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Si las cosas siguen bien, para 2021 China superará a los Estados Unidos como la economía más grande del mundo, medido en dólares corrientes (y aun más rápido si hablamos en términos reales). Su ingreso per cápita llegará al mismo nivel que el del umbral más bajo de los países de altos ingresos. Sin embargo, a pesar de este impulso hacia adelante, la economía china se enfrentará a riesgos inminentes en la próxima década.
El riesgo inmediato es estancamiento continuo o recesión en Europa. En la pasada década, el crecimiento de las exportaciones representó aproximadamente una tercera parte del crecimiento económico global de China, y alrededor de una tercera parte de las exportaciones de este país fueron para la Unión Europea. Si continua deteriorándose la situación en Europa, el crecimiento de China estará afectado.
Un endurecimiento excesivo de las políticas macroeconómicas nacionales, en especial las que están destinadas al mercado inmobiliario, podría aumentar el riesgo de una desaceleración en un contexto en el que los precios de las viviendas ya están disminuyendo por toda China, debido a las medidas severas del gobierno. En efecto, la situación se parece mucho a la de la crisis financiera asiática de 1997. Varios años antes de que estallara dicha crisis, China había estado luchando contra la inflación y parecía tener las cosas bajo control. No obstante, la combinación de crisis y austeridad condenó a China a varios años de deflación y a un crecimiento considerablemente más lento.
Actualmente, mientras China se enfoca en el mediano plazo, el gobierno tiene que hacer frente a los problemas originados por su participación dominante en la economía. Un nuevo informe del Banco Mundial destaca la falta de reformas de las empresas estatales como el principal impedimento para el crecimiento económico del país. Sin embargo, ese es solo un síntoma de un problema más grave: el papel omnipresente del gobierno en los asuntos económicos.
Además de controlar directamente entre el 25% y 30% del PIB, el gobierno también se queda con una gran parte de los recursos financieros. En años recientes, más de una tercera parte de los créditos bancarios se han destinado a la infraestructura, construida principalmente por entidades gubernamentales. De hecho, como reconocimiento de su excesiva inversión en infraestructura, hace poco el gobierno abandonó varios proyectos que ya estaban en construcción de ferrocarriles de alta velocidad. No obstante, la excesiva inversión gubernamental es evidente en numerosos parques industriales y zonas de alta tecnología.
El frenesí de inversión de China recuerda a muchos el Japón de los años ochenta cuando las conexiones de ferrocarril de alta velocidad se extendieron a los lugares más remotos de ese país. A la fecha, la mayoría dependen de los subsidios gubernamentales. Si bien los subsidios pueden mejorar la calidad de vida de las personas en algunos aspectos, también pueden deteriorarla mediante una supresión del consumo interno.
La inversión en infraestructura inevitablemente se topará con la ley de rendimientos marginales decrecientes, pero el aumento del consumo no tiene límites. Así pues, reprimir el consumo asfixia el crecimiento futuro, y la participación del consumo de los hogares en el PIB ha disminuido del 67% a mediados de los 50% en años recientes; la mayoría de esa caída refleja distorsiones creadas por las políticas públicas.
Por naturaleza el gobierno chino está orientado hacia la producción. La ventaja es que eso ha ayudado a mantener tasas elevadas de crecimiento del PIB, pero las desventajas son igualmente pronunciadas. Una de las consecuencias negativas es el persistente aumento de la desigualdad del ingreso. El coeficiente de Gini de ingreso per cápita ya es de más de 50 (100 representa la desigualdad máxima), con lo que China se encuentra en el cuartil superior de desigualdad a nivel mundial.
Puede ser que el problema no sea la desigualdad en sí, sino sus consecuencias, una de las cuales es la bifurcación del capital humano. Los beneficios de la educación están aumentando en China, pero el acceso a ella se está dividiendo cada vez más en términos sociales y geográficos. Si bien la educación está mejorando en las zonas urbanas, los niños de las áreas rurales se enfrentan a una caída en la calidad de la educación porque los mejores maestros se van a las ciudades. Además, la educación resulta más cara para ellos que para las familias urbanas debido a las disparidades de ingresos entre las ciudades y el campo.
Como resultado, la mayoría de los niños de las zonas rurales entran al mercado laboral sin título universitario. De los 140 millones de trabajadores migrantes de China, el 80% tiene únicamente 9 años o menos de educación formal –mucho menos de lo que requieren los países del altos ingresos.
A pesar del aparente deseo de los funcionarios de reducir la desigualdad de los ingresos, el gobierno de China la está agravando – mediante, entre otras cosas, subsidios a los productores, condiciones más favorables para las industrias intensivas en capital y el mantenimiento de un sector financiero extremadamente ineficiente. No obstante, también hay señales prometedoras de crecimiento económico. El gobierno acaba de anunciar nuevas reglas para el registro de los lugares de residencia, conocidos como hukou. Salvo en las grandes ciudades, ahora las personas pueden elegir libremente su hukou tras tres años de residencia. Esto ayudará mucho a los migrantes pues garantizará un acceso igual a la educación para sus hijos.
Sin embargo, para cambiar completamente el comportamiento distorsionador del gobierno se necesitan cambios políticos más drásticos. La reforma del hukou es un buen principio puesto que fortalecerá los derechos políticos de los migrantes en las comunidades locales. Puesto que son tan numerosos, su participación política podría obligar a los gobiernos locales a prestar más atención a las necesidades de la gente común y corriente. Además, cabría esperar que si los gobiernos de bajo nivel comienzan a responder mejor, a la larga los de nivel superior lo hagan también.
Yao Yang es director del Centro China de Investigación Económica de la Universidad de Pekín.
Copyright: Project Syndicate, 2012.
Traducción de Kena Nequiz
El riesgo inmediato es estancamiento continuo o recesión en Europa. En la pasada década, el crecimiento de las exportaciones representó aproximadamente una tercera parte del crecimiento económico global de China, y alrededor de una tercera parte de las exportaciones de este país fueron para la Unión Europea. Si continua deteriorándose la situación en Europa, el crecimiento de China estará afectado.
Un endurecimiento excesivo de las políticas macroeconómicas nacionales, en especial las que están destinadas al mercado inmobiliario, podría aumentar el riesgo de una desaceleración en un contexto en el que los precios de las viviendas ya están disminuyendo por toda China, debido a las medidas severas del gobierno. En efecto, la situación se parece mucho a la de la crisis financiera asiática de 1997. Varios años antes de que estallara dicha crisis, China había estado luchando contra la inflación y parecía tener las cosas bajo control. No obstante, la combinación de crisis y austeridad condenó a China a varios años de deflación y a un crecimiento considerablemente más lento.
Actualmente, mientras China se enfoca en el mediano plazo, el gobierno tiene que hacer frente a los problemas originados por su participación dominante en la economía. Un nuevo informe del Banco Mundial destaca la falta de reformas de las empresas estatales como el principal impedimento para el crecimiento económico del país. Sin embargo, ese es solo un síntoma de un problema más grave: el papel omnipresente del gobierno en los asuntos económicos.
Además de controlar directamente entre el 25% y 30% del PIB, el gobierno también se queda con una gran parte de los recursos financieros. En años recientes, más de una tercera parte de los créditos bancarios se han destinado a la infraestructura, construida principalmente por entidades gubernamentales. De hecho, como reconocimiento de su excesiva inversión en infraestructura, hace poco el gobierno abandonó varios proyectos que ya estaban en construcción de ferrocarriles de alta velocidad. No obstante, la excesiva inversión gubernamental es evidente en numerosos parques industriales y zonas de alta tecnología.
El frenesí de inversión de China recuerda a muchos el Japón de los años ochenta cuando las conexiones de ferrocarril de alta velocidad se extendieron a los lugares más remotos de ese país. A la fecha, la mayoría dependen de los subsidios gubernamentales. Si bien los subsidios pueden mejorar la calidad de vida de las personas en algunos aspectos, también pueden deteriorarla mediante una supresión del consumo interno.
La inversión en infraestructura inevitablemente se topará con la ley de rendimientos marginales decrecientes, pero el aumento del consumo no tiene límites. Así pues, reprimir el consumo asfixia el crecimiento futuro, y la participación del consumo de los hogares en el PIB ha disminuido del 67% a mediados de los 50% en años recientes; la mayoría de esa caída refleja distorsiones creadas por las políticas públicas.
Por naturaleza el gobierno chino está orientado hacia la producción. La ventaja es que eso ha ayudado a mantener tasas elevadas de crecimiento del PIB, pero las desventajas son igualmente pronunciadas. Una de las consecuencias negativas es el persistente aumento de la desigualdad del ingreso. El coeficiente de Gini de ingreso per cápita ya es de más de 50 (100 representa la desigualdad máxima), con lo que China se encuentra en el cuartil superior de desigualdad a nivel mundial.
Puede ser que el problema no sea la desigualdad en sí, sino sus consecuencias, una de las cuales es la bifurcación del capital humano. Los beneficios de la educación están aumentando en China, pero el acceso a ella se está dividiendo cada vez más en términos sociales y geográficos. Si bien la educación está mejorando en las zonas urbanas, los niños de las áreas rurales se enfrentan a una caída en la calidad de la educación porque los mejores maestros se van a las ciudades. Además, la educación resulta más cara para ellos que para las familias urbanas debido a las disparidades de ingresos entre las ciudades y el campo.
Como resultado, la mayoría de los niños de las zonas rurales entran al mercado laboral sin título universitario. De los 140 millones de trabajadores migrantes de China, el 80% tiene únicamente 9 años o menos de educación formal –mucho menos de lo que requieren los países del altos ingresos.
A pesar del aparente deseo de los funcionarios de reducir la desigualdad de los ingresos, el gobierno de China la está agravando – mediante, entre otras cosas, subsidios a los productores, condiciones más favorables para las industrias intensivas en capital y el mantenimiento de un sector financiero extremadamente ineficiente. No obstante, también hay señales prometedoras de crecimiento económico. El gobierno acaba de anunciar nuevas reglas para el registro de los lugares de residencia, conocidos como hukou. Salvo en las grandes ciudades, ahora las personas pueden elegir libremente su hukou tras tres años de residencia. Esto ayudará mucho a los migrantes pues garantizará un acceso igual a la educación para sus hijos.
Sin embargo, para cambiar completamente el comportamiento distorsionador del gobierno se necesitan cambios políticos más drásticos. La reforma del hukou es un buen principio puesto que fortalecerá los derechos políticos de los migrantes en las comunidades locales. Puesto que son tan numerosos, su participación política podría obligar a los gobiernos locales a prestar más atención a las necesidades de la gente común y corriente. Además, cabría esperar que si los gobiernos de bajo nivel comienzan a responder mejor, a la larga los de nivel superior lo hagan también.
Yao Yang es director del Centro China de Investigación Económica de la Universidad de Pekín.
Copyright: Project Syndicate, 2012.
Traducción de Kena Nequiz