Cumbre de la eurozona
Crecimiento: ¿el nuevo grial?
23 mayo 2012
Trouw Amsterdam
Kopelnitsky
La palabra “crecimiento” parece haber sustituido desde hace unas semanas a la palabra “austeridad” como tema central dentro de la Unión. Mientras los Veintisiete intentan ponerse de acuerdo sobre los medios para hacerlo realidad, De Volkskrant sugiere que se aplique una política de grandes infraestructuras. Extractos.
Jan Kleinnijenhuis
No se puede hablar realmente de una cumbre de crisis al referirse a la reunión informal de los jefes de Gobierno de la Unión Europea del 23 de mayo en Bruselas. Pero con Grecia a punto de salir de la eurozona, el sistema bancario español al borde la quiebra, una tasa de desempleo récord en la UE y una actividad económica que no deja de reducirse, en todo caso, podemos hablar de cumbre en periodo de crisis.
Según Herman van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, el tema principal de esta cumbre es el crecimiento. Al parecer, es la nueva palabra mágica en Bruselas: casi todos los dirigentes de peso en Europa ya han señalado la necesidad de crecimiento económico. François Hollande, el presidente francés, hizo de este asunto el tema central de su campaña electoral, lo que le permitió ganar a su rival Nicolas Sarkozy. José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea, plantea una misión magnífica para Bruselas: grandes proyectos de infraestructuras, bajo la dirección de su Comisión, que supuestamente estimularían la economía europea.
Krugman contra la austeridad
Todo el mundo coincide en que un mayor crecimiento económico podría contribuir a resolver el problema de las deudas. Lo que está por determinar es si los jefes de Gobierno están en condiciones de acelerar el ritmo del crecimiento. La revista británica The Economist
compara el crecimiento económico con la paz mundial: todo el mundo está a favor de ella, pero no se pone de acuerdo sobre el modo de lograrlo.
Las ciencias económicas tampoco ofrecen una solución. Desde el estallido de la crisis financiera en 2008 tras la quiebra del banco de inversión estadounidense Lehman Brothers, entre los economistas causa furor un debate sobre los medios para salir de la crisis. En general, se distinguen dos tendencias. Por un lado se encuentran los partidarios de la aplicación de medidas de reactivación a gran escala por parte de las autoridades nacionales. Por otro, los que abogan por la adopción rápida de recortes en el gasto público.
El mensaje de la canciller alemana, Angela Merkel, sobre la necesidad de que los poderes públicos reduzcan sus déficits se considera dogmática y sus detractores reiteran que los problemas en un buen número de países del Sur, en especial en Grecia y en España, no harán sino aumentar. Su argumento es el siguiente: al imponer medidas de austeridad en tiempos de recesión sólo se consigue acentuar el debilitamiento económico.
El principal defensor de esta teoría es el Premio Nobel estadounidense Paul Krugman. En sus crónicas publicadas por
el New York Times, critica a los jefes de Gobierno europeos. Al parecer, estos creen que no se puede generar crecimiento económico sin dolor (en forma de medidas de austeridad). Según Paul Krugman, esta visión moralista no se sostiene y cuanto más rápido salga Europa de esta senda, mejor le irá. Los resultados de las elecciones en Francia y en Grecia no le han sorprendido: demuestran que los ciudadanos europeos tienen una idea más clara de cómo salir de la crisis que la mayoría de los líderes políticos.
La recesión japonesa
Los que se oponen a la política de reactivación económica ponen de ejemplo a Japón. Este país se enfrenta desde comienzos de la década de los noventa a una crisis comparable a la de Estados Unidos y Europa en 2008.
Las autoridades japonesas se han esforzado en sacar a su economía del estancamiento adoptando una política de reactivación económica. A pesar de todo el dinero invertido, no han podido impedir que Japón registre desde hace veinte años un crecimiento muy débil y que vuelva a caer en repetidas ocasiones en la recesión.
Los defensores de la política de reactivación señalan que los poderes públicos japoneses intervinieron demasiado tarde: durante los primeros años que siguieron al estallido de la burbuja, las autoridades precisamente aplicaron una política de austeridad comparable a la adoptada actualmente en Europa.
Pero aunque todo el mundo estuviera convencido de que las medidas de austeridad en tiempo de recesión son perjudiciales, seguiríamos sin saber a qué ámbitos deberían destinar las autoridades más fondos. El argumento fácil al que recurren los defensores de la política de reactivación económica, sostienen sus adversarios, es que, para activar la economía, el Estado debe estimular la demanda. ¿Pero la demanda de qué? El Estado no tiene ninguna actividad de producción más allá de las obras de infraestructura, como las carreteras, los diques y los puentes. Con frecuencia, en la práctica, apoyan a la economía a través de estas obras. Pero, ¿realmente logran mejorar la economía?
Debate práctico
La historia del puente que costó 2.000 millones de dólares en Japón para facilitar el acceso a una isla de 800 habitantes se hizo famosa. Con este proyecto, el Estado ofreció a una serie de empresas de construcción un magnífico contrato y creó empleos temporalmente, pero la economía no se volvió más productiva. Por otro lado, podemos preguntarnos si estos proyectos pueden hacer que la economía se reactive o si los obreros, una vez que termine el puente y que el Estado ya no tenga definitivamente más dinero, no se volverán a encontrar sin empleo.
En realidad, en Europa no se ha producido este debate práctico. La historia de Europa está repleta de ejemplos de este tipo: las autovías en España y Portugal con la que los turistas llegan a sus destinos vacacionales se financiaron sobre todo con fondos europeos. Las regiones pobres siguen recibiendo ayudas de los fondos estructurales de la Comisión Europea. Los planes cautelosos que ya se han propuesto para estimular el crecimiento en Europa serían algo así: más fondos para el Banco Europeo de Inversión, para que pueda financiar grandes proyectos, más fondos para la Comisión, para que pueda ampliar las obras actuales.
Los jefes de Gobierno deben demostrar que están convencidos de que estas medidas bastarán para estimular con eficacia el crecimiento económico en Europa. Y que realmente estarán dispuestos a asumir los costes.
La OCDE alerta del “círculo vicioso” de la recesión
El informe publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) la víspera del Consejo Europeo extraordinario del 23 de mayo alerta a los europeos de la amenaza de una “grave recesión” en el seno de la eurozona,
señala el Süddeutsche Zeitung. Según el diario de Múnich, la OCDE considera que:
La débil coyuntura y el frágil sistema financiero amenazan con entrar en un círculo vicioso que podría afectar incluso a Alemania, el alumno modelo de Europa. [...] Únicamente si la crisis no se agrava, la economía podría crecer un 0,9% en 2013.
La OCDE sugiere además que los Estados con dificultades económicas moderen sus políticas de austeridad, tal y como
destaca Die Welt:
La OCDE exige que los Gobiernos de los Estados en crisis encuentren soluciones sociales que complementen sus políticas de reformas y que tengan en cuenta a los miembros más débiles de sus sociedades. En los Estados con un escaso crecimiento, los Gobiernos podrían aminorar sus esfuerzos en política de austeridad para evitar la degradación continua de la economía”.