El desafío de Bashar el-Assad a la comunidad internacional está produciendo la erosión del prestigio y la influencia de una serie de actores principales del sistema internacional. Mencionemos al menos tres: 1) los Estados Unidos, 2) Turquía, 3) algunas de las instituciones de las Naciones Unidas (Consejo de Seguridad, Comisión de Derechos Humanos, etc.). Liliput mantiene a Gulliver en cautividad. Esta situación pone en duda la posibilidad de mantener más tiempo un orden geopolítico pacífico entre los intereses contrapuestos de las diversas potencias con intereses en la zona. Assad seguirá empleando el asesinato como instrumento de dominación política mientras cuente con la complicidad de Rusia y la pasividad de China.
Y Rusia continuará su apoyo a el-Assad el tiempo que sea necesario para infligir a los Estados Unidos una derrota política y moral al probar que, con todo su arrollador poder militar, hay zonas del mundo que no se pliegan a la concepción que Washington mantiene sobre un orden internacional pacífico.
Un mensaje menos explícito de Rusia es que lo que se aplica en el caso de Siria, se aplica igualmente al de Irán. Rusia no sólo quiere seguir usufructuando su base naval mediterránea en la costa siria de Tartus, sino que quiere que Irán mantenga despejada la vía de acceso de su influencia sobre el Mediterráneo, que pasa a través de Siria y alcanza el Líbano. Si se respeta, de forma pactada o tácitamente, esta concepción del equilibrio de poderes en esa región del mundo, Rusia se avendrá a exigir al régimen de Assad la moderación de sus métodos, sin necesidad de que éste renuncie a su hegemonía dentro de Siria. Si no se respeta, Assad puede seguir tiranizando a su pueblo, sin temer demasiado cualquier amenaza exterior o presión rusa.
Estados Unidos ha agotado su política siria
Hasta ahora, el presidente Obama no ha hecho otra cosa que pronunciar exhortaciones al régimen sirio para que cambie su comportamiento y siga las recomendaciones del plan Kofi Annan, para sentarse con la oposición a negociar una salida interna a la crisis bajo compromisos más o menos democráticos. En otro escenario, Washington se siente constreñido por la necesidad de mantener vivas las negociaciones en torno al programa nuclear iraní, todavía dominadas por la ilusión de que será posible algún tipo de acomodo con el régimen de los ayatolás para definir el equilibrio de poderes en la región del Golfo Pérsico. Adoptar respecto de Siria la misma postura que Estados Unidos adoptó respecto de la Libia de Gadafi, esto es, cambio de régimen por la fuerza, acabaría con cualquier posibilidad de acomodo con Irán.
Obama se halla en campaña para su reelección, y de momento no se siente demasiado hostigado internamente por su relativa pasividad ante Siria, por parte del partido republicano Una corriente republicana de opinión, siempre muy atenta a los intereses de Israel, no es insensible al argumento de que Damasco y Tel Aviv han librado durante 45 años una "guerra fría estable", que ha mantenido a Siria al margen de las intifadas, el terrorismo, los misiles de corto alcance, las campañas de represalia, etc., que han caracterizado las relaciones del estado sionista con palestinos y libaneses durante todo ese tiempo.
Los republicanos se han mostrado divididos sobre la cuestión de armar a los rebeldes sirios. Sin embargo, las últimas matanzas de civiles en Houla (entre 110 y 130 víctimas) por los matones del régimen han movido a figuras del partido republicano, entre ellos el candidato presidencial Mitt Romney, a exigir medidas directas de ayuda a la rebelión popular. Los senadores McCain y Graham piden ataques aéreos sobre puntos sensibles del aparato de estado sirio.
Obama había puesto todas sus esperanzas en el plan de las Naciones Unidas, encomendado al antiguo secretario general Annan. Después de la matanza de Houla, este plan parece totalmente desacreditado. Obama no puede seguir diciendo que hay que dar tiempo a las negociaciones bajo la égida de las Naciones Unidas. Los contendientes en la campaña electoral norteamericana deberán a partir de ahora redefinir sus posiciones sobre los métodos y el calendario para promover la caída de Assad. Obama se verá cada vez más presionado para incrementar las limitadas medidas de apoyo militar a la oposición hasta ahora llevadas a cabo.
En la ejecución de esas ayudas han colaborado los Estados Unidos y el Consejo de Países Árabes del Golfo. A mediados de mes, el Washington Post informó de que el Consejo había hecho llegar a la oposición siria armamento diverso, incluidas armas antitanques, que son las que más puede temer el ejército sirio. También daba a entender que personal norteamericano estaba facilitando a los rebeldes información militarmente útil, y a los "patronos" del Golfo información sobre los grupos de oposición al régimen sirio, al objeto de establecer lazos de colaboración con ellos. La crónica del WP es considerada una filtración deliberada del departamento de Estado o la Casa Blanca, como advertencia a Damasco y Teherán.
Turquía ante el segundo acto del drama
Pero todas esas medidas y maniobras son ya, después de las matanzas, cosa de otra época. El régimen ha querido mostrar con ellas que no va a entrar en compromisos con la oposición. Los países occidentales también han inaugurado un nuevo tiempo con su orden de expulsión de los embajadores sirios, medida que está a un paso de la ruptura de relaciones diplomáticas.
El otro gran país que debe salir del "impasse" en que se encuentra el plan Annan es Turquía. Ánkara era hace dos años un socio económico y colaborador diplomático de Damasco. Pero la brutalidad del régimen sirio ha ido contra todo lo que la Turquía del primer ministro Erdogan quiere representar en Oriente Medio. Erdogan pidió no hace mucho el abandono del poder por parte del clan de los Assad. En territorio turco se han instalado campos de refugiados, así como el Consejo Nacional Sirio y efectivos del Ejército Sirio de Liberación. Turquía es favorable a la creación de corredores de seguridad que protejan la salida de la población perseguida. El régimen de Assad ha respondido permitiendo a los militantes del Partido Kurdo de los Trabajadores operar desde territorio sirio contra el territorio turco. Turquía, sin embargo, por sí sola no puede hacer mucho. Una intervención directa en un país árabe sería desaprobada por los otros países árabes. Además, los países del Golfo desconfían del programa democratizador del partido gobernante turco.
El equilibrio geopolítico en la región está prácticamente bloqueado: el plan de la ONU se halla en un callejón sin salida, los Estados Unidos en suspensión por su campaña electoral, Turquia reducida a medidas marginales, los países árabes enganchados en su habitual inoperancia estratégica. La última esperanza de que algo se pueda mover es la variable de las negociaciones sobre el plan nuclear iraní, que están teniendo lugar en estas semanas y aún no han acabado en frustración. Una situación geopolítica bloqueada es por esencia una situación inestable y frecuentemente explosiva. Crucemos los dedos.
Antonio Sánchez-Gijón es analista de asuntos internacionales.