicate, 2012.
Traducido al español por Leopoldo Gurman
La necesidad de acción inmediata es clara. La economía de la eurozona se contrajo durante los últimos tres meses de 2011; hasta Alemania se redujo. El nuevo año se presenta sombrío. Francia se mantiene estancada (al igual que Gran Bretaña). Italia y España se han sumido en una profunda recesión. Grecia enfrenta su quinto año de aguda crisis económica. Y la falta de empleo en la eurozona ha alcanzado valores record, con casi uno de cada dos jóvenes desempleado en España y Grecia.
Los obstáculos económicos son formidables: la austeridad fiscal, las altas tasas de interés fuera de los países con calificación AAA, los recortes bancarios del crédito, el desapalancamiento de los hogares, la débil inversión del sector privado, las caídas en las exportaciones y así como el enfriamiento de la economía mundial, reducen la demanda.
Hasta que se recupere el crecimiento, toda tentativa de estabilización financiera será extremadamente frágil. La recesión golpeará los ya débiles balances de bancos y gobiernos, aumentando la presión por un desapalancamiento aún más rápido. Pero, si bien el ajuste gradual es esencial, los recortes más rápidos y profundos son en gran medida contraproducentes: las grandes reducciones en el crédito privado y el gasto gubernamental generarán desaceleramientos más bruscos –y con ellos un atroz círculo vicioso. Es vital entonces un nuevo intento para fomentar el crecimiento.
Hasta ahora, la agenda de crecimiento ha estado compuesta en gran medida por reformas estructurales, esenciales para impulsar la productividad y flexibilidad futuras. La crisis proporciona una oportunidad política para acciones audaces en este frente en muchos países; pero las reformas estructurales por lo general no crearán crecimiento y empleo inmediatamente (una excepción es permitir a las tiendas abrir durante más horas).
Por el contrario, una reorganización de los empleos menos productivos, por ejemplo, aumentaría primero el desempleo, los desembolsos gubernamentales, y reduciría el gasto privado. Y, como la demanda está deprimida, el crédito escasea y las barreras a la iniciativa privada suelen ser altas, llevará más de lo habitual que las empresas generen más empleos productivos. En resumen, no se puede depender solo de las reformas estructurales para estimular el crecimiento en 2012.
En vez de ello, el foco inmediato debe mantenerse en impulsar la inversión y las exportaciones en economías con déficits en sus cuentas corrientes –como Francia, Italia y España (y el Reino Unido)– y estimular el consumo en economías con superávits, como Alemania y los Países Bajos.
El Banco Central Europeo ha actuado en forma decisiva para sostener a los bancos europeos; ahora debe mantener también a la economía real. Si bien las tasas de interés oficiales son del 1%, los países solventes como España pagan más del 5% por créditos a diez años, mientras que las empresas solventes italianas sólo pueden endeudarse a tasas punitivas, si es que lo logran. Por lo tanto el BCE debería esforzarse más para desbloquear el mecanismo de transmisión de la política monetaria; la Autoridad Bancaria Europea debería desalentar el desapalancamiento excesivo insistiendo en que los bancos obtengan montos específicos de capital en vez de cumplir con una tasa uniforme del 9%; y, cuando sea necesario, los gobiernos nacionales deberían proporcionar garantías para los créditos bancarios a pequeñas y medianas empresas.
Si bien mejorar el acceso al financiamiento es vital, los gobiernos también deben redoblar los esfuerzos para impulsar la inversión. Deberían priorizar medidas para que sea más fácil iniciar una empresa, eliminar barreras al capital de riesgo e introducir desgravaciones temporales aceleradas del 100% sobre los bienes de capital para fomentar la inversión de las empresas. Al nivel de la UE, el capital (rescatable) del Banco Europeo de Inversiones debería aumentarse en gran medida, tal como lo sugirió el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, en su discurso sobre el Estado de la Unión de septiembre pasado, para que el BEI pueda financiar una gran ola de inversiones paneuropeas, especialmente en infraestructura.
Impulsar las exportaciones también es esencial. Los países con déficits deben mejorar su competitividad, aumentar la productividad y reducir costos. Una divisa más competitiva sería bienvenida: así como el colapso de la libra esterlina desde 2008 aumentó las exportaciones del RU, un euro más débil ayudaría a las economías mediterráneas a recuperar competitividad en sus exportaciones más sensibles a los precios. Una devaluación fiscal –con recortes drásticos de las retenciones sobre sueldos y salarios y que reemplazara los ingresos con mayores contribuciones del IVA– también ayudaría.
Los países con superávits deben además contribuir con lo suyo, algo que los beneficiará. Así como China necesita que el yuan se aprecie, también Alemania –cuyo superávit de cuenta corriente supera al chino, tanto como porcentaje de su PBI como en términos absolutos– requiere una tasa de cambio real mayor. Eso significa que los alemanes deben percibir mayores salarios, adecuados a su mayor productividad, para que puedan permitirse más vacaciones en Grecia y España. Si las empresas no están dispuestas, un recorte impositivo podría lograrlo.
Eso nos lleva a la política fiscal. Los gobiernos que no pueden endeudarse a tasas bajas (o en absoluto) en los mercados no tienen otra opción que ajustarse los cinturones. Pero deben buscar una consolidación inteligente en vez de una austeridad irreflexiva. Deben mantener la inversión en habilidades e infraestructura y recortar los subsidios y pagos de transferencia. También deben legislar ahora en pos de reformas futuras, en particular para impulsar a la gente a trabajar más horas.
En último lugar, pero no por ello menos importante, los gobiernos que pueden endeudarse a tasas bajas sin precedentes –0% en términos reales a 10 años en el caso alemán– deben aportar lo suyo para sostener la demanda. ¿Sería tan difícil ver una reducción del IVA antes de las elecciones del próximo año en Alemania?
Philippe Legrain es asesor económico independiente del presidente de la Comisión Europea.
Copyright: Project Syndicate, 2012.
Traducido al español por Leopoldo Gurman